Aliteración
(Ensayo desde la neurociencia y la psicología cognitiva — aprox. 650 palabras)
La aliteración es una técnica literaria basada en la repetición deliberada de uno o varios sonidos dentro de una secuencia verbal. A diferencia de la rima —que suele organizar el final de los versos—, la aliteración actúa en el cuerpo mismo del lenguaje, infiltrándose en las sílabas, en los golpes fonéticos, en la respiración del texto. No es una figura decorativa: es una técnica perceptiva. Trabaja directamente sobre cómo el cerebro oye, anticipa y siente el lenguaje, incluso cuando se lee en silencio.
Desde la neurociencia cognitiva sabemos que leer no es una actividad silenciosa para el cerebro. Al leer, se activan regiones auditivas secundarias, áreas motoras del habla y circuitos rítmicos que procesan patrones sonoros. El cerebro simula la voz. En ese contexto, la aliteración funciona como un estímulo rítmico reiterado, una señal que el sistema nervioso reconoce, espera y disfruta. La repetición de sonidos genera predicción, y la predicción reduce el esfuerzo cognitivo. Leer aliteración es, para el cerebro, una experiencia más fluida, más corporal, más “habitable”.
La aliteración activa de forma notable la memoria de trabajo fonológica, ese espacio mental donde sostenemos sonidos mientras los procesamos. Cuando un texto repite consonantes —la s serpenteante, la r vibrante, la p explosiva—, el cerebro no solo comprende el significado: siente el sonido como textura. Esta textura sonora se asocia rápidamente con emociones. No por azar, las s suelen vincularse con lo suave, lo sigiloso o lo ominoso; las t y k con lo cortante; las m y l con lo íntimo y lo calmo. Estas asociaciones no son culturales solamente: están ligadas a cómo el cuerpo produce esos sonidos.
Desde la psicología cognitiva, la aliteración cumple una función clave: ancla la atención. En un entorno de sobrecarga informativa, el cerebro selecciona aquello que presenta regularidad perceptiva. La repetición sonora crea una especie de “marca” que dice: esto importa. Por eso la aliteración es tan frecuente en poesía, consignas políticas, publicidad, refranes y textos infantiles. No porque sea “linda”, sino porque es eficaz para fijar información.
Hay algo aún más profundo: la aliteración precede al sentido. En muchos textos, el lector recuerda antes el ritmo que el contenido. Esto conecta con una dimensión arcaica del lenguaje. Antes de que el ser humano escribiera, escuchaba. Antes de que conceptualizara, ritualizaba el sonido. La aliteración reactiva esa capa primitiva donde el lenguaje no explica: invoca. Desde esta perspectiva, escribir con aliteración es dialogar con una memoria preconceptual, corporal, casi infantil del lenguaje.
En términos neurológicos, la repetición sonora favorece la sincronización neuronal. El cerebro tiende a coordinar su actividad cuando detecta patrones rítmicos, lo que genera una experiencia de cohesión interna. Por eso ciertos textos “entran” mejor, se recuerdan más, se sienten más intensos. No es magia: es neurodinámica.
La aliteración también puede generar efectos emocionales específicos. Un uso insistente puede producir placer, pero también saturación, ansiedad o extrañamiento. Cuando el patrón se vuelve demasiado evidente, el lector deja de procesar semánticamente y pasa a una lectura sensorial. Allí, la aliteración roza la frontera con la música, con la jitanjáfora, con lo prelingüístico. Desde la psicología cognitiva, este fenómeno se explica como un desplazamiento del foco atencional: el significado cede lugar al estímulo.
Por eso la aliteración es una técnica poderosa pero peligrosa. Bien utilizada, organiza el texto desde abajo, desde el sonido hacia el sentido. Mal utilizada, puede convertir el lenguaje en ruido. El escritor debe comprender que no está repitiendo letras: está modelando la experiencia cognitiva del lector.
Finalmente, la aliteración no solo afecta al lector: afecta al escritor. Al escribir repeticiones sonoras, el autor entra en un estado rítmico que modifica su propia cognición. El lenguaje empieza a “llevarlo”. Aparece una especie de trance leve, una escritura más corporal que racional. Esto explica por qué muchos escritores sienten que ciertos textos se escriben solos: el ritmo toma el control.
En síntesis, la aliteración es una técnica que trabaja en el nivel más básico de la mente lectora: el sonido, el ritmo, la anticipación, la emoción. No embellece el texto: lo encarna. Es la prueba de que la literatura no solo se entiende; se escucha con el cerebro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario