Me miro de reojo. En
los mingitorios se descifra un mundo de hombres, un mundo que recuerda a un
viejo mundo animal. Animal pero civilizado. Las estaciones de servicio, los
boliches bailables, los bares, en fin, el mingitorio es una herramienta de
sinceridad que nos vuelve a todos un poco curiosos por nuestro sexo. El
masculino. El olor que circunda en nauseabundo. Demasiado. Con suerte mezclado
con cloro y algún desodorante. Pero el encuentro se da en los ojos. Los ojos y
tu mano. Y lo que llevas en la mano, arrancado del pantalón. Transpirado y
sucio. Lo sacás. Lo ves. Lo mimas. Le sacás toda la orina que viene llevando tu
genealogía, tu historia. Ese encuentro furtivo, es tan asqueroso, que no suena
nada a cuentos de princesas. Allí todo se resume en un pedazo. De carne. Puesta
en escena. Los segundos se vuelven eternos. Se detiene el tiempo. Se acerca
uno, se acerca otro. Escenario de hombres. Desfile masculino. Los hay
introvertidos y escandalosos. En fin, un zoológico de miembros que se sacuden
por llegar a una sensación parecida al orgasmo. Se escuchan gemidos de placer,
por una vejiga desinflada. A veces algunos penes crecen, otros se achican. Se
enciende un morbo de tiempos remotos. Si bien el tiempo es escaso, se rehúyen
las obligaciones tan solo por un instante, y ahí es cuando te sentís plenamente
hombre.
Carlos Pablo Cocciolo
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PREGUNTA PREVIA AL ACTO: ¿Qué advierte el autor bajo el título y subtítulo de la obra? CARACTERIZACIÓN DE BERNARDA POR SUS CRIA...
viernes, 10 de enero de 2020
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LA COMA Y EL PUNTO
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