Confesión
abierta para sordomudos I Comenzaré
este relato de mi vida. Se escaparán metáforas por doquier, para suavizar los
tonos patéticos, las situaciones dolorosas, para transformar el dolor en
estética. II Eternamente
se mezclarán realidad con ficción. La vida se me ha vuelto tan enigmática
como un símbolo, y al mismo tiempo triste y depresiva. La escritura se me
abre como un espacio entre el decir y el no decir. Un espacio que cae en
manos desconocidas bajo ningún propósito establecido, bajo ninguna consigna,
abierto como un cuerpo de quirófano, estudiado, diagnosticado. III Ayer me
llega la confesión de mi pareja. Soy bipolar y cuando me llegan los momentos
de crisis soy una verborragia que no para. En momentos de quietud mi habla
calla, busca lo necesario para callar. Lo curioso de mi enfermedad que cuando
entro en crisis, casi anualmente, no tengo miedo para decir todo lo que se me
cruza por la mente; “la enfermedad es como una especie de libertad”; mi
inconciente se abre pleno y comienzo a revivir cosas y a decirlo todo, a
veces agresivamente; mi cuerpo explota, arde y lo dice todo sin medir
consecuencias. Un verdadero desastre. Soy un tipo bueno, pero la procesión va
por dentro. IV Mi
pareja envuelto en sudor y sinceridad,
me dice que mi abuelastro me
había violado, que mi padre me había violado
, y que cuando fui internado a los 22 años también fui violado. V Ahora
parece que escribo la historia de otra persona. Pero ese soy yo. Me
encantaría que esta historia la leyeran todas las almas que me hicieron daño,
y se regocijen en mi cajón una vez muerto. Pero la
realidad supera a la ficción y quizás me coman vivo, o alguno reciba un
órgano mío, después de ser descuartizado en el Open Door. “Pobre
carlitos”- dirán muchos. Nunca me gustó ese apelativo. Pero ya mi vida no
vale absolutamente nada. Escribo esto sin ánimo de nada. Mi nombre es una
muñeca vudú llena de clavos. Esa
confesión de mi pareja me trajo un insight que tarde o temprano volverían una
y otra vez como un rompecabezas. Estoy
hecho de una materia que desaparece. Tarde o temprano. Veo
el sol desde mi ventana y creo que pueda haber otro futuro. No lo sé. Sin
embargo, siempre imagino que volveré a estar internado, la cura es lejana,
mis emociones son torrentes, mi vida frágil. VII Mi
familia se compone de cuatro personas. Somos familia tipo. Mamá, papá,
hermana y yo. Por línea materna tengo muchísima familia, y por parte paterna
pocos y desastrosos Familia
materna; mamá tiene 8 hermanos. Familia a lo ancho de toda la Argentina
¿porqué han migrado de un lado a otro? Por falta de pan, por falta de
trabajo. Familia
paterna: una familia tana. Son todos buscas. Busca-vidas. Han trabajado desde
la informalidad, son vendedores. Yo
porto un apellido, que es estigma. A veces creo que esas cosas de sanar los
ancestros es cierto, que quizá pueda sanarme. O bien, seguir la línea de
aberraciones. Ya
desde el jardín un compañero me dijo algo así como que era una nena, que no era masculino. Yo no sé
cuántas veces quedó eso guardado en mí. Pero sigue. ¿importa? Sé que me hirió
muchísimo. Debía de aprender que el machismo,
el patriarcado no es cosa teórica nomás. sl herida, es arma que ataca, es
puño, es espada que corta. Viví
hasta los cinco años en Capital, pero tras una serie de problemas
relacionados con alquileres, falta de trabajo y otras yerbas nunca dichas
(porque en mi familia siempre reinó el silencio, un juego entre lo visible y
lo invisible) nos fuimos a cincuenta quilómetros de la capital, alejados de
cualquier contacto familiar cercano. X Ese
lugar, el destino espacial, era General Rodríguez, un sitio que en los años
90 era puro campo, donde los árboles, los campos, las flores, las calles de
piedras y de barros, los terrenos baldíos, eran especial para el niño que
fui: observador, curioso, inquieto. XII Figuras
masculinas se cruzan en mi mente, y para ser ordenado empezaré por mi
abuelastro: Omar.
la pareja de mi abuela era un ser desagradable, y mientras escribo esto soy
un eterno niño, indefenso, incapaz. Envuelto en un sábana. Con fiebre de
vida, a punto de morir. Quisiera no haber existido nunca. Sería por eso y
tantos otros motivos, que rajamos a Rodríguez, un lugar alejado del pasado,
pero con sus cicatrices. Ese
abuelastro, el primero, después le contaré del segundo, era alto, machón, desaliñado, colectivero, y
preferentemente vago, bigotes, camisa siempre, decía adivinar el futuro a
otros y levantaría quiniela seguro. “Puede
que sea cierto”, los mecanismos de la conciencia son un enigma sin resolver,
pero de seguro al ser tanto el dolor, mi mente busca los artilugios por
doquier para envolverme en una ficción eterna. (Prendo
otro cigarrillo. Negación. Un mecanismo de conciencia. El humo intoxica mis
pulmones. La tristeza avanza. Creo que moriré de pulmón) La
incertidumbre es un laberinto. No se sabe si hay salida o no. Porqué
cuernos no lo sé. Nos mudamos casi de urgencia a las afueras de la capital.
Al campo. A unos 50 kilómetros. Hay un dato que me llama la atención – y
ahora soy un investigador de mi pasado- cuando mis padres vinieron a
construir la casa en General
Rodríguez, mi padre en un momento álgido de conversación dijo que me
había dejado solo varias veces en casa
de mi abuela. Ella y su marido vivían en un FONAVI, en villa Soldati. No
sería de extrañar que mi abuela siempre eligiera violadores. Pero eso lo
contaré después. XVI El
primer año lo terminé en capital. Mi maestra se llamaba Cristina. Parece que
recordar cosas inútiles son un mecanismo para no recordar cosas
aberrantes. Pero recuerdo que mi
maestra era estricta, y que mucha tarea, y que me enseñó mucho a leer y
escribir: heme aquí. Cuando
comencé segundo año en la escuela de mi nuevo barrio, rápidamente padecí el
bulling. Nombre actual para decir en inglés algo horrible. Yo siempre jugaba con niñas. Los niños
fueron siempre para mí unos burladores. Mi
mente divaga: ¿sería que en las mujeres no veía ningún tipo de agresión?
¿sería que la presencia de un pene me rompiera por dentro? ¿qué era pues lo
que hacía volverme hacia el lado de las chicas? XX Jugaba
con ellas, al elástico, a la mancha, o recolectaba frutitas. Las burlas
serían eternas en mi vida. (El dolor en mi cabeza avanza). No era el machito
de barrio, que jugaba a la pelota, que sabía pelear, que molestaba a las
niñas, que hacía burlas a la maestra. ¿por
qué tantas cosas me quedaron guardadas, y no las puedo dejar ir? Tanto sufrir
y sin capacidad de elegir…no…no…ahora elijo contar para salir. XXIV Así
sucedieron tercer grado y cuarto y
quinto. Un caos. Mi autoestima por el piso. No me sentí nunca parte del
colectivo masculino. Nunca me sentí feliz en esa escuela. Solo me queda un
recuerdo de dos veces que estuve en el escenario: en una oportunidad hacía de
aguatero, en otra de cantante; era Ricardo Montaner…siempre me gustó el arte
y cantar. En
los juegos de varones , la profesora de gimnasia hacia que nos
dividiésemos en dos grupos: machitos contra machitos: A mí nadie me elegía.
No sabía correr. Era puto, marica, comilón. XD Esos
eran mis nombres, estigmas. No tuve más que dos compañeros. Hoy uno es
homosexual como yo. Y el otro un zarpado. Tiene como cinco pibes de distintas
mujeres, súper fiestero, y completamente perverso. Creo que un día quiso
arribarme. Me acuerdo que el pequeño Alan, así se llamaba, decía “¿Qué
prefieres el cielo o el infierno?, pues claro, el infierno, allí se puede
coger” La
sexualidad para mí es un juego de roles donde placer y displacer se
entrelazan. En esos juegos a veces el placer surge desde el displacer del
otro. Creo que en ese juego siempre perdía la batalla. D Era
buen alumno ¿qué otra cosa podía ser? Atento, estudioso, educado… Tenía un
padre y una madre castradora. De sexo no se hablaba. Una vez mi hermana y yo
dijimos PIJA, y mi vieja salió como loba a devorar a aquellas malditas
palabras. Parece
que los seres humanos vivimos en una nube de perversiones que queremos hacer
callar. Vivimos como en dos o más mundos. Somos como animales perversos, que
disfrazamos todo el tiempo lo que sentimos… … DX A los
diez años, crisis económica de por medio y un padre que no servía para nada,
nos mandan a trabajar a la calle. Con mi hermana vendíamos pastafrolas en la
calle. Por suerte más que robos asquerosos, nunca pasamos de eso. Por suerte
nadie me violó. Pero sí a mi hermana, por relatos posteriores, había un tipo
que la manoseaba mientras yo no lo advertía cuando íbamos a su casa para
venderles tortas. Mucho
tiempo hacíamos todo a pie. Hasta que mi viejo nos reparó unas bicicletas.
Creo que ha sido muy cruel la vida conmigo. DXI En
sexto grado mis padres nos cambiaron de escuela. Pasamos a la peor escuela
del barrio, porque a la que iba, el sexto grado era solo por la tarde, y
nosotros vendíamos por la tarde, así que me cambiaron de escuela para que
pudiera vender de tarde. Estaba sumamente feliz de ese cambio y de esos
malditos compañeros que tenía. Y de hecho la pasé mucho mejor. Un día
horrible. Yo iba caminando y una horda de pibitos, un malón salvaje, me
gritaba a coro “cocciolo se la come, la mía a mordiscones”. Eso quedó en mi
memoria. Es feo vivir con esa huella mnémica, con esos dos versos octosílabos
encima. Con los
varones de la nueva escuela me llevaba mejor. Si bien el sexo masculino para
mí sería siempre un posible agresor. Siempre los hombres generaron en mí la sensación de agresión, y yo sin ninguna
herramienta para defenderme. Pero al mismo tiempo eso creó en mí el ese deseo
de poseerlos, de penetrarlos, de cogerlos, de besarlos. Soy un puto sin
límite, y en eso me habría de convertir. DCIII En casa
de sexo no se habla, un día mi padre me bosqueja así con suavidad la cosa que
sucede entre hombre y mujer. Pero la verdad temblábamos los dos. Y la verdad
que su lección de heteronormatividad fue un asco. Lo mismo aquella vez que
dijo que los homosexuales vecinos que teníamos eran unos enfermos porque se
creían mujer en cuerpo de varón. Supongo
que los padres dan por sentado que sus hijos serán siempre correctamente
heterosexuales, pero lo cierto es que no contemplan que los cuerpos de las
personas a veces gustan de otras cosas, que son diferentes a la mayoría. ¿sería
por todo esto y mucho más que el sexo sería ese deseo, fin de las cosas, por
la cual entregaría todas mis energías para entenderlo, para saberlo, para
estudiarlo, para gozarlo, para descubrirlo? ¿sería por todo esto y mucho más,
que leería hasta el cansancio, probaría todo, lo máximo, aventurara con todo
para descubrir aquello que me envenenó toda mi vida? En la
escuela nueva, me destaqué aún más. Sabía leer. Era buen lector. La incomprensión,
la soledad y la lectura se llevan bien. No hay nudos en la garganta cuando
hay letras de por medio. Siempre
me sentí menos. Apocado. Burlado. Hay una escena poética de esa escuela. No
recuerdo su nombre, pero me gustaba. Sobre un frió invierno, esperábamos la
hora para salir de la escuela. Su rostro se reflejó en el vidrio. Era
morochito. Pero había algo en su rostro que me encandilaba. Me encantaba:
Nicolás. No
tardé en sentirme burlado. Vendíamos en la calle. En unas bicicletas
horribles. Los chicos se burlan de todo. Esa es la realidad. Es la sociedad
de mierda en la que vivimos. Por eso no podría tolerar tan fácilmente la
agresión en la gente. El
problema no es solo la agresión, sino que yo nunca diseñé estrategias para
defenderme. Pero
no sé si vale la pena. La palabra violación
me aparece como imagen de resorte. Violar no es solo con el sexo, también es
desde las palabras, de las miradas, de los actos, de los silencios. DXXX Mi
padre es un ser pusilánime. Un tipo que apenas merece la categoría de hombre.
Sé que tiene pene porque lo he visto semierguido más de una vez. La tiene
como yo. Recuerdo escenas de verlo en calzoncillo slip, los que de alguna
manera también me excitará en el futuro en mis “morbos”. Como la pobreza
había teñido por doquier toda mi infancia y mi adolescencia y mucho tiempo de
mi corta vida, nuestra casa era de pobres, un rancho, diseñado a la que te
criaste. Mi
padre construía la casa a su capricho, y nos tenía a nosotros, como peones,
peones que siempre calificaba como “inútiles”, a gritos pelados, desaforado
en humillaciones y gritos. Mi
ingreso al mundo de las letras fue por distintos derroteros. Si bien siempre
fui alumno excelentemente sumiso para todas las tareas. Con un padre
observador y violento que me machacaba excelencia. Mis libros de cabecera para mí fueron, las enciclopedias y los
poco manuales que había. Pero la parte más epistemofílica vendrá con un nuevo
descubrimiento: las revistas porno. La pornografía
para mí fue un mundo de historias de sexo, de gente teniendo sexo, de cuerpos
desnudos. Siempre que podía, iba a robar en un lugar secreto que mi padre
guardaba en una bolsa, aquellas revistas. Solo sacaba una. Allí mi mente iba
y venía, una y otra vez. Obviamente,
me excitaba, y fui descubriendo ese arte de la masturbación. Las historias
que había me las devoraba y las recreaba en mi mente. Ese fue mi despertar.
Luego leería de todo. Pero nada hay que me apasione más que leer sobre sexo. Todo
aquello que se escriba de sexo. Freud sería uno de los tantos. Recuerdo
esas revistas, como un mundo paralelo, el mundo de los adultos, el mundo al
desnudo, donde no hay escrúpulos, no hay civilización, o por lo menos las
cosas se disimulan menos. Tanta fascinación que tuve con el sexo, que llegué
a creer que todo pasaba por lo sexual. Aún creo que el sexo es una vorágine
que nos tambalea desde adentro, desde lo más subterráneo, subcutáneo. Parece
mentira, pero la pobreza también es una especie de violación. Era frecuente
que para ir a visitar parientes tomásemos los trenes, puesto que todos ellos
vivían muy lejos, o bien nosotros vivíamos muy lejos, lo mismo da. Quien
conozca los trenes de Buenos Aires, sabe que hay un mundo escondido atrás de
los viajes, un mundo que conocí desde temprano. Una vez
mientras esperábamos el tren de Once, que saldría al despertar el día,
tuvimos que quedarnos toda la noche en la estación de Once. Baños
públicos. Los baños públicos, son un mundo historias. Después descubriría que
en el mundo gay se llama tetera, el
acto de mirar con deseo y curiosidad miembros y hombres en ese acto apenas
íntimo destinado a orinar. Once:
un hombre mayor me miraba. Una y otra vez. El baño era largo, con lo cual se
podían ver miembros a todo lo largo. Pero ese hombre mayor me miraba. Y
mientras nosotros esperábamos el tren ese hombre me yiroteaba. Me sentía
raro. En una sensación rara. ¿seducido? ¿acosado? ¿amado? ¿deseado? Nuestra
casa era de pobre. Cuando digo “nosotros”, “nuestro” es porque me inculcaron
desde pequeño la idea de clan, donde todo pasa por el macho fálico; esa es mi
familia, y lo aclaro porque hasta el día de hoy ellos y yo somos como un núcleo cerrado,
difícilmente se rompe esa estructura, me criaron para ser súbdito, para ser
eternamente niño. Teníamos
la pieza de mis padres pegadas a la de mi hermana y yo, separada por un
mueble. Se escuchaba todo. Se vía todo. Como nuestra “habitación” estaba
compuesta por una cama cucheta, desde arriba en un agujero que habíamos
diseñado con mi hermana y que tapábamos con una caja, veíamos lo que se veía
en la tele. Y
también yo veía a altas horas de la noche, lo que mi padre veía: porno. Tanto
que agarraba un canal de cable, o bien veía desde un pasacasete películas que
no sé de dónde conseguiría. El porno aparece en mi vida como algo de consumo
necesario. Hay algo que se esconde detrás de las ropas, y esos son los
deseos. Momentos
en los que esperaba que mi padre no estuviera para poder ver lo que a él
tanto lo excitaba. ¿qué
mejor elección tuvo mí, para su hijito, vuestro padre para cuando yo terminé
mi primario? Una escuela técnica. Allí
padecí lo que nunca en mis años padecí. La burla incesante. La escuela
técnica seria esa escuela de machos, una jauría, una jungla del más fuerte,
un mundo de guerras. Tenía
dos amigas, que más bien eran compañeras. Allí nunca me sentí a gusto. Yo era
amanerado, no tenía a quien copiar.
Mi padre era amanerado. De hecho, las fiestas de fin de año, mi padre hacía
papeles de mujer para congraciar a sus cuñados y yo lo veía y se me caía la
cara de vergüenza, era como tener un padre travesti. Me
recluí en el estudio. Trataba de no estar nunca en clase. Me retiraba a la
sala de computación, o a la biblioteca. Buscaba muchas formas de escapar.
Pero era excelente alumno. Tenía las mejores notas. Viví mucho tiempo en
terreno de hombres, o pequeños hombres, que se burlarían de mí, una y otra
vez en mi conciencia. Por caminar como mujer. Por hablar como mujer. C El que
me gustaba más era Cuzzani, tenía un culo hermoso. Cada vez que veo un hombre
de grafa, me excito. Y son esos días que tenía taller, que eran prácticas con
objetos materiales, madera, metal, etcétera, que entre nuestros compañeros
había escenas de homoerotismo. El pantalón marrón. El culo que se forma con
un pantalón marrón. Era típico que entre los varoncitos se tocaran la cola. Aquello
era una escena de hombres. Aquello que buscaría en mi vida adulta. Pero en
ambientes gay. En la
escuela técnica estuve signado por dos opuestos: Burlas y reconocimientos. El
abanderado burlado. La bandera del puto. Los opuestos signarían mi vida… Una vez
fui designado para viajar a Bahía Blanca. El viajar fue espléndido. Era la
primera vez que me iba de viaje gracias a mi desempeño y con el
acompañamiento de mis queridos profesores. En el
viaje hacía Bahía Blanca había dos compañeros masturbándose. Pero lo más
insólito fue cuando dormíamos todos juntos, profesores y alumnos y se podía
contemplar hombres en slip, o desnudos en el baño. Los
penes me excitan. No sé qué relación tengo con ellos. Objeto de procreación.
Arma humana. Cosa de adoración. Falocentrismo. Los dibujos de los penes se
replican en las aulas. Quieren expresar su machismo. El patriarcado no es un
invento, es una realidad. Las mujeres no tienen pene. No son humanas,
conclusiones que saca Freud, por algo. CX Como mi
dolor era insoportable, comencé ir a la iglesia. Rápidamente fui coptado.
Tenía habilidad para la música. Comencé a estudiar teclado, a duras penas. Me
obsesioné con la música. Debía rehuir de ese acoso mental auditivo. Cantar,
cantarle a Dios, adorar a Dios. Encontré
un escenario de mujeres. Unas monjas muy buenas, o aparentemente buenas.
Momentos de compartir. Teníamos un grupo de música de adoración. Y nos
quedábamos horas ensayando. Me movía a tocar de un lado a otro, ya sea en
misas, eventos eclesiásticos, hogares de ancianos. La música era ese lugar
donde me sentía bien, me sentía útil. Era bueno en la música, tenía buen
oído. Escapaba del ruido mental. CXI Una
monja se me pegó hasta los tuétanos. Me vería tan claramente homosexual, que
inició una batalla sigilosa, lenta, duradera. Me convenció de que la
homosexualidad era un problema de autoestima. Que era un rechazo hacia el
padre. Que los problemas de mi padre y mi relación con él me hacían vacilar
en la fe. Me daba libros de autoayuda para que leyera. Tenía que perdonar a
mi padre para no repetir su historia. Silvia
Eisel era su nombre, más tarde aparecerá en mi vida de otra forma. Era una
cantante profesional, y me enseño mucho de canto. La primera vez que la
conocí no me agradó, pero rápidamente ella se me pegó tenazmente,
compartíamos mucho tiempo juntos. Todo su
trabajo fue inútil. Me dejó astillado. Su sueño era que fuera cura. Pero mi
decisión al terminar el secundario fue otra: iniciar el profesorado en
Lengua. ¿sería
una identificación hacia las profesoras de Lengua? ¿sería una identificación
hacia el sexo femenino? ¿sería un deseo profundo de cambiar activamente a mis
compañeros de la escuela que se reproducían en burlas y a los cuales debería
educar? ¿sería emprender un camino
hacia la palabra liberadora, hacia
la comunicación legítima, genuina? Hasta
ahora no he hablado nada de las mujeres. ¿acaso qué siento por las mujeres? CC Tendría
que decir que mi madre es un sol. Si tengo que hablar de las mujeres,
empezaría por mi madre. Con intento de violación por su padrastro, vino a
Buenos Aires en busca de otra alternativa. La historia de mis padres y de
cómo se conocieron no es del todo clara. Silencios
de alma Silencios
de dolor Silencios
de la gran oculta ocultadora Silenciamientos Mentiras
silenciosas CCC Mi tío,
maliciosamente y haciéndose el canchero,
alguna vez me dijo que era un forro pinchado. Lindo descubrimiento,
que la vida sea un canal de riego en un desierto. CCCV La
única imagen sexual que tengo patente de mis padres, es de mi padre
haciéndole sexo oral a mi madre, en esa casa loca donde había prácticas
sexuales de todo tipo. Casa:tabú, casa:incesto Todo era en
silencio, era a escondidas. Hay un detalles con los que ya gozo
contar. No solo había un mundo de pornografía invasivo, en las que yo a veces
me extendía con los brazos y cabeza hacia adelante para observar la habitación
de mis padre ver el canal Venus con
rayas, donde se veían cuerpos teniendo sexo, sino que mi padre practicaba
algo muy inusual. La
primera vez que lo vi, fue a los quince, regresaba de una meditación de la
iglesia, y veo a mi padre teniendo relaciones con mi perra. Mi mascota. Se
llamaba Ula o Gula. Cuando descubrí esto, mi mente se rompío. Una y tantas
veces. Él no dejaría de hacer esto hasta mucho tiempo después. Yo sabía que
tenía que golpear varias veces al entrar o hacer la suficiente de ruido para
entrar a casa para no sorprenderlo teniendo sexo con mi perra. Lo que hacía
era lo siguiente: se excitaba con películas porno, hasta tenía con animales
(caballos, por ejemplo) y hacía que mi perra lo lamiera en su sexo. Por algo
reventaría yo tiempo después, cuando fui internado. Mi
hermana era mi amiga. Siempre fuimos para todos lados juntos. También
teníamos juegos sexuales. Una vez en casa de mi abuela, encontramos en la
habitación de mi tío un montón de almanaques de mujeres desnudas y
preservativos, así que jugamos con esas imágenes. Muchas
veces mis juguetes tenían relaciones. Mis juguetes tenían nombres que
recuerdo hasta el día de hoy. Xuxa, una gata, Daniel, un perro. (ellos tenían
relaciones, por ejemplo), oso cariñoso, pancho, que era un mono. Yo le
cortaba el pelo a las muñecas barbies y jugaba con ellas. Con mi
hermana íbamos para todos lados, a la iglesia, a jugar, a vender. Yo amo a mi
hermana en la actualidad, pero no siempre fue así. Recuerdo que salíamos a
vender felices desde temprana edad, golpeando puertas, tocando timbres;
algunos nos recibían bien otros no. Algunos nos compraban y a ésos los
amábamos. Vender en la calle no es fácil, más cuando llueve, cuando se
estropea la mercadería por un aplastamiento, o cuando corres riesgo de que te
roben. Pero conocimos gente, y tratarlos, y así encontramos historias,
lugares. Cada cliente tenía su nombre, o bien su sobrenombre. Dos pastafrolas
dos, la de Guadagnini, La doctora Queen, La de la manzana, Abierto y Cerrado
(porque nunca sabíamos si el hombre que habitaba en un taller estaba o no),
Gluglú (por el sonido de su timbre), y así tantos. Mi
hermana siempre fue muy devota. Ya a
los cinco años practica la religión católica. Hicimos juntos la infancia
misionera, y ella por un tiempo se alejó. Cuando a los quince años yo comencé
a ir muy seguido a la iglesia, ella quería meterse conmigo. Y algo que no he
dicho aún, mi hermana era muy celosa, yo, por supuesto ya no quería que ella
se entrometiera en mi vida. Recuerdo que en el secundario tenía Cierto
día ese monstro de abuelastro decía que yo iba a salir puto, algo que mis
padres le saltaron en mi defensa, con no sé qué pretexto. Pero recuerdo eso
como un golpe de machismo hasta el día de hoy. O también esas comparaciones
que hacen los adultos con sus hijos. ¿los hijos de mi padrino eran mejor que
yo? ¿o los vecinos eran mejor que yo? ¿cuáles eran más fuertes, más
inteligentes, más lindos, más estudiosos? Con el
profesorado en Lengua conocí otra cosa. Un mundo de ficción, y un mundo de mujeres.
Por eso es que viví tan tiernamente en esa madriguera durante cuatro años.
Ficción, libros, autores, imaginerías inverosímiles pero reales. El
profesorado fue mi madriguera. Ambiente de mujeres. Me había entregado por
completo al estudio. Estudiaba brillantemente. Una profesora luego me eligió
para que sea su ayudante. Era bueno en sintaxis. Tenía todas profesoras
mujeres, excepto uno que me tiraba los galgos. Un tal Vecino, que luego
tendría una historia horrible con él. El
primer año lo terminé exitosamente, ero estaba insatisfecho. Las mujeres me
atraían. Tenía una fascinación por una tal Vanesa, locamente, de imaginación
moría por ella. Era atrevida, bella, voluptuosa, bisexual, loca,
extrovertida, trabajadora, exitosa, estudiosa, etcétera. Y como buen
adolescente, la amaba. A los
veintiuno, en un golpe de búsqueda, me fui a Mar del Plata. Nunca había
estado con una mujer. Mi tío me decía que me iba a salir leche de las orejas.
Un día
por la noche conocí una mujer gorda, que estaba desesperada por encontrar a
alguien que la llevara a algún lugar, no tenía donde estar. La llevé hasta lo
de mi tio, y tuve por primera vez relación con ella. Estaba ensangrentada. Mi
pene que no se irguió por completo se manchó. Fue un asco. Al despertar la
mañana me fui a trabajar en un puesto de diario que había enganchado y la
dejé marchar. Ella me encontró por la tarde. Me dijo que estaba enamorada. Me
alejé, la eché de mi vista. No me gustaba, había hecho eso con ella, por un
imperativo social. De
seguro era lindo e inteligente. Las chicas del profesorado me veían tierno,
pero se imaginaban historias de mí, como un gran cazador, y apenas era un
polluelo. Una
noche, que caminaba hacia la casa de mi tío. Una travesti me paró. Era
llamativa y hasta bella. Había dos más trabajando con ella. Me paró de golpe.
Me dijo “¿querés una francesa?”, no entendí pero la seguí. Era un lugar
abandonado, como una estación de servicio, al costado de la ruta. Se
arrodilló, me dijo que costaba cinco pesos, le dije que sí, le pagué, y
empezó a chuparme la pija. Me encantó. Me dijo que por ocho podía hacerle la
cola, busque más dinero pero no se si no tendría o qué, me hizo acabar. Fue
una experiencia maravillosa. Ya era
completamente hombre. Había tenido sexo con dos “chicas”. Volví a
la madriguera del profesorado. En segundo año me atraía una mujer entrada en
años. Se llamaba Susana. Susana Irrazabal. Mujer fálica. Con ella tuve
relaciones. Dos. La primera sin éxito. La
segunda casi también. Me quiso chupar la verga, pero me dijo que estaba
sucia. La lavé, pero luego dijo que tenía gusto a jabón. La lavé de nuevo. Y
ya está. Apenas se me paró y le acabé adentro. Luego tuve que comprar la
famosa pastilla. Conocí
un telo por primera vez. Era horrible. El más barato. Y yo apenas tenía dinero.
Conocí
muchas mujeres. Tuve un noviazgo de un año con Noelia, luego con una gorda.
Me enamoré mucho de una zarpada bisexual que me hizo ver las estrellas. Tuve
variado, y me gustó. El profesorado era una sociedad de mujeres. Con lo cual
era fácil poder poseer a una. Excepto
los dos últimos años la pasé bien en ese lugar. Contención. Un nido-cobijo
femenino. Yo era exitoso. Buen alumno. El
cuarto y el quinto fue el peor. Una famosa Junia Inés Muzoppapa, me derribó
por completo. Era un profesora muy mala que me reprobó cuando podía haber
egresado ese mismo año. Me hizo la vida imposible y hasta el día de hoy la
veo como un monstruo. Tuve
que recursar la materia que me reprobó. O sea hizo un quinto año. Ya había
comenzado a trabajar en la docencia, y tenía muy buenos resultados. Pero ya
habiéndome creído de haber zafado de ser homosexual, cuando todo mi ser se
empezó a volver hacia el sexo masculino. En el profesorado era una especie de
Don Juan donde nadie sabía mi pasado, era atractivo, tenía mujeres, pero
también había algo que me llamaba a los hombres. Pero yo cargaba con todos
esos prejuicios del ser homosexual que no solo se me habían alojado en mi
experiencia en la escuela, sino en la Iglesia que había reforzado todos esos
prejuicios con palabras como aberración,
pecado, lujuria. Ya el
cuarto año me acerqué a un exprofesor de primer año. Ese tal Vecino. Con él,
un hombre de unos cincuenta años, descubrí el goce. Me hacía sexo oral de
muchas formas y conocí un placer inmenso. Me atraía su conocimiento del mundo
de las letras. Pero en algún momento él se empezó cada vez más a obsesionarse
conmigo. No dejaba de llamarme. Me
alejé como pude. No lo quise ver más. Lo seduje en un primer momento para que
me llevara a Europa con él. Y él quiso agarrarse de ahí. Pero me decía que yo
debía “entregar”, y no acepté. Y no hubo viaje. Y no hubo más nada. Ese
quinto año de profesorado solo debía hacer una sola materia. Y ya casi no
tenía relación con el profesorado. Así que como ya lejano a esa madriguera
calentita, lleno de mujeres, empecé a buscar aquel mundo de hombres que
sospechaba que existía. Conocí
lugares hechos para los gays. Me fasciné con ese mundo. Lo que más me asombró
fue un espacio que recuerda a cualquier bacanal de tiempos inmemoriales: el
túnel. El
túnel, es un espacio oscuro, que suele haber en todos los boliches gays, en
el que los chicos tienen sexo grupal. Allí no se va casi nada. Y todos tienen
relaciones. Es un lugar casi mágico. De goce y placer. Pero también extraño,
porque no sabés con quién estás, y es una mezcla total de emociones. Conocí
eso y muchos romances. A los
veinteidós hice un viaje casi iniciático. Fui hasta Mar del Plata, a Córdoba,
Misiones y Brasil… tuve muchísimas experiencias homosexuales de todo tipo. Y
también conocí una droga hermosa, y fatal: la marihuana. Si bien
ya la había consumido en Argentina gracias a un amigo que me inició y del cual también me enamoré, y del cual
también pasé momentos hermosos, y del cual también me hizo conocer la religión
Umbanda y del cual tantas cosas, mi querido Leo, pero que su presencia será
fatal poco tiempo después. Regresé
en febrero de 20…retomé las clases. Tenía una mochila muy pesada. No sabía
quién era. O sabía cómo asumir mi sexualidad. Me sentía solo. En casa de mis
viejos como en un ataúd. En el
mes de junio Leo me llevó a realizar un taller de cuatro días de esos en los
que se remueven emociones a partir de técnicas psicodramáticas. Estallé.
Estallé en miles de pedacitos. Mi psiquis se destruyó. Me
internaron. Intentos
de violación. Maltrato. Baldes de agua frío. Mucho frío. Comida de deshecho.
Súper medicado. Lastimado. Golpeado. Me pasaron al pabellón de mujeres. Allí me
sentí mejor. Luego
me llevaron a mi casa. Mi vida no se acaba acá. Empecé
a vivir medicado por años, hasta el día de la fecha. Mi familia se idiotizó y
fanatizó con la iglesia como queriendo salvguardar todo, las apariencias. Mi
hicieron creer que el pasado estaba pisado. Que había que comenzar de nuevo.
Y que me podía curar. Mi familia
insistía, de forma intransigente, que dejara el pasado atrás, que me
reconviertiera. Yo había fallado, no había duda. Con todas las cosas con las
que jugué. Que dejara malas juntas. Que había un lugar de donde podía curar
todo dolor: la Iglesia. Que fuera
a Misa. Que rezara. Que me metiera en el grupo de jóvenes de la iglesia,
donde estaba mi hermana, no me quedo otra. Porque era la única forma de ver
gente, de charlar. Mi vida
era una nueva internación, con libertad condicional, era un nuevo niño, que
tenía que hacer lo que ellos dictaban. Yo pequé, yo fallé. Me
acerqué, no me quedaba otra, al grupo de jóvenes. Allí conocí gente tan
mambeada como yo. Gente con mucha fobia al sexo, gente rara, gente que
hablaba mucho de religión, de sus leyes. Me dí mucho
con Leo M y Martín, salíamos bastante. Hablábamos. Nos divertíamos como
niños. Luego ambos serían coptados por la Iglesia para hacerse curas. A mí,
por supuesto, no me eligirían nunca. Mi vida era un mosaico de mugre. Leo M,
volvió como a los tres años. Era homosexual, cosa que yo suponía, y no sé si
no se acomodó o qué pero a los tres años lo veo super cambiado y en otra
frecuencia. La vida
pos internación, tenía un claro propósito moral inyectado desde afuera, desde
mi familia: “no pasó nada, acá no pasó nada, deja el pasado atrás, todos nos
equivocamos, Dios hace nuevas las cosas, elige tener una vida sana”. Sana en
otras palabras sería “heterosexual”, “heteronormada”, común, sin sobresaltos,
normal, normal, normal. Así fue
como comencé a ir a la iglesia, las cosas de la iglesia no me cerraban nunca,
pero la gente que iba conociendo, era gente, en fin, con la que se podía
dialogar. Nuevamente comienzo a cantar en las misas. Será después de diez
años que dejo de hacerlo. Ya era una costumbre –mala- que se me había
generado. Cantaba, seleccionaba los cantos que me parecían lindos,
apropiados, con un mensaje de amor, caridad, y eso me gustaba. Luego odiaba
ir a la iglesia, pero eso de tocar, me hacía sentir importante. Al poco
tiempo, me invitan a hacer el cursillo de cristiandad. Un viejo amigo,
llamado Pablo, una persona muy rara, con la que había compartido charlas muy
interesantes en un tiempo atrás, me invita a este cursillo de cuatro días. Mi
familia, si bien dudando de quien era la invitación, porque para mi familia,
siempre había que dudarlo de todo, sino era su pequeño mundo conocido,
acepta. Ante la propuesta de un cursillo de iglesia, la respuesta es sí.
Digamos, que ese miedo que todos pasamos en la internación, ellos desde
afuera, yo desde adentro, hacía que el núcleo familiar se moviera con una
simbiosis más fuerte que la del pasado. Entonces las decisiones válidas eran
si eran consensuadas por todo el núcleo. Núcleo.
Palabra exacta. O pirámide. Mi padre era el que manejaba los hilos de nuestras
vidas. Y nosotros, sus fieles vasallos, debíamos hacer su voluntad. Hice
ese cursillo. Había todos hombres. Porque era unisexual. Eran clases de
religión para gente que nunca había pisado una iglesia. Al
siguiente año de internación dejé de trabajar en la docencia. Era todo muy
reciente. No podía enfrentarme a situaciones de estress. Ir a trabajar a la
escuela es volver al pasado, un pasado eterno, que se repite con las mismas
leyes. Y las situaciones de violencia escolar me repercuten, y lo peor, no
puedo intervenir. Me
anoté en la Universidad de Luján, allí comenzaría una nueva carrera, Ciencias
de la Educación. Otro abiente, el ambiente universitario, casi una ciudad con
gente y gente, gente joven. Renegué
siempre de la iglesia. Me acerqué a grupo en el que eran todos hombres.
Comencé a cantar en las misas. Me obligaban a ir a la iglesia. Que dejara de
ver a todos mis amigos de antes. Que buscara gente de iglesia, buena. Que
tuviera una vida normal. #normal#
qué palabra. Tenía que curarme de ser gay. Tuve historias con dos minas. Tuve
un historia patética con una mina que quedó embarazada. Después un noviazgo
enfermizo con María, bella mujer, con la que estuve tres años. El primer año
fue de un sexo muy lindo. Pero siempre me atrajeron los hombres también. Así
que siempre viví como con dos vidas. Las
marcas del pasado no se borran. Están
en uno. El tema
es qué elegir. A los
treinta y uno tiré todo por la borda. Las mujeres me aburren. Me cansan. Empecé
a frecuentar saunas. Y me entregué por completo a una vida sexual licenciosa.
Es una
sed de sexo desenfrenado. Eso es lo que fui. ¿qué
seré? ¿qué
soy? ¿Podré
amar? Tengo
una líbido que explota, una imaginación que derrumba. Escama del sabor, canilla sin
diente. Clavo de olor. *** *** *** *** La vida
como la rosa No sé
cómo fue que comencé a hablar con él. No había reparado más que en algunos
jovencitos. Pero él se acercó. Me gusta la gente directa. En este ambiente lo
simple, gana. Era un hombre de unos sesenta años. Me habló bien. Hasta ahí la
jugábamos de heterosexuales. Por eso, me contó de sus aventuras, con tantas
“hembras, hembritas”, que hasta temí decirles de mis gustos. Pero el que no
corre, vuela. Así que era obvio, que mientras yo trataba de pensar, él ya
había llegado a la meta. Los jóvenes como yo, contamos con algo distinto. Los
hombres mayores, los maduros, cuentan con la experiencia, con el talento
refinado. Por suerte, mi personaje era el de intelectual, y el suyo, el del
ganador. No me importa su dinero, que parece bastante. Pero la verdad, que el
mundo está lleno de pobres, no viene mal un adinerado. No sé si sabrá, pero
soy un pibe de la calle, que come de la calle, que lee en la calle, que gana
de la calle. No sé si sabrá, que me formé en la universidad, que soy culto.
Creo que no le importa. A ambos nos gustas los retos. Un reto que acerca y
aleja el tiempo, generaciones. Hago que lo escucho, pero en realidad lo
interpreto. El sigue hablando de un viaje, de una degenerada, que lo hizo ver
las estrellas en la ciudad de Calafate. Que mientras, su mujer, unos tragos,
un delirio nocturno, un escape, la pérdida en el bingo, y sus silencios
hablan de sexo, y la imaginación de ambos entran en juego. ¿pasivo o activo
este macho?- entre tanto relato, no lo sé. Me toca la mano. Las gambas. Lo
saco sutilmente a disparadas. Mi mirada lo marca. ¿qué quiere?- me hago el
tonto. “el mejor amigo del hombre, es el hombre”, con esa frase escondía algo
mucho más agudo, más exacto. Más homosexual. A esta altura le pregunto,
tontamente…¿qué piensa de la vida? Su mirada se agranda, sus ojos me van
devorando por dentro, un rugido me desvanece el pensamiento? -te
gustaría ser mi cómplice, me dice entre preguntando y afirmando. Hace meses
te vengo viendo, desde tu Facebook, sigo tus publicaciones, sé que no sos
como todos. Completamente.
Loco
de acordes. Me equivoqué de sistema. La muerte es la vida láctea. Es la madre
que cubre la tierra. Soy un piojo sin cabeza que chupar. Soy una maleza desértica Quebrantado. Desesperanzado.
Copio
palabras. Las copio y las pego. Las dejo pegoteadas de mi sabor. Ya
desaparecí. Al fin. Toqué la cima de un arcoíris. Toqué los montones de
sueños de otros. Ya naufragué en los míos. Soy
un río. Soy un río. Una
tarde una vieja una moraleja una escuela una idea. Que las personas, que los esquemas, que los
trabajos, que el cielo y la tierra. Sin
anestesia, sin antídoto, sin resortes, sin escrúpulos, sin trapos en la
lengua, Me
dijo, me dijo, me dijo, me dijo Que
me meta en mis asuntos. Que no moleste SU presencia. Por
eso, por ese motivo, por esa cuestión, por lo que consta Ése
soy yo, atrevido, desafiante, equidistante, gato que engalana, Puto,
gay, homosexual, Retirado
de la vitrina del sex shop Puto
viejo, avinagrado, suave, y resentido Sin
mí. Bajo la
amenaza de un padre, que me viola, Que me
maltrata, Que me
pega con sus insultos. Prefiero,
Esta
cárcel Este
sello De no
molestar De
quedarme yaciendo En este
vacío. Me
cansé del pasado que se repite. Si bajo del barco, puedo encontrar el agua, Para
nadar, hasta que se me cansen los brazos, hasta que me quede sin palabras, Hasta
que me besen los animales, Que me
huelan Me
devoren, Me
trituren salvajemente, Hasta
quedar solo mi ropa, Único
objeto civilizado, Flotando,
recordando mis comedias, Mis
atrevimientos Decidí
yo, quitarme esta vida ausente. 1er año
de vida. Familia en apuros. 2do.
Año. Posibilidades de vida en apuros. 3er año
de vida. hermana 4to año
de vida. Sin trabajo 5 año
de vida. Mudanza 6to.
Año de vida. Escuela. 7mo año
de vida. Ya vivo el bulling como algo habitual 8vo año
de vida. Más bulling 9año de
vida. Cambio de escuela. 10mo.
Año de vida. Trabajo en la calle 11 año
de vida. Trabajo. 12-17
años de vida bulling, bulling, bulling Iglesia
resorte Iglesia
fantasía Felices
los infelices, Felices
los odiados, Felices
los creyentes, 17 a 21
años, profesor en lengua y literatura. Alegría 23 en adelante,
locura Quebranto, Lloro Asunción
Quién
soy No doy
más de esta pila de carbono No doy
más de este cuerpo que me encierra Que me
fluyan las manos al seso Que me
malgaste de nuevo Que me
vierta en un piano Que me
queme por dentro Que me
haga bolsa Y
desaparezca Soy un
maniquí de mis emociones Me
siento incapaz de todo Nacido
enfermo Nacido Drogadicto Sin ser
dueño de mi cuerpo Atravesado Loco Muy
loco Infierno
de vida Caja de
mutilaciones Falta
de prestigio, casi cucaracha Objeto
de repudio Soy una
copia mal hecha Un
milagro que no debió ser. No
quiero vivir más. Esta
vida pútrida En
descomposición Como un
avión cayéndose Despacio Disfrutando
su choque Amanerado Amnésico Deforme Sin
voz. De la
mano, sacando a ciegas, un sacacorchos, mi padre, mi antiguo ser, sacando la
furia ¿había pedido nacer? Sacando, como embestida, renovada forma de
fornicar sin prejuicios, se le aparece. Esta
vez el sacacorchos revota, no deja huellas en ningún cráneo, revota –por
suerte- cae al piso. Se revienta en el piso la idea de matar, no se mata a
nadie, solo se revive, como un sacrificio de vida, la muerte que engendra la
violencia. El
padre acribilla al niño, no lo hace pensando, sino con acción pura. La cama,
la mesa es una cárcel de amor, repleta de vidrios de olores. En la
casa no hay agua. O el agua se la lleva la sequía, que es una angustia. El
padre busca la forma de ahogar sus penas en un vaso de vidrio. El problema ya
no es de alcohol, ¿de quién sería? Se sella la dinastía en el silencio. La
historia la cuentan a medias –conviene no saber- , se vive y justifica el
presente. La malaria económica justifica excesos. No hay tiempo para jugar.
Las piedras encarnan seres, son para hacer un contrapiso de vanidad. Hay que
tapar la tierra. No hay que dejar que la tierra hable, que diga lo que sabe,
que diga lo que piensa. Nuevamente,
revota el sacacorchos, el padre grita, la madre lava los platos. El silencio
se ahoga en un fuerte silencio, y donde hay silencio hay culpa. Como en una
máquina de silencio, el silencio se replica, se remonta, se escucha en todos
lados. Una
virgen golpea la casa. Entra sin decir nada. Se oculta. Advierte, en
rodillas, que el amo la espera. La ventana golpetea unas cuantas veces del
viento que lleva. Y no pasa nada. El vidrio de la cárcel-casa sobrecoge ideas
de fotografías, de escenas. Impactadas las cosas, la suciedad del gran teatro
de un hogar que esconde cosas, de un modo tal, que la mendicidad cubre
paredes. Una
nube negra pasa de costado. Mi madre está en su cama, mi hermana no entiende.
La confusión avanza. El destino es aquello que llama lo inmotivado. Cruza
desesperada la vecina al conocer que su esclava no está lavando su pileta. Un
fúsil explota. La casa está circuncidada de electricidad. El cortocircuito de
la sangre estalla. Hay pedidos de captura para algunos miembros. Y el agua
calla. Y la tierra calla. La
electricidad envuelve a todos. La luz va comiendo a cada ser. Solo queda un
recuerdo de noticias en alguna página perdida de google. … El
perro muerde la mano de quien le da poemas, pero no muerde a quien le da de
comer. Sino espera, fiel, que su amo, lo insulte, le diga las cosas. El perro
entiende, sabe aconsejar. El amo quiebra las fórmulas, mata la culpa,
satisface necesidades. El amo crea un espectáculo idiomático, con gusto a
perlas. Se formula una nueva teoría del ser, se perpetúa una interacción
acabada de sí mismo. Luego aparecen los minotauros, las hadas y los espejos
de colores. Luego se llama a la familia y se dice que todo va bien, cuando la
realidad marca una autopista invisible. Los sueños que se esconden en toda
familia, no son sueños, sino una barba de mayonesa. Cuando los forasteros
preguntan qué pasó aquí, pues nadie responde. Nadie sabe lo que ocurrió, si
bien todos tienen respuestas. … Llegó
la hora de la azúcar, de mojar los pies en vinagre, de hacer piña colada, de
hacer pis a escondidas, de matar sapos, de comer cucarachas, de tomar helado
de una heladería barata, de jugar a las mariposas, de reventar ideas, de
saltar la soga, de matar ladrones de sueños, de pedir a papá Noel nuevos
regalos, de inventar poemas, de cantar “ametralladora”, de subir caballos, de
pintar con tierra, de tocar hojas y arrancar las más grandes, de cortar
papelitos, de hacer guirnaldas primaverales, de tirar botellas al campo, de
andar sin parar en bicicleta, de cortar pasto, de vivir en el pasto, de
escuchar música repetida, de saltar
alambrados, de romper alambrados, de juntar piedritas, de burlarse de los
transeúntes, de tirar el pelo, de arrancar los ojos, de cometer adulterio, de
mofarse de la biblia, de leer la biblia, de rezar padresnuestros, de mirar
canales de religión, de levantarse temprano, de ir a la escuela, de estudiar
en la escuela, de no querer ir a la escuela, de salir de la escuela, de soñar
con la escuela, de tener compañeros de la escuela, de ser insultados por los
compañeros de la escuela, de escuchar el timbre de la escuela. Llegó
la hora de cruzar de espacio, de comer, de pedir pizza caliente, de escuchar
gente que pasa por la calle, de mirar a quien pase, y quien pase quiera, de
tener relaciones sexuales con cualquiera, de mirar los ojos de fuego, de
salir del cine, de ir al telo, de juntar margaritas, de creer en la vida eterna
o en los gusanos, de empezar una carrera, de terminar una carrera, de salir
con un título en la mano, de tirar el título, de trabajar, de ganar plata, Llegó
la hora, de formar familia, de juntar hijos, de hacer la revolución, de mirar
películas prohibidas, de mirar todo tipo de cosas, de probar todo tipo de
cosas, de tirar la familia por la borda, de tirar los abuelos por la borda,
de matar gente, una y otra vez en pensamientos callados, de mirar de reojo, y
con ojo, de mirar por la ventanilla del tren, de llegar hasta la estación de
tren, de tirar la basura en el cesto, de leer el diario, Llegó
la hora, de escribir una novela, de escribir el sufrimiento, de revivir la
vida, de volverla un cuento, de atravesar ritmos, de bailar una cumbia, de
emborracharse por placer, de encamarse un travesti, de votar por la
izquierda, de saltar murallas y evadir impuestos, de macanear gente, de
truchar certificados, de contagiarse de herpes, de comer sano, de
intoxicarse, de fumar, de beber, de brincar de emoción en un antro bailable,
de escupir sangre, de jurar resucitar, Llegó
la hora de molestar con la sinceridad, de romper huesos, de usar gente para
beneficio propio, de morir de lleno, de cortar clavos para llegar a fin de
mes, de ir a la iglesia, de pedir perdón, de creer en dios, de adorar a dios,
de pedir ropa, de maquillarse, de salir, Llegó
la hora de la silicona, de ponerse grandes tetas para beber placer por
doquier, para que te griten, para que sea una excusa de la revolución, de
matar gallos, de hacer macumba, de juntar granitos de maíz y arroz, de usar
aros grandes, y polleras cortas, de pedir un aumento, de esforzarse más, Llegó
la hora de sacarse las tetas, de mirar para abajo, empezar de cero, volver a
nacer, de ser mamífero, de criarse en otro ambiente, de jugar libremente, de
sentarse a leer, de reflexionar, de tomar leche con chocolate, de tener
amigos, de nadar hasta el final, de jugar a la play, de comer mandarinas, de
robar flores, de hacer adornos, de hacer papel picado, de usar ropa cómoda para
saltar, de jugar al rugbi, de volver a la escuela, de salir de la escuela, de
sentarse en una computadora, de componer música, de escuchar tu propia
música, de salir del closet, de imaginar otra vida, Llegó
la hora de nacer de nuevo, de elegir otros padres, otra identidad, de sacarse
los miedos, de montar barriletes, de Llegó
la hora de ser infeliz, de renegar del pasado, de volver la mirada hacia
atrás, de correr una maratón, Llegó
la hora de matar el tiempo, de torturar animales, de comer legumbres, de ser
cazador, de ir a vivir al campo, de convertirse en un héroe, de |
AHORA Somos
visibles, Que el
olvido haga su parte, Que lo
negativo se borre Que se
desaparezca lo indecible, Siempre
hasta Que se
renueve … Ha …
dejado … una huella…esto es lo que soy Je suis comme ca! III Yo lo
amo. Es un ser especial. Del azar de una aplicación virtual lo encontré. Esa
aplicación se llama Grinder. Y nos conocimos. No tardamos en conocernos. En
emprender juntos cosas maravillosas. Tiempo de amor. Mi vida cambia. Lucas
se llama mi amor. Mi pareja. Mi familia. Mi compañero de ruta. Con él hemos
viajado. Somos
una carne. Somos uno para el otro IV Debo
decir que Lucas es un ser de luz, de amor, sincero, pleno, sin maldad. Me
ayudó a salir de la cueva negra donde estaba. V Pero
no. Soy vida eterna. La escritura es eternidad. Y es terapéutica. El amor
de mi vida. Llegó al fín, a mis 31 años, y soy feliz con el él. Él me
cuida, él me ama, el me sostiene, el me llena. Somos
dos hermanadamente juntos, uno solo. Carne
con carne Uno
para el otro Amor… Que el
viento no nos sople de la nuca Que
nunca el afuera nos venza Este Amor Que
construimos juntos Que
salíamos De
nuestros hogares-infierno Y que
juntos formamos Una
familia Distinta
, Si Distinta Que sea
fruto Que sea
plenamente subjuntivo Las
familias hacen lo que pueden, arrastran pasados, Indecibles,
La
disfuncionalidad se cubre en el silencio, Y los
gritos de las órdenes Y de
los que se pliegan a esa órden Pero… La
familia es la familia; no va y viene; -disfuncionales – sí! Cómo todas,; ¿perfecta?
; No como ninguna ; ¿mejores? –quizá ; ¿ricas, pobres, románticas, fúnebres,
lúgubres, formales, vulgares; Sucias, limpias, concientes… De
todos los colores. X Je suis
comme ca Soy
como soy La
identidad Que me
vean Soy así
No te
discrimino como sos Todo
relato tiene un éxodo; Una huida
ejemplar ; ¿hacia dónde?; ¿Para qué?
¿con qué motivo/ pretexto? ; Todos estamos huyendo…pero de qué; ¿mandatos?
¿personas? ¿familiares? Todos
con la idea en llegar a la “isla Bonita” A la
preciada A la
Atlántida Al
lugar perfecto Al
paraíso XII En las
sociedades machistas, para ser hombre no basta con tener Genitales
masculinos Sino
que Hay que
demostrar ser machito Ritos
varoniles Ritos
varoniles Ritos
pajeriles Ritos
pornografíes Ritos
espadachines Ritos
apuntadores Ritos
apuño, matadores Conciencia Inconciencia
Limbo Metáfora
Desplazamiento
Enfermedad
psíquica Soliloquio
Soledad Isla Inconciente XVI He
tenido una excelente maestra de primer grado…la recuerdo. Bellamente me
enseñó a leer y a escribir. Métodos rigurosos, pero eficaces. El abc de la escritura lo aprendí con ella.
Gracias seño Cristina. XX Al
tiempo comprendí que la vida era multiplificante. Y aprendí que no todos
somos iguales. Y aprendí que los gustos son personales. Que la imaginación es
personal, que la sexualidad es personal. Que lo personal es la intimidad. Que lo íntimo es un
baluarte del ser. Que allí está nuestro yo más puro, nuestra alma. Y que
ser, como seas, está bien, no hay que seguir estereotipos. Sé fuerte. Sé
tuyo. Sé tú. No importa cómo te vistas, con qué te identifiques en una
cercanía. Sigue tu camino. Lo que te haga feliz. Feliz de verdad. XXIV Los
putos somos artistas, quizá no todos. Pero yo me considero artista. Amo el
arte. Como éste, el de escribir. Estoy frente a una pantalla. Y escribo, no
solo para vivir el tiempo y no matarlo, sino porque sé que todo lo que no te
mata, te hace más fuerte. Y que cómo artista que soy, en este arte de vivir,
seré único, como vos, que me estás leyendo. XD Los
enigmas del sexo. ¡cuánta sangre!, ¡cuánta sangre corre por el cuerpo,
excitándolo! ¡cuánta sangre liberadora! ¡ cuánta escritura del sexo! El sexo
puede ser el pozo de la vergüenza, pero si es sano, es el camino al placer,
un placer barato -te diría- gratis. D Aprender
y enseñar, enseñar y aprender, son dos caras de la misma moneda. Cuando se
aprende, se enseña; cuando se enseña, se aprende. Hay que aprender en esta
vida. Aprender con sus enseñanzas. Las espinas están, como también los
clavos, los pinches, los palos en la rueda, los golpes, el látigo
lingüístico. Pero eso se puede transformar en música, se puede revertir, se
puede convertir. No es
fácil. DX La
calle me dio mucho. La calle es mi mundo. Me he vuelto cosmopolita de los
barrios. Cosmopolita del andar y el nadar. Soy un andador. No me frena el
pasado, me impulsa. El
dolor mueve. La pregunta impulsa. El encuentro llega…y pronto hay que seguir
buscando... Eso es la calle… andar. DXI DCIII DXXX Ser
padre no es fácil. Yo decidí no serlo. Mi padre es un ser creativo. Inteligente.
C Soy
gay, alguna vez fui bisexual, creo ser bisexual. Sin
duda soy gay CX Aprendí
el lenguaje del amor, el calor de unas novicias, que también creían en la
promesa de los hábitos. Pero ellas, las hermosas hermanitas me ensañaron a
amar, a cantar, CXI Silvia:
era: locura, canto, misticismo, artista, cantante lírica, judía, complicada,
carismática. Me
estimuló la lectura y esta idea de hacer el bien. CC CCC Los
hijos nacemos, no sabemos porqué, ni dónde, ni cuando, ni con quién. Los
hijos no somos adultos. Crecer es difícil. Es difícil ser adulto, padre de sí
mismo. CCCV El
incesto destruye hogares |
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