Cuando
no hay caminos ¡hay que hacerlos!…y fue así como cuando vi en lo que me había
metido, a esto de escribir -me refiero-, me dije a mi misma “yo puedo”.
I SUEÑOS DE INFANCIA
Tengo varios hermanos y hermanas por
el hecho que mis padres al separarse formaron nuevas familias, pero de mamá y
papá sola yo, quienes me pusieron de
nombre Teresa.
Mi primera infancia
A los 5 años de edad aproximadamente.
En ese entonces vivía con mi padre en una casa de barrio, mi vida era simple ni siquiera iba a la escuela todavía.
Mi papá como todas las mañanas se
levantaba a las 4 de la mañana para ir a y trabajar, él era empleado
metalúrgico y muy orgulloso de la empresa en la que trabajaba se llenaba la
boca cada vez que decía CADAFE, y yo lo veía, atenta, a mi padre como a un superman. Lo veía sentado tomando mate mientras me decía “¿quién es
la nena más linda del mundo?” A lo que contestaba “yo, papá”,
Despertarme e ir a la cocina a hacerme
mate cocido. A esa edad yo ya sabía
prender la cocina y calentar el agua. Solamente que una vez utilice una taza de
plástico para poner sobre la hornalla y ahí supe que el plástico no resiste el
fuego. Me pasaba todo el día en casa y cuando estaba aburrida visitaba la casa
de la vecina en donde vivía una adolescente con sus padres a quien tenía que
llevarle algún regalito para poder entrar a la casa.
Y. a veces, iba a la calle en donde se juntaban algunos
varones de la cuadra a jugar y yo tenía libre
acceso a ese grupo porque allí estaba mi hermano – de parte de madre-.
Él tenía en ese entonces 11 años y yo
lo veía como el que le ganaba a todos peleando y les decía a los chicos que me
decían que no quería que juegue con ellos.
“Vas a ver con mi hermano” y allí nomás se
metía mi hermano flacucho - al que yo le tenía tanta fe - y el que me iba a proteger de todo. Él recibía la paliza de su vida, pero me defendía,
yo era feliz o al menos eso creo ahora.
No tenía a mi madre conmigo. Ella
vivía con su nueva familia a pocas cuadras de la nuestra. Sin embargo, yo tenía a mi papá superman.
Todos los días eran así: cada día una
aventura. Aventuras en la que estaba
incluida mi gata, una fiel compañera
Al medio día, veía televisión casi
siempre una serie Daktari que se
trataba de un grupo de proteccionistas o algo así que ayudaban a los animales
de los cazadores y en algunos capítulos había incendios provocados por los
cazadores. ¡yo odiaba a esos cazadores!
Justamente, en una ocasión una prima vino a casa y sin
querer quemó la toalla de mi papá. Él solía dejarla extendida al lado de la
tele, mi prima la volvió a dejar en el mismo lugar. Al llegar la tarde, vendría
lo mejor con el regreso de papá, eso sería una fiesta: él sabia mimarme y yo
aprovechaba eso para mis caprichos.
No podía ser todo tan lindo, ya
llegaba el tiempo de ingresar a la escuela y había llegado a casa mi abuela, mi
tía, madre y hermana.
De papá entendería lo que estaba
pasando. Cuando ya el tren partía de la estación Federico Lacroze hacia Posadas
y de allí a Carmen del Paraná , Paraguay, en el andén quedaba mi papá y mi
abuela; mi tía sujetándome con fuerza. Ahí comenzaría mi vida , lo anterior
hasta aquí era un bello sueño en donde no conocía la maldad solo la dulzura de
mi padre.
II LA CASA DE MI ABUELA
Transité mi infancia en la
casa de mi abuela, una casona de ladrillos y techo de tejas. Allí vivía Mónica,
un año más que yo. Mi abuela la había adoptado a Mónica que era huérfana de padre y la madre y se había vuelto a Buenos Aires porque la familia del marido no
la ayudaba y, viuda con 5 hijos no le quedaba otra alternativa que dejar al
cuidado de una vecina a sus dos hijas más pequeñas para poder buscar trabajo en
buenos aires una vez ya estando ubicada volvería por sus hijitas,
En ese entonces no comprendía
la situación de MONICA sabía que era mi prima y ella con solo un añito más que
yo fue mi ángel, mi compañera, mi hermana por muchos años.
Hacíamos travesuras, ella se trepaba
a los árboles y yo abajo esperando lo que ella arrancaba del árbol, aunque yo
extrañaba a mi padre y quería volver a verlo.-
Mónica comenzó el primer grado y ella
me llevaba a la escuela Mi abuela le decía que me tenía que llevar de oyente,
así que eso no le hacía mucha gracia a mi prima pero lo hacia ella de
guardapolvo de tablas impecable almidonado y planchado colitas con cinta, yo
sin guardapolvo porque no era alumna,
Mientras ella estudiaba, yo me
aburría y me sentaba en el umbral de la puerta del aula.
Cada día era una aventura por vivir
con mi querida Mónica Hacíamos muchas travesuras. Éramos muy curiosas
espiábamos a la abuela cuando se bañaba. Mi abuela tenia pelo negro y largo y
la mirábamos fascinadas como se peinaba y se hacía una trenza.
Ese año mi abuela enfermó y a mí me
mandaron con mi papá nuevamente a Buenos Aires. Allí comencé el primer grado
con mi primo Luis, hijo de mi tía Cándida, hermana de papá.
Mi papa seguía trabajando en la
metalúrgica y yo me quedaba con mi tía que vivía a 5 cuadras de casa. Mi tía
trabajaba y quedábamos al cuidado de mi prima Nidia, ella tendría unos 14 años y se encargaba de
los quehaceres domésticos y cuidarnos. Mi primo Ángel era el joven de la casa,
él trabajaba en una fábrica de vidrios. Cuando Ángel llegaba se sentía su presencia, no volaba una mosca, inspiraba
miedo por su mirada, su apariencia de
dureza y voz determinante y de pocas palabras; pero yo no sentía ese miedo que
ellos mis primos Luis y Nidia sí sentían. Yo me alegraba cuando él llegaba.
Poco a poco me fui ganando su cariño y me sentaba con él a hacerle compañía
mientras almorzaba.
Mi prima, su hermana, le servía la
comida y de la heladera sacaba una botella de vidrio “Paso de los toros” una
bebida gaseosa que solamente a él y a mí nos gustaba, y me decía “trae un vaso”
y me servía yo. Tomaba mirándolo mientras él bebía con tantas ganas. Su bebida -esa
era toda la comunicación-, ese momento de sentarme en la mesa con él y de a
poco pude ver el corazón bueno de mi primo, rudo que practicaba boxeo.
Yo era muy bajita de estatura y lo
veía a él desde el piso: me parecía muy grande. De a poco me fui acercándome
más hasta que cada vez que llegaba me alzaba y me lanzaba al aire y me volvía a
sujetar y eso me encantaba
Cada vez que llegaba yo corría hacia
él para que me tire al aire una o dos veces, y le mostraba mis zapatos nuevos, yo
siempre tenía zapatos nuevos y mama nueva.
Entonces cada vez que Ángel me veía
me decía “zapatos nuevos: mamá nueva”.
Mi papa traía a sus novias a casa y
yo celosa, ya no compartíamos tanto, porque en el tiempo que estuve con mi
abuela mi papá dedicaba su tiempo a sus diferentes mujeres, y eso a mí no me
gustaba y hacia berrinches.
Los días en la escuela eran muy
aburridos para mí y al volver a la casa de mi tía Nidia nos esperaba con la
comida y después por la tardecita nos llevaba a juntar huesos latas y no sé qué
más. No nos íbamos lejos, solo a una o
dos cuadras. Para nosotros era un juego al principio; después ya era una obligación. Llevábamos eso a vender a una chatarrería y a ella le
daban la plata. Y volver rápido a casa: nos bañábamos y ayudábamos a limpiar
todo antes que llegara mi tía del trabajo.
Y estaba prohibido contar eso, era un secreto, el resto del día
jugaba con mi primo Luis. Hacíamos experimentos, casi siempre con latitas de sardinas, al fuego con aceite, y allí ponía sus dientes de leche que los
guardaba cuando se les caía , y ponía el diente en la latita en la hornalla de
la cocina para ver qué sucedía
Y por ahí, el vecinito nos avisaba “¡viene tu mamaaaá!!!,
y volaba todo. Guardábamos todo debajo de la cama. Eso lo podíamos hacer cuando
Nidia no estaba ,cuando estaba en la escuela ella iba por la tarde nosotros por
la mañana.
Ese año hice primer grado
en Buenos Aires. Para el año siguiente ya estaba nuevamente en la casa de mi
abuela y allí comenzaría el segundo grado, pero algo había cambiado mi abuela
ya no estaba, había fallecido.
III MONI
Mónica y yo quedamos al
cuidado de mi tía Sinforiana, la hermana
menor de mi papá. Le decíamos tía Sinfo. Ella tendría 25 años aproximadamente,
tenía un pelo hermoso el cual cepillaba; y yo, la miraba admirando lo bonita
que era. Cada mañana saltábamos a la cama de mi tía. Las tres nos reíamos. La
tía tenia costumbre de agarrarnos los pies y hacernos cosquillas.
Al principio era gracioso
después ya no lo sentía así, Mónica y yo íbamos a diferentes escuelas no sé por
qué las dos eran estatales y a 2 cuadras de distancia.
Mi papa leía mucho, era muy curioso y
yo aprendí de verlo leer también a leer. Lo primero que leí fue lo que decía en
la botella de vino que mi papá tomaba con la comida.
Según contaba mi papá a los 3 años ya
leía, mi escolaridad no fue muy normal que digamos, ya que del primer grado me
pasaron a tercero, luego de ahí solamente hasta el quinto grado.
Por diferentes cuestiones no asistía
a la escuela, mientras cursaba el tercer grado vivía con mi tía Sinfo y Mónica.
Me gustaban los días de lluvia porque
Mónica y yo leíamos todo el día historietas de Paturucito Condorito y de
Isidoro cañones metidas dentro de un mostrador dado vuelta.
Ése era un mostrador lleno de algodón
que mi tía traía de la chacra de mi tío Paulino y depositaba el algodón dentro
del mostrador. Quedaba como un cajón, que
era de mi abuela cuando tenía negocio. Ambas acomodadas allí, una en cada
extremo del mostrador el más mullido y cómodo sillón. Teníamos pilas de
historietas y revista “Selecciones del Reader Digest”.
Mi prima Mauri nos mandaba revistas
desde Buenos Aires; y para comer: maníes con miel, que Mónica sacaba a
escondidas del cielo raso en donde la tía guardaba la comida.
Mónica era como una monita se trepaba
a todos lados y encontraba todo, yo por el contrario, era muy bajita y se me
dificultaba trepar y correr. En cambio, ella trepaba arboles techos. Yo la
admiraba. por eso era mi ángel, porque me
proveía de alimentos: era mi hermanita-ángel
.
De esa manera pasábamos nuestros
días. También teníamos responsabilidades que cumplir: entregar ropa limpia,
almidonada y planchada. La tía trabajaba en casa para la pensión del pueblo.
Una vez al mes nos íbamos una semana
a la chacra del tío Paulino, hermano de la tía El tío le podía traer los
productos de la chacra a la tía, pero ella muy orgullosa no lo permitía. Ella
iba a cosechar para nosotras. Mi tío llenaba la carreta de maíz, maníes,
mandioca, porotos, leña y todo lo que
la tía juntaba.
Fue así que, en una ocasión, en la
casa de mi tío, me dormí una siestita y al levantarme le pregunté a mi primo
Rubén (Rubén era el menor de los hijos del tío,
el mayor era Marcial y Estela la del medio) por la tía, y me dijo que “se había vuelto a la casa y que me dejó”.
Yo me puse a llorar porque no me
gustaba estar ahí, así que empecé a caminar y le pedí a mi primo que me
acompañe hasta el portón chico que estaría a unos 50 metros de la casa.
El portón impedía el paso de los
animales, luego atravesamos el portón grande a un kilómetro aproximadamente y
de ahí el camino al pueblo. Mi primo me acompañó hasta llegar a la casa de la
tía. Él sabía que la tía seguía en la chacra pero en ningún momento me lo dijo.
La casa estaba cerrada. Pensé que estaría en la
casa de la tía Rosa, (la tía Rosa era mi tía-abuela, delgada y alta; viuda, se
había casado con un alemán. Vivía a unas 8 cuadras).
Ya era tardecita y nosotros los dos
pequeños solitos llegamos a la casa de la tía. La cara de mi tía asombrada
porque era raro y nos hacía preguntas, y
luego nos mandó a lavarnos las manos. Ya se sentía el olorcito a algo rico y
eso era lo más lindo de ir a lo de la tía rosa.
Merendamos leche con panqueques
después jugamos con Mirta, la nieta de mi tía. Ahí dormimos, estábamos
contentos y nos olvidamos de todo. Solamente jugábamos.
Al día siguiente estábamos en la
hamaca debajo de un árbol de tala cuando escuchamos una voz fuerte de enojo. Era
mi tío Paulino, bajo de su caballo, saludó a mi tía, charló con ella y después
hizo sonar el arreador de cuero en el suelo y nos hizo gesto a que camináramos
delante de él.
Y así nos llevó por todo el pueblo él
a caballo, nosotros a pie; y cada tanto,
un latigazo al suelo. Yo adoraba a mi tío, él era un hombre alto, muy serio y
muy trabajador
Tenía una dulzura cuando me hablaba.
Y una dulzura de protector, tanto que en
una ocasión que una oveja negra -que era
mala- me había embestido y caí sobre la bosta de vaca. El inmediatamente carneó
el animal y me decía cuando estábamos cenándola “mordé fuerte Tere, ésta es la
que te tiró”.
Pero también sabia de su mal carácter. Cómo castigaba a sus hijos, esos retos que le
daba y seguramente algo más; pero yo nunca vi pegarle a nadie.
Todos lo respetaban, chicos y
grandes.
IV
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De esa manera fue esa primera etapa
de mi infancia entre juegos y escuela, Mónica mi prima era lo mejor que me
había pasado en esos tiempos, teníamos amigas las vecinitas de enfrente Andrea,
Daniela y Perla eran hermanas, Edith era otra vecinita tenía 2 hermanas Eloísa
y Olí , a Edith le tocó sufrir la muerte de su hermana Eloísa , unos días antes
jugábamos a que se moría una muñeca, y que la velábamos y la sepultábamos.
La tía nos decía no jueguen a eso
trae mala suerte, así que cuando falleció Eloísa pensé que era nuestra culpa,
Eloísa era muy bonita tenía 15 años,
Los días siguientes eran muy tristes
en la casa de Edith pero jugábamos.
Los días fueron pasando y una tarde mientras
la tía y la mamá de Andrea dormían siesta nos fuimos a vagar y llegamos a una
laguna artificial. Hacía mucho calor, así que nos metimos y chapoteábamos y
jugábamos en el agua sucia. En eso veo a la tía que se acercaba a toda
velocidad con una rama larga y fuerte, corrimos y corrimos, pero igual ella nos alcanzó con la punta de la
rama. Mónica fue la que más cobró: las piernitas flacas estaban
todas marcadas, enrojecidas.
¡Qué felices éramos nosotras en
nuestro mundo! Dormíamos juntas, nos bañábamos juntas, con solo mirarnos ya
sabíamos, no hacían falta las palabras.
Al tiempo algo cambió la tía se fue
con Mónica un largo tiempo a la casa de un tío en la ciudad de San Ignacio,
allí seguía la escuela y a mí me dejaron en la casa de mi tío Paulino.
Esa parte de mi infancia fue dura, de
pronto ya no estaba Mónica, ni mi cama cómoda de la casa de mi abuela.
Todo era distinto lo más o menos
bueno, era que en la casa de mi tío
vivía por temporada en la casa.
La sobrina de la esposa de mi tío, se
llamaba Teresa también, y se quedaba los
días de semana porque era maestra y enseñaba en una escuelita de campo, y a esa
escuela fui ese año. Yo continuaba el tercer grado que ya había comenzado en
Carmen, el pueblo en donde vivía con mi tía.
Mi maestra, Teresa, dormía conmigo en
la misma cama, porque en la casa de mi tío no había mucha comodidad.
Y la esposa de mi tío no era mucho de
la casa, era maestra pero había dejado de trabajar en la escuela para estar con
mi tío sembrando en la chacra.
Ellos comenzaron con mucho sacrificio
y al día de hoy son grandes agricultores de exportación; y a mí me tocó estar
con ellos. Yo colaboraba en los que quehaceres: ayudaba a mi prima Estela, y
jugaba con Rubén
IV CAMBIOS
Los días eran interminables mi primo
Marcial no era muy simpático y Estela tampoco, la escuela era muy diferente a
la escuela del pueblo, muy precaria y caminábamos mucho para llegar a ella. Yo
me ponía el guardapolvo blanco que la tía me lavaba con jabón blanco,
almidonaba y planchaba. Sin embargo el guardapolvos de a poco se volvió viejo,
mal lavado y arrugado. Mi pelo ya no estaba tan arreglado y mis pies toda la
mañana mojados porque en el camino el roció mojaba y ensuciaba mis zapatillas
que eran blancas.
Todo en mí se fue deteriorando. Al
tiempo dejé de ir a la escuela porque la maestra se había ido y la escuela
cerró.
Yo, más tiempo en la casa; quería ir
con mi tío a la chacra, pero solo iba Marcial que era más grande.
Así que me volvieron a mandar a la
escuela del pueblo con mi primo en un caballito manso los dos. Y volvíamos juntos.
Mi aspecto ya no estaba cuidado como
antes cuando me arreglaba Mónica, así termine ese año escolar,
En el campo había época de cosecha y
acostumbraban a juntarse todos. Se quedaban a dormir como se podía.
Una vez a la casa de mi tío vinieron
familiares de la esposa del tío con sus hijos. Si Marcial era terrible, éstos
eran mucho peor, y se juntaban y a mí me hacían bromas desagradables.
Esa noche armaron camas en la galería
para todos los chicos y también estaban los más grandes entre ellos Marcial y
sus primos muchos más grandes.
Acá se terminó mi inocencia. Ocho
años tenía yo cuando sentí el peso sobre mi cuerpito flacucho y pequeño, no era
ninguno de mis primos; supongo que era
uno de los primos de ellos, el más grande creo. En ese entonces no entendía qué
me había pasado solo que hasta el día de hoy lo recuerdo, y recuerdo que
hablaban bajito con Estela, ella sabía.
Después, al tiempo, mi tía volvió a
la casa del pueblo pero sin Mónica, ella seguía en San Ignacio y yo también
volví a la casa. Una parte de la casa
estaba alquilada a una señorita que tenía a cargo a su mama ya muy viejita. Andresa
se llamaba la chica. Era delgada y arregladita solo que el rostro tenía con
muchas cicatrices de acné, pero era muy amable conmigo.
V PAPÁ Y ANDRESA
Al tiempo se mudó mi papá a la casa,
mi papá era muy mujeriego y Andresa se enamoró de mi padre. Y entonces éramos
los tres felices, al menos Andresa y yo, mi papá no sé, siempre tenía otras. Él
viajaba siempre, trabajaba comprando y vendiendo de todo y también de cocinero
en las empresas que construían rutas.
Una mañana me despierto casi no podía
mirar, sentía la cabeza pesada y que me iba para un costado, mi papá se levantó
asustado
-mi hija, ¿qué te pasa?- me decía.
Yo no podía contestar, me llevó al
hospital y me sacaron gusanos de la cabeza: se me había hecho miasis.
Eso les pasaba a las vacas por el
líquido de los gusanos y justo a mí me
pasó. Así que me sacaron las enfermeras porque no había médico y sin anestesia.
De a poco me fui recuperando pero yo tenía la cabeza toda vendada y me habían
cortado el cabello.
Llegó la navidad y yo con mi
madrastra Andresa y con su madre la pasamos solitas. Mi papá lejos trabajando, mi tía se había ido a San Ignacio.
-¿Qué querés comer de especial? – me
preguntó Andresa
- Papas fritas- contesté.
Las papas escaseaban en ese lugar
allí. No se cultivaban papas y era raro ver papas. Así que salió a buscar y
consiguió. También, eran caras, así que esa noche la cena especial fue papas
fritas,
Cada tanto volvía mi papá y se
quedaba unos días,
Una mañana al despertar fui a la sala
- que era el lugar en donde dormía Andresa- y mi papá estaba allí, había
llegado de madrugada ¡Qué contenta me puse! ¡Mi papá me había traído fibras
para el colegio y unas cuantas cosas más, unas lapiceras que eran 4 colores en uno!
La sala, tenía una puerta grande de
dos hojas que comunicaba con el dormitorio y una puerta a la calle y otra a la
galería trasera. Estaba todo siempre muy limpio y ordenado. Andresa era así, muy limpia, simple y
cariñosa.
Ella trabajaba en un negocio frente a
la escuela. En el recreo todos iban a comprar al negocio. Yo nunca iba hasta
ese entonces. Andresa me esperaba con una bebida gaseosa y un rico sándwiches
de salame tomates y queso. Ella me nutria el cuerpo y el alma, me daba cariño y
yo adoraba estar con ella.
Al medio día arrancaba algunas tunas
y me las llevaba a casa para comerlas hasta que me lleve un susto. Antes de
entrar a la escuela sacaba de la planta y las guardaba en un poste que tenía un
huequito en la parte de arriba. Yo de puntitas de pie llegaba y al salir de la
escuela me las traía en el bolsillo.
Esa vez en lugar de la tuna, encontré
una lagartija. El susto que pasé me dejó paralizada por un rato y nunca más
volví a comer tunas.
Todos los días eran iguales, todo
pasaba con una calma y rutina que me agradaba, me daba seguridad.
Y un día de esos volvió Mónica, eran
las vacaciones de tres meses, así que contentas las dos. Comenzamos nuevamente
a jugar y a leer
Al poco tiempo Andresa se mudó, la
tía le había pedido la parte que le alquilaba.
Ella me llevó a la nueva casita hasta
que volvió mi papá. Él era muy responsable y me llevó y me cuidó.
VI EN LO DE TÍA MÓNICA
Volví a la casa con mi tía Mónica que
era epiléptica y le estaban agarrando
más seguidos sus ataques,
Así fue que una vez al regresar de la
escuela la encontramos con Moni tambaleando sobre el borde del aljibe, la
salvamos de caer al pozo.
Entonces nos cambiamos de turno para
cuidarla. Moni iba por la mañana y yo por la tarde, poco a poco la salud de la
tía se fue deteriorando: ya no planchaba ropa para la pensión; porque en una
ocasión en unos de sus ataques se quedó la plancha pegada al brazo y se quemó
bastante.
Cuando Moni tomaba mate estábamos al
lado de ella porque también se había quemado con el agua caliente. En otra
ocasión se había comido parte del jabón de lavar ropa, y hacia cosas raras.
Cuando íbamos al cementerio ella se quedaba mucho tiempo en la sepultura de sus
padres porque los extrañaba mucho. Ir al cementerio era la mejor mimada mientras
nosotras jugábamos a las escondidas entre las sepulturas, hasta que una vez en una sepultura de indio se desmoronó y salimos
corriendo.
A la mañana al despertar, era rutina hacernos coquillas en los pies y
nosotras a los gritos, riendo de tantas cosquillas. También las costillas en la panza.
Las cosquillas dolían porque con el dedo índice nos hundíamos fuerte.
Ya nos dábamos cuenta que algo le
pasaba a la tía, hablaba sola y se reía con los ojos raros. Mónica me miraba me
hacía gesto y nos íbamos atrás de la casa a jugar a la hora de la comida nos
daba comida pasada a veces ya está verde y nos obligaba a comer. Tenía una rama
en la mano si no comíamos nos pegaba, Mónica subía al cielo raso y traía miel y
maní.
Así nos alimentábamos. La situación se
puso peor y mi tía Herme viajó desde Buenos Aires a ver qué pasaba. Se
reunieron los hermanos. La tía estaba agresiva en una de esas revoleó un sueco
pesado de madera -como se usaban en esa época, seria en el 75 aproximadamente- en
dirección a mi papá, pero me dio a mí y mi tío Paulino se enojó tanto y la
encerraron en una piecita muy chiquita con un ventiluz.
VII LA TÍA HERME
Solo la tía Herme entraba a darle de
comer. La tía Herme trabajaba en Buenos Aires de empleada doméstica. Ya hacía
varios años que trabajaba para la misma familia, y le dieron permiso para
viajar. Lo que sí, que tuvo que quedarse
un largo tiempo: había conseguido trabajo en una fábrica de embutidos en la
esquina de casa mientras nosotras la cuidábamos a la tía.
Yo dormía con la tía Herme en la sala;
y una noche me despierto, y la tía Sinfo la tenía a la tía Herme del pelo. La
hizo sentar en la cama y mi tía herme la trataba de tranquilizar le decía que
me estaba asustando.
-
vamos a hablar afuera -
Y le daba la razón a lo que ella
decía. Todo iba de mal en peo. Los hermanos decidieron vender la casa y hacerle
una cabañita en la chacra de mi tío Paulino, y así nos mudamos. Creo que fue la
peor decisión que tomaron.
Ahí nos quedamos por 2 años aproximadamente en
el medio de la nada lo bueno es que mi tía Cándida se había mudado también y
estaba mi primo Luis y Ñeco que eran buenísimos y vivíamos con ellos en la casa
de adelante y en la de atrás, mi tía Sinfo, peor cada vez , tenía sus días.
VIII LA TÍA SINFO EMPEORA
En una ocasión desapareció por varios
días. Estaba en el monte. En otra ocasión se había quemado porque tenía un
brasero, hacia frio en su casita, y se cayó el brasero al lado de ella.
Estuvo internada y la tía Herme viajó
nuevamente. Mi tía Cándida era muy buena y el marido también al menos en ese
entonces, tocaba la guitarra y nos hacía bromas y Luis y Ñeco se iban a la
chacra con él, porque habían sembrado maíz algodón y más cosas,
Yo me quedaba en la casa con la tía y
la ayudaba con mucho gusto, comíamos muy rico. A la tía le gustaba cocinar. Después
de lavar los platos que nos tocaba a Mónica y a mí, escuchábamos radioteatro.
Yo me había encariñado mucho con mi
tía Herme. Así que cuando venía de Buenos Aires me ponía muy contenta y ella me
mimaba a mi más. Esos años no fuimos a la escuela, solamente Luis iba, era
complicado debido a la distancia.
Poco a poco fueron pasando los días,
los meses y los 2 años allí; y un día la tía Herme me llevó con ella a Buenos
Aires, yo tendría 11 años, ella trabajaba cama adentro en la misma casa de
siempre, y yo me quedaba en la casa de mi tía Ñeca.
VIII EN LO DE TIA ÑECA
Ella tenía dos hijos pequeños Alicia
de 6 meses y Dani de 3 años, y necesitaba a alguien que le cuide los chicos
para que ella pudiera trabajar.
Me dio instrucciones y aprendí rápido
a cambiar pañales, y preparar mamadera. Mis primitos se portaban bien. La amiga
de la tía, una vecina, tenía una hija de mi edad y una bebé de la edad de
Alicia, con quien hablaba.
Ya no jugaba a esa edad, me convertí
en una pequeña mamá: a todos lados con mi primita a upa. Después la vecina
también me dejaba a la bebé, mientras trabajaba y me daba un poquito de plata
con lo que me compré un par de zapatos. ¡ yo contenta con eso! A los meses
llegó mi tío, el marido de mi tía Cándida.
Se quedaba en la casa de la tía
también, trabajaba todo el día solo venía a dormir, a la mañana la tía se iba
primero al trabajo, después mi tío, el
cuñado de la tía Ñeca.
Todo bien hasta que una mañana mientras
preparaba la mamadera para Alicia el me empezó a decir, a susurrar “ya estas grande estoy, enamorado de vos” y
me comenzó a abrazar tocándome los pechos que ya se me notaban. Conseguí salir
de la cocina; agarré a mi primita para darle la leche y por suerte se fue. Eso
me perturbó bastante.
Repentinamente, me di cuenta que yo hacía gestos sin darme
cuenta parpadeaba seguido y torcía la boca, cada vez con más frecuencia.
El vecinito me hacía burla por eso y
hacia los mismos gestos por lo que no quería que vaya a ver la tele en su casa
porque se contagiaba de mis gestos.
--no vengas más Candi - Él me llamaba
Candi - no voy a ver dibujitos - y cambiaba de canal, ponía Mirta Legrand
Entonces dejé de ir, y en eso llega la tía con un televisor Hitachi
rojo, que le habían regalado en el trabajo. Y ahí ya no necesitaba ir a ver la
tele a la casa del vecinito, pero él
venía porque se le había quemado el televisor, ya pronto cumpliría 12 años.
IX
EN CASA DE MAMÁ
Y fue entonces que mi tía me llevó a
ver a mi mamá. Viajamos, tomamos 2 colectivos y llegamos a la casa en donde vivía
mi mama con el marido Luis. Allí vivían también los hijos de él, Delia y Luis, y los 2 en común, Jorge y Graciela y
Cresencio mi hermano mayor.
La tía no la quería a mi mamá, no
perdía oportunidad para hablarme mal de mí mamá, de envenenarme. Eso se podía
sentir en el aire tenso, eso me incomodaba bastante. Me quedé en vacaciones de
invierno una semana en la casa de mi mamá.
Pero ella trabajaba todo el día y mi
hermano Cresencio no era de hablar mucho, yo ayudaba a Delia la hija de mi
padrastro y chalábamos.
Llegó mi cumpleaños y mi mama vino
con Graciela y Jorge a la casa de mi tía hubo torta globos y bonetes.