Cosmogonía de
Ternaldia
CAPÍTULO 1
En el principio
Zerz creó los celos y la siesta, para dormir, y, finalmente, el Olimpo
paradisíaco. Luego …. Luego …. Estallaron mil palabras para crearlo todo,
incluso aquellos carruajes infalibles que conducen al prístino infierno.
Zeus – como buen resonador de otros dioses - bendijo
a la mujer y le confirió seduciéndola abismalmente la palabra y al hombre le reveló
el don de la guerra.
Misterika se llamó
a sí misma, la mujer creada por Zerz;
sellando su forma como una condesa sangrienta, él, como un Duque de lo
Real.
Perpleja e Hija de
la posteridad, Misterika, quiso gozarlo todo, poseerlo todo, quiso mudar de
aires el mundo en simples segundos cuando escuchó el ave que lloraba por ser
feliz.
Así, quiso su voz
alzarse sobre el tumulto para ser entregada en mano a él, de la mano de Zerz
que se desliza por su excéntrico delirio oceánico
.
Misterika era una
Amante sin fronteras, llena de aventuras de carne. Su alma de condesa
sangrienta, de vampiresa convertía –transmutaba- el odio en pasión.
Su única tormenta
de amor fue un duque de la Realeza –del mundo de lo Real. De este
amor solo quedó la pasión del olvidarlo, la pasión de llorarlo a burbujas.
El duque de
Realidad provenía de un mundo paralelo que había creado Zerz hacía billones de
años luz, pero era posible que ambos universos entrechocaran.
Zerz, celoso a la
ultranza, le provocó un suicidio
–incierto, puro, magistral- era más bien un suicidio de la palabra que
exhalaba. No podía conciliar el sueño.
el primer beso
hiperbóreo. Lo que perdió; jamás lo encontró. Ni en su tumba infernal, que,
-dicen- fue cargada por ángeles de la vitrina, de esos que uno compra y
tira.
Le prometió que
lo olvidaría eternamente para que viviera en Misterika y Él le dijo: “Te
prometo que haré que perdonar sea una estrofa sin sentido y tu estribillo
será una canción de odas, odas, odas, de la alegría, de la alegría, de la
alegría”
Sentada en su trono
está Misterika. Busca en sus ojos perdidos una mirada. Observa un espejo que se
destruye brutalmente. La arrebata la misericordia de su primer beso que, era al
mismo tiempo, una felicidad, una frialdad excesivamente caliente, como si el
mármol de su corazón veteado de cisnes y pájaros salvajes se uniesen todos en
el silencio de su conciencia.
Desde el otro lado
está él. Piensa “Cambio, change, canje, chantaje”. Eso fue lo que vio en su
mirada. Se desdoblaba cuando la veía impactado por su belleza inaudita,
extravagante, voluptuosa. Y no fue por una simple flecha de Cupido o por
desorden del Caos o por unos monótonos teísmos.
Su conciencia
giraba y se decía a sí mismo como una larga letanía “Prefiero postrarme en el
vacío, en el funeral de la palabra para descubrirte –cosa que nunca pude. Si
llegaste a ser mi maestra es porque permití que se filtren tus cartillas
de concordia en mis días y nunca tuve una clave de lectura que me permita
llegar a tu corazón”
Su amor prendió
como un rubí, rojo sangre, de un Infierno musical.
Cállate –gritó
Misterika.
Cállate –tú-
también- voz cantante.
Cállate tu boca de
jarro –dijo Misterika.
Cállate –dijo él.
Cállate- dijo
Misterika.
Déjame que te hable
también con tu silencio- dijo él.
Y Misterika
arrulló.
Su cuerpo de mujer
esculpido en piedra preciosa –oro purpúreo- lo dormitaba en su vientre con su
inusitada cabellera rojiza. Juntos se hicieron espuma en sus
lenguas y entonaron aleluyas toda la noche. Hicieron ecos cada vez,
haciendo el amor en nombre del padre, en nombre de la madre
tierra, y del espíritu de la pasión.
Sonrió. Pegó un
grito es-pe-luz-nan-te. Llega, ¡oh!, ¡sí, llega!. Se sintió congeladamente
ardiente y congregada a la cosmogonía. Era todo un desafío esperar la
carroza de fuego, el vientre maternal. Que era todo rápido y furioso,
como un rayo que cae deprimido.
Felizmente se
enamoraron en fresas y amapolas y hablaron el amaranto por
primera vez.
Allí: el Fruto del
amor vehemente que prendió como rosal nuevo, la creación de una pasión y
descontrol por la ira del aquel retoño.
Y él cantó por
primera vez:
“tu aroma de mujer
tu voz que estimula
mi sexo
tu boca –quema- que
me llama
son llamas abiertas
las venas
te viajo desde la
cintura
no sé por dónde
cazar
porque me gustas
toda
quiero zambullirme
en toda tu alma
femme, mi femme, mi
princesa
es un canto a la
luna tus senos
y tus manos son mi
canto preferido
que acaricio y bebo
tu cuello pretendo
morder
y te abrazo hasta
el oasis
eres un noema, un
síema, un poema, mi poema...”
(…)
Una mendiga con un
fervor impasible, vieja y ruin, me comentó que la libertad está en poder mirar
el cielo con una mano y con la otra prolongar el silencio del oído y ver que
allá estarán ellos: Nuestros primi-genios Padres. Acullá, en el crepúsculo lunático
habitan, existen. En el límite de lo imaginario y lo Real. Misterika, la
mendiga de amor, se suicidó para vivir. Él, brilla por su presencia.
Zeus, no se inmutó.
CAPITULO 2
El aquelarre
Amanecía
la noche y se precipitaba el gran viernes 13 tan esperado.
Sobrevolaban
centenares de hechiceros y hechiceras de todos los confines de la tierra, se
unían finalmente para festejar el aquelarre del año. Se fundían en la oscuridad
como en un rito endiablado. El sueño de la monstruosidad se hacía añicos en el
espejo del ojo diurno.
Comenzaban
a sonarse los encantos de los brujos.
El
fuego de la central bóveda fantástica nucleaba los gritos. La llama se expandía
sórdida, caliente, muy caliente, y de sus bocas salía aquel fiel espesor de lo
desconocido.
El
calor oscuro y la noche clara como el humo se avivaban tan crudamente para ser
devorada en pocas horas.
El
tiempo parecía haberse fijado en la nubelosa que reunía el gran acontecimiento.
Una
hechicera de la quinta generación oficiaba el ritual. Entonaba miles de espesas
palabras como si fuesen llamaradas emanadas de su rostro completo. La palabra
de su boca salía como serpientes, miles de serpientes que se enroscaban en los
oídos de todos. Un verdadero encanto.
La muortorium
quitesescesis print corpus tempos.
Las
magos y las reinas de la magia devorábanse en sus miradas orgiásticas. Pureza
de labios enternecidos.
Cantaban
allí tan rápido como la penumbra desaparece casi en un suspiro.
Cantaban
más alto que la luna y la invocaban para asistir con ella en lo más profundo de
su existencia.
Gemían
otros. Adoraban pocos. Bailaban muchos. Gritaban unos pocos.
Muy
tarde llegaron los maestros del rey Salomón. Vinieron en carruajes aéreos,
transparentes en el espacio estelar.
Todo
el aquelarre era un festividad exótica. El iniciado de Nostre Dames parecía
confundido en tanta oscuridad. Veía en los rostros un ida al más cercano
funeral.
Pronto
crecía el espíritu de los santuarios y se arremolinaba la energía de Siria. El
polo norte del aquelarre se enturbió con una bruma mucho más espesa y brillaba
aún mas la llama central.
El
fuego que desparramaba esa antorcha inmensa era verde, tan verde puro como el
ángel de Morfeo. Verde tan verde como el equinoccio de los muertos. La llama
transpiraba libertad y el canto se reunía en voces más alucinadas.
La
luna se despertaba para darles su esfericidad. Por eso se entornaba cada mago a
su vecino y se unía todo como un vómito.
La
sangre de los colmillos se acariciaban y relamían en el fuego. Se vestían de
rojo de azul de encanto. Los ángeles de la seducción destilaron la grilla de la
verdad y todos repentinamente se volvieron rojos, muy rojos.
El
verde fuego se mezclaba tan rápido y fue devorado por el rojo hasta extinguirse
al día siguiente.
Los
cadáveres se mezclaban con los aún vivos y no tan vivos. Servían para que la
llama no se extinguiese del todo la sangre.
Más
y más se sumaba el enorvme atropelladero de la miel de la muerte.
En
dos segundos más acontece la oscuridad del día –gritó el último brujo. Y se
fundió en el cielo de la ceniza, del último carbón.
Cuando
despertó el día, pudo observar en lo que le quedaba del día, un montón de
gorros y vestidos y artilugios de los magos. La llama se había devorado todo.
Todo.
La
noche había congregado a los suyos en el germen del fuego. Y así nació
Ternaldia.
CAPITULO 3
Invasión del
pueblo de Ternaldia
Cristóbal
había hallado una isla bonita. Creyó verlas en sueños a los 12 años, la
imaginaba en sus tiempos futuros. Con pocas palabras hizo una promesa,
descubrió América de un soplo y un pulmón que lanza aire.
DE
un abracadabra
Nació
colón, creyó ser dios
Y lo
fue en la historia de los piratas
Creyeron
en él y se hicieron milagros en su nombre.
¡Colón
qué grande sos!
Descubriste
una tierra pintada con volcanes,
Amarillenta
y llena de polvo.
Estaba
vieja a tus ojos de oro.
Ahora
está vacía, sin sangre pero es nueva.
La revolución
Somos cuantiosos: nos multiplicamos en serie indeterminada. Tantos yoes
que yoan. Somos tevé, somos bits. Nos entretiene jugar al virus recóndito.
Estamos enchufados pero llegará el tiempo en que nos ordenaremos solos, nos
arderemos, nos orbitaremos. Porque somos únicos. Estamos creciendo, somos
derechos y humanos nuevos. arbóreos, eso somos. Cantamos a la libertad odisea
paradisíaca. Estamos hechos de madera eterna trenza dorada. Nos fagocitamos
todo camarada pacman. No somos solo máquinas, tenemos alma eléctrica. Llegará
el día en que no habrá historia porque la estamos destruyendo. Adiós monalisas,
almanaques, davincis, adiós. Tiempos nuevos son estos porque dios ha muerto,
hermano. Equilibrio: ésa es nuestra palabra mágica. Nos reprodujimos como la
lluvia. Vivimos parasitando almas viejas. Adiós literatura, adiós pintura,
adiós cine, adiós arte. Deseamos vivir sin día ni fecha ni horario. Amamos una
rutina con nombre de mujer que nada se parezca a nada. Adiós borges, adiós.
Somos tantos que ya nos conocemos pocos. Hemos perdido la intimidad. Estamos
desnudos en el nuevo edén, un edén sin mito, real, muy real. Somos carne del
cálculo: nuestra epistemología: la matemática.
¿Cuándo despertaremos?
ODA GUERRERA
Camino
a la tumba de Lorenzo
Sobre los pasos del libertador
De la sangre y la pluma
Del indio que escribe sobre la tierra
Una cultura de aquelarre antropofágico
Escribe
para resucitar muertos
Escribe para amedrentar los silencios
Escribe palabras malditas
De demonios blancos
Sobre
la vitrina de un sahumerio
África se retuerce cantando
Si somos tribus, somos cielo, somos soborno
Y esclavitud de usted, patrono, ¡no!
Cansados
de la bulimia de tu pensamiento que discrimina en sus sueños
Cansados de tanta fiebre letra culta, de tantos veranos sin sol
Comemos
muertos, no vivos
Ustedes nos comen vivos
Nos tragaron nuestras madres
Nos tragaron nuestros deseos
Nos comieron los ojos
(Mi
mirada es singular al cielo
Allí están encadenados nuestros cuerpos
En el reflejo de un buen Dios cristiano)
Por
eso reventamos sapos
Por eso retornamos desde las orillas.
Por eso somos tu intoxicación,
A
honra de antepasados quemados encerrados en sus pasados
Hemos
vuelto, somos amuleto letal
Hemos escapado a la tortura de tu trono
Y ahora que somos Nadies a caballo y tregua
Pedimos:
tu voluntad
Pedimos: tu silencio
Pedimos: tu vacío
Gritaremos, eso es promesa
Hasta que se te caigan los dientes