“EN TIEMPOS DE CUARENTENA”
Adelaida es una escritora argentina, que siempre ha conmovido con sus
letras. A veces, ese juego de agujas de tejer que la llevan a escribir desde la
soledad de la pluma, nos llama a pensar que el pasado tiene mucho que decirnos.
Cuarentena en mi cuarto
Todos los días del año
Yo vivo en cuarentena
Yo me encierro en mi mundo
Las fotos de mis padres, mi perro en
la cama
Mi planta que tan solo quiere un poco
de agua.
Por mis paredes reptan gritos que he
silenciado
Y los llantos tan llorados
Despliego en silencio, mi
adolescencia perdida.
A veces, traigo mi cena, o mi
almuerzo o un té
Pretextando dolencias que a nadie le
interesa
Por eso,más me encierro,por eso más
me alejo
Aquí en cuatro paredes,mi yo ilumina
mi ego
Aquí soy parte de un mundo al que
ninguno entra.
No se atrevan a entrar, evito ser
invadida,
Bastante sacrifiqué por ustedes una
vida.
Aquí me quedo y salgo,sólo cuando lo
decido
No quiero que se desplomen
Todos los yo construídos.
Y la
calesita giró ante mis ojos
Pasaban
caballitos,autitos,mariposas
Me mareaba su
marcha infinita
Pero apretaba la
mano fuerte de mi padre
Y
sólo veía luces de mil colores.
No me animaba a
subir
Temía desaparecer
en esas vueltas
Y
no
volver jamás a casa
Pero papá subía con
sigilo
Y
me
ayudaba a arrancar esa sortija
Que tantos
niños,como yo,la pretendían.
Y
yo
creía que emprendía un viaje
Más allá de las
nubes y las estrellas
Cuando, de pronto
apareció el niño,
El niño de enormes
ojos y rulos rubios
Que vestía una ropa
muy extraña.
Lo veía sentado muy
quietito
Extendiendo su mano
chiquita,
Le dije a mi padre
que bajara
Y
subí al niñito angelado,
Lo puse en un
autito color rojo
Le dije: No te
asustes,pequeñito
Te cuidaré por
siempre, ya no llores,
Abrázame muy
fuerte, y déjate llevar al infinito.
Lo supe ya adulta,
no sé cómo,
Fue un extraño
juego de la vida
Que altera el papel
de sus actores...
Aquel pequeño niño
de ojos grandes
Aquel pequeño niño
de cabello enrulado
Y
temor que invadía su carita
Aquel pequeño
niño era mi padre.
Me dijo el viento
Aventando a un soñador sin sus zapatos
O al náufrago eterno
En sus tristezas
O a la mujer que llora.
Me gustaría morir
Aún siendo viento
El mínimo soplo en la oreja
Del poeta
me gustaría morir
Llevando lluvias
Que penetren cual clavos
Las tierras secas.
Si no me muero viento
Viento no he sido
Mientras una pluma eleve
De cualquier suelo
No seré brisa ni soplo
Seré un viento
Miles de soplos forman
Terribles vientos
No hay vientos que no amparen
Cerrados soplos.
Quiero morir un día
Yo , como todos
Como cualquiera aguardar
Mirando el cielo
Que mi magia se lleve viejos sudores
Y el supremo aroma
De las lavandas.
*************************** Así de quieta se quedó mi risa Como se queda el árbol Desnudando su copa Así de quieta se quedó mi boca Cuando la tuya ardiendo Se acercaba a la mía. Dos amantes en la noche tibia Dos seres cobijados en la esperanza De escapar del tedio de sus vidas Y rehacer lo deshecho por sus
sinos. Transitar un sendero inolvidable Sentir las mariposas en el pecho Desparramar la miel en ese lecho Y escapar sin ser vistos en la
sombra. Dos seres ciegos, pero ardientes Que pactan esta cárcel de misterios Porque la otra es tan terrible y
perpetua La otra es miserable y denigra. Pero esta cárcel, Dios, yo la
prefiero Y él es mi eterno carcelero, no quiero huir de aquí a ningún
sitio, aquí está el amor, el
verdadero, aquí se arrugará mi cuerpo y mi
cerebro hasta que venga la muerte a
buscarnos. ************************************ Torino por Adelaida
Forte Uno cree que la
gente nunca se va a morir. Y entonces deja de llamarlo, o lo llama mentalmente
y se dice a sí mismo “Debe estar bien, jugando al fulbo (como él dice)
fumándose un Particulares en el
entretiempo, y un vermút con papas fritas al final del partido”. Solía acomodarse
el pantalón hasta la cintura y peinaba su cabello con Glostora para que le
quedara bien prolijo y brilloso. Se iba luego con
sus amigos a su casa, una pieza con baño y cocina en un conventillo. Era una
de las pocas con baño propio, las demás, ubicadas alrededor de un patio con
pileta para lavar la ropa y sogas para tender la ropa, más algunas plantas
que coloreaban el sitio, no tenían baño. Allí, lo esperaba
su gato, Carrizo, que era el único que entibiaba su vida vacía. También tenía
un malvón, un poco de color que matizaba su vida gris. Porque hasta Carrizo
era gris. Pero Torino, se las ingeniaba para pintar con alegría su
refugio. Visitarlo era como ir a todos los cines de la calle Lavalle,y
ver las películas dirigidas por los mejores directores. Tenía mil anécdotas
algunas inventadas, pero todo ayudaba para pasarla bien. A veces, venía como
un loco, contento, desbordado, porque un amigo le había conseguido entradas
para el Metro o el Ópera. Le gustaba el Ópera, porque, si el tiempo lo
permitía, corría el techo y se veían las estrellas. De su vida se
sabía poco, él no refería datos. - Nací
de un repollo- nos decía- ¿no me
creen, salames? Ah, ¿ustedes creen que para hacer un pibe, se tienen que
encamar un hombre y una mujer! No, nacemos de un repollo, algunos pitucos
vienen de París con una cigüeña Todos reíamos
hasta llorar, y él exponía una dentadura perfecta junto a nosotros. Yo vine en un repollo blanco, grande, que costó
sacar de la tierra, por algo estaré aquí! Y se quedaba en silencio,
con la mirada perdida, como preguntándose porqué estaba aquí. Cómo encastraba
su vida hecha pieza, en un rompecabezas con el que todos nacemos. En las largas
siestas de verano, me sentaba en la vereda, contemplaba a los vecinos,
mateando y cuereando, y no sé por qué me acordaba de Torino.-¿Qué estaría
haciendo el loco?- Entonces, mi mente lo proyectaba en la carnicería,
putéandose con Cacho, el dueño, porque se la pasaba regalando algo para el
puchero a los que no tenían guita. - Descontámelo de
mi sueldo, total yo vivo con cualquier cosa, dejate de joder estás
podrido en plata, mirá el auto que tenés, un Torino, loco, rojo ¡así lo ve la
chusma! Cacho lo adoraba,
y le perdonaba todo porque era más decente que Dios, incapaz de alguna
tropería. -¿Sabés por qué
me compré un Torino? Por vos, en homenaje a vos. - Y lo abrazaba llorando,
porque Torino despertaba ternura. Así lo acompañaba
a distancia, era tan rico, tan popular que sólo recordarlo, llenaba mis horas
vacías. Nunca me plantée por qué no lo llamaba o visitaba, tal vez tenía
miedo a que no fuera el mismo. O quizás otro más de los que
desaparecían cuando mirábamos las fotos viejas que se guardaban en una
caja. Torino iba mucho
al Congreso, los sábados por la tarde. Le gustaba emplumarse con las palomas,
mientras les daba de comer el pan que preparaba pacientemente, y que Don Luis
le regalaba religiosamente. ¿Qué lo llevaba a
Torino a pasar las tardes de ese modo? Tal vez le gustaba verlas volar, así
con libertad, a cualquier lugar, como el que se va a la Costanera a ver los
aviones. Tal vez envidiaba que ellas pudieran llegar a todas partes. A
Italia, tal vez, un país que siempre mencionaba con nostalgia, como si sus
orígenes estuvieran allí. Ayer decidí
indagar, buscarlo, encontrarlo y sentarme en un bar con él para refrescar los
recuerdos dormidos. Llamé a Javier, para que me dijera algo de él.
Torino no tenía teléfono. Nada. Carlos, Horacio, el gambeta, nadie sabía
nada. Me preguntaba por
qué no ir a buscarlo directamente, pero una extraña sensación frenaba mis
ímpetus. Decidí llamar a
Cacho, esperando que contestara Torino. Mientras lo hacía un pájaro sobrevoló
mi habitación y me quedé como tarado mirándolo. -Hola Cacho, soy
Enrique, amigo de Torino, ¿se acuerda de mí? Está el flaco por ahí? No sé qué
me pasó, pero hoy quise saber de él- -Enrique, qué
sorpresa – dijo y se abrió un silencio. -Si está, pasame
con él-le pedí con ansiedad. Silencio -¿Cacho,
cortaste?- -No,
Enrique estoy aquí, es que Torino murió, hace unos días- De inmediato,
recordé el pájaro que sobrevoló mi habitación. - ¿Qué? ¿qué le
paso? -dije llorando. -Y vos sabés cómo
era de bueno Torino. Un día me pidió el auto, para llevar unos tipos no sé
dónde, me pareció raro, el flaco nunca me pedía el auto, pero era tan decente
que se lo di. Los tipos que llevaba eran guerrilleros, te imaginás, él no
sabía nada de eso. La policía los cagó a tiros a todos. Yo tuve unos
kilombos bárbaros, me salvó un comisario amigo. Pero Torino, Torino...- la
voz se le quebró en llanto- murió, o lo desaparecieron estos hijos de puta. Colgué el
teléfono y lloré. Lloré por dejar partir un amigazo, por no visitarlo, por
creer que era inmortal. Estoy aquí,
pasaron dos días de la noticia, sentado en la vereda como siempre, pensando
en nada. Se acerca el cartero y me da una carta. La agarro sin ganas. Estoy
por guardarla en el bolsillo y veo que no tiene remitente. La curiosidad me
gana y la abro, y veo una foto, con un Torino bronceado, con el pantalón en
la cintura, como siempre, sentado en la fuente de Trevi, con palomas a sus
pies, levantando la mano como diciendo -"Salú, ¡la barra!" Lloré, llore de
alegría. Torino estás donde debías estar, te dejamos solo, por esas cosas de
la vida, pero yo tenía razón, los buenos no mueren!!!!!
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