Material FINES II
PROFESOR: Carlos
Cocciolo
FUNDAMENTACIÓN
¿POR QUÉ LEER
LITERATURA?
ü leer literatura
permite construir saberes que contribuyen a la comprensión del
mundo, a una lectura más amplia, más comprensiva, más sensible de lo que nos
rodea
ü leer literatura en
lengua española posibilita una ductilidad con el uso del lenguaje que
puede ser funcional a propósitos que exceden lo literario. Inclusive, escribir textos
estéticos con asiduidad puede favorecer la escritura de textos que
persiguen otros propósitos;
ü leer literatura
argentina acerca al lector tanto al idioma nacional y sus variaciones
lingüísticas como a las costumbres, la historia y la cultura
nacional;
ü leer literatura
latinoamericana favorece la formación de una identidad regional colectiva
porque permite conocer y comprender las problemáticas y rasgos comunes y
propios de cada cultura;
ü leer literatura de
otras culturas permite ampliar la mirada hacia un espectro universal,
establecer comparaciones con lo propio, descubrir las
diferencias, apreciar lo propio y también pensar en las posibilidades de
transformación y cambio;
ü leer textos
literarios vinculados a los contextos sociales e históricos específicos
contribuye a su conocimiento, análisis y comprensión.
ü la literatura en
tanto entrar en vidas ajenas y encarnarlas, permite constituir subjetividades,
tomar posicionamiento, construir un modo de ver la vida;
ü el debate desde la
lectura de los textos literarios permite ir consolidando ideas propias y
encontrar argumentos para defenderlas. También contribuye a la socialización,
a la aceptación de ideas diferentes y a la valorización del diálogo;
ü apropiarse del lenguaje
estético favorece la simbolización, y ésta, el crecimiento intelectual y
la posibilidad de pensar de un modo crítico, lúcido;
ü leer y escribir
textos académicos otorga una formación discursiva que favorece la
inserción social en distintos ámbitos, no sólo de estudio y trabajo porque
permite establecer relaciones entre los temas abordados en textos ficcionales y
problemáticas actuales de carácter social, político y económico, lo cual
genera pensamiento, discusión, comprensión.
¿POR QUÉ ENSEÑAR LAS COSMOVISIONES?
. COSMOVISIóN:
MODO DE VER EL MUNDO – CONCEPTO
Las formas
literarias realistas, miméticas, fantásticas, maravillosas, de ciencia ficción
y sus mixturas son cosmovisiones que ponen en tensión el concepto de
realidad: se proponen como finalidad o tendencia reproducir la realidad lo
más fielmente posible (es decir, las miméticas y realistas). Estas
cosmovisiones proponen diversos modos de representar la realidad, donde subyace
la pregunta acerca de la posibilidad de construir un verosímil posible
(similar al mundo que nos circunda).
En la cosmovisión
realista ingresa el REALISMO Y NATURALISMO del siglo XIX, el relato
histórico, la literatura de denuncia social, el periodismo literario, entre
otros, donde el texto ficcional tiene por objeto dar cuenta de los hechos
referenciados de la manera más fidedigna posible. Esto no significa por
supuesto “copiar” la realidad, sino poner en juego una serie de recursos
ficcionales que tienden a presentar los hechos “como si fueran reales”.
Por otra parte,
bajo el nombre de realismo mágico latinoamericano se designa a un
conjunto de obras que se escribieron desde mediados del siglo xx en América
Latina, entre las que figura Cien años de soledad, de Gabriel García
Márquez; Aura, de Carlos Fuentes, entre muchas otras. En torno de este
movimiento, se pueden advertir rasgos comunes inherentes a las obras
(combinación de elementos fantásticos y fabulosos con formas realistas,
predominio de la narrativa –específicamente de la novela–,uso de recursos como
la hipérbole, el extrañamiento, la focalización mixta, etc.).
La cosmovisión
fantástica pone en jaque la mirada sobre la realidad. Siempre aparece una duda,
una duda epistémica, una información no dada que el lector debe rellenar o un
juego del escritor, que desafía los límites de la realidad.
Julio Cortázar y
Jorge Luis Borges han sido grandes artistas que han construido terrenos
fantásticos insertando la duda, o jugando con la ambigüedad de
sentido en el texto.
La ciencia-ficción
es una forma literaria que se basa en un posible hallazgo científico que
revoluciona los modos de vida de las personas. Actualmente es un género fílmico
con mucho éxito. Muchas veces el tono de la ciencia ficción es sociológico,
abriendo un gran interrogante crítico hacia el presente, puesto que la ciencia
ficción prefiere en la mayoría de los casos el tiempo FUTURO.
En todas estas
formas se interpela al concepto de realidad, realidad posible, realidad futura,
pasado histórico, realidad subjetiva, realidad social.
PROPUESTA
Se propone abordar
este grupo de cosmovisiones que tienen en común la preocupación por el modo
de concebir y construir la realidad, vinculados con las coyunturas de época
donde cada una de estas cosmovisiones predominan, con una mirada socio-política
particular, con una concepción estética acerca de la literatura, con una
mirada filosófica en torno al mundo y su posibilidad de ser representado
artísticamente, con las perspectivas artísticas que se ponen en juego, con las
discusiones en el campo intelectual, etc. Así, estas cosmovisiones requieren
profundizar en los diversos modos en que los textos presentan la compleja
relación autor-experiencia-realidad-texto-lector.
Objetivos de la enseñanza
ü Poner a los
estudiantes en situaciones en las que se encuentren con una variada gama de
textos, autores, géneros, estéticas, estilos, poéticas.
ü Ofrecer a los
estudiantes un corpus de obras literarias en las que prevalezcan miradas realistas,
miméticas, fantásticas, maravillosas, y sus mixturas.
ü Acompañar la
lectura del corpus.
ü Favorecer el
diálogo entre estas obras y otras de la literatura universal (o versiones de
obras literarias en formato películas)
ü Favorecer,
acompañar y orientar la escritura de ensayos breves de las obras analizadas o
trabajos prácticos de análisis literario.
ü Construir ámbitos
de intercambio de ideas.
ü
Crear
contextos adecuados para la lectura.
ü
Estimular la búsqueda
de información.
ü
Aportar
información acerca de los autores, los libros y de fuentes de consulta
(recursos bibliográficos impresos y virtuales).
Objetivos de
aprendizaje
ü Leer obras
literarias en las que prevalezcan miradas realistas, miméticas, fantásticas,
maravillosas, y sus mixturas.
ü Analizar obras de
cosmovisión realista en la literatura española y americana, obras fantásticas y
maravillosas del romanticismo español, obras de ciencia ficción en lengua
española y las más representativas del realismo mágico latinoamericano.
ü Establecer diálogo
entre estas obras y otras de la literatura universal.
ü Comparar estas
obras literarias con obras pertenecientes a otros lenguajes artísticos.
ü Establecer
relaciones entre la literatura y la historia mediante la ficcionalización
literaria de los hechos históricos.
ü Comprender la
cosmovisión realista, mimética, fantástica, maravillosa y sus mixturas.
ü Distinguir las
especificidades del lenguaje literario.
ü
Reflexionar
sobre el lenguaje literario y el lenguaje en general.
ü
Participar
de situaciones de lectura y escritura literaria.
ü
Leer
y producir textos académicos (de estudio) y críticos (de análisis) de
literatura;
ü
Construir
un proyecto personal de lectura literaria.
ü
Contextualizar obras
literarias.
ü
Análisis crítico de
las obras.
ü
Uso de biblioteca.
ü
Uso de recursos
vinculados a la tecnología a fines pedagógicos.
ü
Practicar
la lectura, escritura e intercambio oral en forma sostenida.
ü
Producir
actividades permanentes y actividades independientes- sistemáticas y
ocasionales, trabajos individuales, tareas obligatorias y optativas.
Contenidos
ü
Cosmovisión realista
en la literatura española
ü
Realismo Mágico
latinoamericano
ü
Literatura de ciencia
ficción.
ü
Cosmovisión
fantástica en lengua española.
ü
Autores: Miguel de
Cervantes Saavedra (fragmentos), Raùl Tuñón, Abelardo Castillo.
ü
Literatura, periodismo y política: Propósito de
crítica social y política. Análisis de Operación Masacre de Rodolfo Walsh
(fragmentos)
ü La literatura
como espacio de lucha y resistencia. Los límites entre la literatura y el
periodismo.
ü
Literatura
histórica: El entenado de Juan José Saer (fragmentos)
ü Los rasgos que
caracterizan las obras pertenecientes al realismo mágico latinoamericano. •
Presencia de elementos mágicos o extraños, percibidos por los personajes y el
narrador como parte de la "realidad". • El tiempo concebido como
cíclico, según las percepciones disociadas de la racionalidad moderna. • El
“boom” como fenómeno editorial y el mercado de la Nueva Novela
Latinoamericana. Autora: Isabel
Allende
ü
La literatura de Jorge
Luis Borges y Julio Cortázar desde la cosmovisión fantástica.
ü
Cosmovisión
fantástica “AURA” Carlos Fuentes (fragmento)
ü “Utopía de un
hombre que está cansado”, de Jorge Luis Borges
ü
Temas
de la ciencia ficción: viajes en el tiempo y en el espacio; los autómatas,
robots y cyborgs; los mundos posibles creados sobre hipótesis científicas.
ü
Autores:
Abelardo Castillo, EL Lazarillo de
Tormes (anónimo), Juan Gelman, Roberto Arlt, Roberto Cossa, ANGéLICA GORODISCHER, Pilar Quintana, Marco Denevi, etc.
Aclaración: teniendo en cuenta el diseño 2020/2021 que refiere a los
contenidos prioritarios se buscará la forma de secuenciar y adaptar los
contenidos según las posibilidades de la comunidad educativa.
ESTRATEGIAS:
Dictado, explicación de temas, uso de fotocopias, trabajo con fragmentos de
obra, uso de pizarrón, corrección de trabajos en tiempo y forma, uso de libros,
uso de la tecnología a fines pedagógicos, lectura y análisis de textos,
ejercicio de la redacción dentro de la normativa gramatical actual, etc.
También se hará hincapié en gestionar una carpeta completa como soporte de
estudio.
Las clases tienen
un apoyo en mi canal de YOUTUBE “Cocciolo Clases de literatura”
EVALUACIÓN
TENIENDO en cuenta
el proceso global del APRENDIZAJE en el alumno será evaluado:
ü Tareas.
ü Trabajo áulico.
ü Trabajos prácticos.
ü Trabajos de
investigación.
ü Fluidez en el
manejo del idioma (oralidad y lecto-escritura)
ü Comprensión de
consignas.
ü Trabajos de
redacción. Uso correcto de la normativa. Ortografía y puntuación.
ü Interpretación de
textos.
ü Participación en
clase.
ü Responsabilidad en
la fecha de entrega de los trabajos.
ü Aprendizaje de los
contenidos de forma global.
ü Evaluación
escrita.
TEXTO 1
Conejo, de Abelardo Castillo
Y cualquiera que escandalizare a uno de
estos
pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le
colgase al cuello una piedra de molino de asno, y
se le anegase en el profundo de la mar.
MATEO, XVIII: 6
No va a venir. Son mentiras lo de la
enfermedad y que va a tardar unos meses; eso me lo dijo tía, pero yo sé
que no va a venir. A vos te lo puedo decir porque vos entendés las
cosas. Siempre entendiste las cosas. Al principio me parecía que eras
como un tren o como los patines, un juguete, digo, y a lo mejor ni siquiera tan
bueno como los patines, que un conejo de trapo al final es parecido a las
muñecas, que son para las chicas. Pero vos no. Vos sos el mejor conejo del
mundo, y mucho mejor que los patines. Y las muñecas tienen esos cachetes
colorados, redondos. Caras de bobas, eso es lo que tienen.
A mí no me importa si no está.
Qué me importa a mí. Y no me vine a este rincón porque
estoy triste, me vine porque ellos andan atrás de uno, querés
esto y qué querés nene y puro acariciar, como cuando te enfermas
y andan tocándote la frente, que parece que los tíos y los demás están
para cuando uno se enferma y entonces todo el mundo te quiere. Por eso me vine,
y por el estúpido del Julio, el anteojudo ese, que porque tiene once
años y usa anteojos se cree muy vivo, y es un pavo que no ve de acá a la
puerta y encima siempre anda pegando. Se ríe porque juego con vos, mírenlo,
dice, miren al nenito jugando al arrorró. Qué sabe él. Los
grandes también pegan. Las madres, sobre todo. Claro que a todos los
chicos les pegan y eso no quiere decir nada, pero igual, por qué tienen
que andar pegando siempre. Vos, por ahí, vas lo más tranquilo y les decís
mira lo que hice, creyendo que está bien, y paf, un cachetazo. Ni te
explican ni nada. Y otras veces puro mimo, como ahora, o como cuando te hacen
un regalo porque les conviene, aunque no sea Reyes o el cumpleaños.
Yo me acuerdo cuando ella te trajo. Al
principio eras casi tan alto como yo, y eras blanco, más blanco que ahora
porque ahora estás sucio, pero igual sos el mejor conejo de todos,
porque entendés las cosas. Y cómo te trajo también me
acuerdo, toma, me dijo, lo compré en Olavarría. El primo Juan Carlos que
vive en Olavarría a mí nunca me gustó mucho: los bigotes esos que
tiene, y además no es un primo como el Julio, por ejemplo, que apenas es
más grande que yo. Es de esos primos de los padres de uno, que uno nunca sabe
si son tíos o qué. Era una caja grande, y yo pensaba que sería
un regalo extraordinario, algo con motor, como el avión del rusito o una
cosa así. Pero era liviano y cuando lo desaté estabas vos
adentro, entre los papeles. A mí no me gustaba un conejo. Y ella me dijo
por qué me quedaba así, como el bobo que era, y yo le dije esto
no me gusta para nada a mí, mira la cabeza que tiene. Entonces dijo
desagradecido igual que tu padre.
Después, cuando papá vino
del trabajo, todavía seguía enojada y eso que había estado
un mes en Olavarría, lejos de papá, y que papá siempre me dice
escribile a tu madre que la extrañamos mucho y que venga pronto, pero es él el
que más la extraña, me parece. Y esa noche se pelearon. Siempre se
pelean, bueno: papá no, él no dice nada y se viene conmigo a la
puerta o a la placita Martín Fierro que papá me dijo que era un gaucho. A papá
tampoco le gustó nunca el primo Juan Carlos. Y yo no te llevo a la
placita, pero porque tengo miedo que los chicos se rían. Ellos qué saben
cómo sos vos. No tienen la culpa, claro, hay que conocerte. Yo, al
principio, también me creía que eras un juguete como los caballos
de madera, o los perros, que no son los mejores juguetes. Pero después
no, después me di cuenta que eras como Pinocho, el que contó mamá.
Ella contaba cuentos, a la mañana sobre todo, que es cuando nunca está
enojada. Y al final vos y yo terminamos amigos, mejor que con los amigos de
verdad, los chicos del barrio digo, que si uno no sabe jugar a la pelota en
seguida te andan gritando patadura, anda al arco querés, y malas
palabras y hasta delante de las chicas te gritan, que es lo peor. Una vez me
dijeron por qué no traes a tu hermanito para que atajen juntos, y se reían.
Por vos me lo dijeron, por los dientes míos que se parecen a los tuyos. Me
parece que te trajeron a propósito a vos, por los dientes.
Ellos vinieron todos, como cuando la pulmonía.
Y puro hacer caricias ahora, se piensan que uno es un nenito o un zonzo. O a lo
mejor saben que sé, igual que con los Reyes y todo eso, que todo el
mundo pone cara de no saber y es como un juego. Y aunque el Julio no me hubiera
dicho nada era lo mismo, pero el Julio, la basura esa, para qué tenía
que venir a decirme. Era preferible que insultara o anduviera buscando camorra
como siempre y no que viniera a decir esa porquería. Si yo ya me había
dado cuenta lo mismo. Papá está así, que parece borracho, y dice
hacerme esto a mí. Y ellos le piden que se calme, que yo lo estoy mirando.
Entonces me vine, para hablar con vos que lo entendés a uno y sos casi
mucho mejor que el tren y ni por un avión como el del rusito te
cambiaba, que si llegan a imaginar que yo te iba a querer tanto no te traen de
regalo, no. Y nadie va a llorar como una nena porque ella está enferma y
no puede volver por un tiempo. Y si son mentiras mejor. Oscarcito tampoco
lloraba. Ese día también había venido mucha gente, pero era
distinto. En la sala grande había un cajón de muerto para la mamá
de Oscarcito. Estaba blanca. Oscarcito parecía no entender nada, nos
miraba a todos los chicos, pero no lloró, le decían que la mamá
de él estaba en el cielo. Y esto es distinto. Mi mamá no está en
el cielo, en Olavarría está. El Julio, la basura esa de porquería
me lo dijo, pero a lo mejor se fue enferma a algún otro lado y por qué
no puede ser. Todos lo dicen. Todos menos el primo Juan Carlos, que tampoco
está. Y mejor si no está, que a mí no me gustó nunca por más que ella
dijera tenés que quererlo mucho, y una vez que yo fui a Olavarría no los
dejaba que se quedaran solos. Anda a jugar al patio, siempre querían que me
fuera a jugar al patio: ella también. Y después puro regalar conejos, sí. Se
creen que uno no se da cuenta, como ahora, que si estuviera enferma no sé
para qué lo andan aconsejando a papá y él me mira, y se queda mirándome
y me dice hijo, hijo. Y a veces me dan ganas de contestarle alguna cosa, pero
no me sale nada, porque es como un nudo. Por eso me vine. Y no para llorar
tranquilo sin que me vean. Me vine porque sí, para hablar con vos que lo
entendés a uno, y sos el mejor conejo de todos, el mejor del mundo con
esas orejas largas, y dos dientes para afuera, como yo cuando me río.
Me parece que no me voy a reír
nunca más en la vida yo. Eso es lo que me parece.
Y al final a nadie se le importa un
pito de los dientes, porque yo te quiero lo mismo y te quiero porque sí,
porque se me antoja. No porque ella te trajo y mejor si no va a volver. Ojalá
se muera. Y lo que estoy viendo es que esa cabeza, que tenés no es nada
linda, no, y si quiero vamos a ver si no te tiro a la basura, que al final de
cuentas nunca me gustaste para nada vos. Y lo que vas a ganar es que te voy a
romper todo, los dientes, y las orejas, y esos ojos de vidrio colorado como los
estúpidos, así, sin que me dé ninguna gana de llorar ni
nada, por más que te arranque el brazo y te escupa todo, y vos te crees
que estoy llorando, pero no lloro, aunque te patee por el suelo, así,
aunque se te salga todo el aserrín por la barriga y te quede la cabeza
colgando, que para eso tengo el tren y los patines y…
TP.1
1. Divida las palabras marcadas en negrita en
AGUDAS |
GRAVES |
ESDRÚJULAS |
|
|
|
2.
¿Qué
expresiones, frases, palabras utiliza el escritor para simular el lenguaje
infantil?
3.
¿por cuáles
situaciones de violencia atraviesa el protagonista?
4.
Caracterice el
pensamiento del protagonista. ¿qué emociones vive?
5.
Escriba un
texto donde el protagonista sea un/a niño/a y exprese sus sentimientos. (dos
carillas)
TEXTO 2
“El Quijote de la Mancha” Miguel de Cervantes
Saavedra
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones
que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros
que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra
se
puede y debe aventurar la vida, y, por el
contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Parte 2, Capítulo 58
TP. 2
1.
Explique en qué consiste la libertad para
el Quijote.
2.
Escriba un texto en donde ud. explique qué
es la libertad, qué situaciones y qué momentos están relacionados con la
libertad. O bien escriba que siente ud. respecto de la libertad. ¿somos libres?
¿se puede ser libre? ¿cómo? (dos carillas)
TEXTO 3
La picaresca EL LAZARILLO DE TORMES (anónimo)
En este tiempo vino a posar al mesón
un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió
a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo
era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en
la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi
padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano.
Él respondió que así lo haría y que me recibía, no
por mozo, sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo
y viejo amo.
Como estuvimos en Salamanca algunos días,
pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó
irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y, ambos
llorando, me dio su bendición y dijo:
— Hijo, ya sé que no te veré
más. Procura de ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con
buen amo te he puesto; válete por ti.
Y así me fui para mi amo, que esperándome
estaba.
Salimos de Salamanca, y, llegando a la
puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene
forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y, allí
puesto, me dijo:
— Lázaro, llega el oído a este
toro y oirás gran ruido dentro de él.
Yo simplemente llegué, creyendo
ser así. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó
recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de
tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:
— Necio, aprende, que el mozo del ciego
un punto ha de saber más que el diablo.
Y rió mucho la burla.
Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como
niño, dormido estaba. Dije entre mí: «Verdad dice éste, que me
cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa
valer.»
Comenzamos nuestro camino, y en muy pocos
días me mostró jeringonza; y como me viese de buen ingenio, holgábase
mucho y decía: «Yo oro ni plata no te puedo dar; mas avisos para vivir
muchos te mostraré.»
Y fue ansí, que, después de Dios, éste
me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y me adestró en la
carrera de vivir.
TP 3
1. Divida las palabras marcadas en negrita en
AGUDAS |
GRAVES |
ESDRÚJULAS |
2. Explique qué sucede en el relato.
3. ¿Con qué palabras el texto se
refiere a Lázaro?
4. Vuelva a redactar el texto de forma
“más actual” (tenga en cuenta que este es un texto de la edad Media)
5. ¿Cómo es la vida que lleva el
protagonista?
6. Continúe el relato. (una carilla)
7.
Escriba un cuento donde el protagonista sea alguien marginal.
TEXTO 4
Raúl González Tuñón.
*La
calle del agujero en la media lo
escribió en París. Permanece su observación de lo cotidiano, su mirar en las
vidrieras y en los ojos fraternales: los de un saxofonista, los de un vendedor
de globos, los de las chicas del music-hall, los de Blanca Luz que está lejos, los
del organista de la iglesia de San Suplicio.
Yo conozco una calle que hay
en hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una
boina azul.
Yo conozco la música de un
barracón de feria
barquitos en botellas y humo
en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay
en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el
ruido del bar
ni los labios sesgados sobre
un viejo cantar
ni el afiche apagado del
grotesco armazón
telaraña del mundo para mi
corazón.
¡Ni las luces que siempre se
van con otros hombres
de rodillas desnudas y de
brazos tendidos!
Tenía unos pocos sueños
iguales a los sueños
que acarician de noche a los
niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una
felicidad
y veía mi rostro fijado en las
vidrieras
y en un lugar del mundo era un
hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes
pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con
alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando
en la mañana
y carros de verduras con
colores alegres?
Yo conozco una calle de una
ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan
cerca de mí
y riendo de la muerte y de la
suerte
y feliz como una rama de
viento en primavera.
El ciego está cantando. Te
digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como
el globo de luz
del hotel en que vives. Yo
subo la escalera
y la música viene a mi lado,
la música.
Los dos somos gitanos de una
troupe vagabunda
alegres en lo alto de una
calle cualquiera.
Alegres las campanas como una
nueva voz.
Tú crees todavía en la
revolución
y por el agujero que coses en
tu media
sale el sol y se llena todo el
cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay
en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni
transita.
Solo yo voy por ella con mi
dolor desnudo
solo con el recuerdo de una
mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto?
Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es
decir: Algo ha muerto.
TP 4
1.
¿Qué sentimientos
expresa el autor?
2.
Busque
metáforas en el texto. Transcríbalas.
3.
¿Qué dice
conocer y desconocer el narrador?
4.
¿Con qué
palabras se refiere a la mujer?
5.
Transforme
este poema en cuento o una carta.
TEXTO 5
Oración de un desocupado
|
por Juan Gelman |
Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.
Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate
un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este
dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
porque no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
bájate,
qué han hecho
de tu criatura, Padre?
un
animal furioso
que mastica la piedra de la calle?
TP 5
1.
¿Puede
considerarse este texto como un texto religioso? ¿por qué?
2.
¿Cuáles
son las palabras que más se repiten en el texto? ¿por qué?
3.
¿qué
situaciones de marginalidad están presentes en el texto?
4.
Escriba
un texto en forma de plegaria, siguiendo el modelo.
5.
Relacione
este texto con otros que tengan un protagonista similar.
TEXTO 6
Rodolfo Walsh
Operación Masacre (fragmento)
TEXTO A
"Ahora, durante casi un año no pensaré en otra cosa, abandonaré mi casa y
mi trabajo, me llamaré Francisco Freyre, tendré una cédula falsa con ese
nombre, un amigo me prestará una casa en el Tigre, durante dos meses viviré en
un helado rancho de Merlo, llevaré conmigo un revolver y a cada momento las
figuras del drama volverán obsesivamente. "
TEXTO B
Pero Juan Carlos no
ha muerto. Sobrevive prodigiosamente a sus heridas infectadas, a sus dolores
atroces, al hambre, al frío, en la húmeda mazamorra de Moreno. Por las noches
delira. En realidad ya no existen noches y días para él. Todo es un resplandor
incierto donde se mueven los fantasmas de la fiebre que a menudo asumen las
formas indelebles del pelotón. Cuando acaso por piedad le dejan a la puerta las
sobras del rancho, y se arrastra como un animalito hacia ellas, comprueba que
no puede comer, que su destrozada dentadura guarda todavía lacerantes
posibilidades de dolor dentro de esa masa informe y embotada que es su rostro.
Narrador, p.119
TEXTO C
ANÁLISIS
La descripción que realiza Walsh en este fragmento
nos otorga una imagen terrible del encarcelamiento de Livraga en Moreno. Sumado
a la falta de tratamiento médico, el dolor de sus heridas, el hambre y el frío,
Livraga llega incluso a perder el sentido de lo real. Su percepción del tiempo
se distorsiona completamente: ya no sabe si se encuentra en la mazamorra o si
todavía está frente al pelotón de fusilamiento. Juan Carlos llega a un extremo
tal de sufrimiento que pierde su condición humana, no solo porque se arrastra
“como un animalito”, sino también porque su cara ya no es una cara, es una
“masa informe y embotada”. Todavía no ha muerto, pero los horrores que vivencia
se parecen mucho a estar muerto en vida.
TP 6
1.
Averigüe qué es
la literatura de no-ficción y la relación con OPERACIÓN MASACRE
2.
TEXTO A: ¿cuál es el planteo del autor?
3.
Texto b: continúe
el relato (dos carillas)
4.
Texto c: este
texto es un texto explicativo. Tome algún texto visto en clase y desarrolle un
texto explicativo. Explicar implica REFORMULAR, volver a explicar con otras
palabras.
TEXTO 7
"El entenado", de Juan José Saer
"Me acosté,
desconsolado, en el suelo y me puse a llorar. Ahora que estoy escribiendo [...]
me doy cuenta de que [...] sin pasado ni porvenir [...] esa criatura que llora
en un mundo desconocido, asiste sin saberlo, a su propio nacimiento. No se
sabe nunca cuándo se nace: el parto es una simple convención. Muchos mueren sin
haber nacido; otros nacen apenas, otros mal, como abortados. Algunos, por nacimientos
sucesivos, van pasando de vida en vida, y si la muerte no viniese a
interrumpirlos, serían capaces de agotar el ramillete de mundos posibles a
fuerza de nacer una y otra vez, como si poseyesen una reserva inagotable de
inocencia y de abandono. Entenado y todo, yo nacía sin saberlo y como el niño
que sale, ensangrentado y atónito, de esa noche oscura que es el vientre de su
madre, no podía hacer otra cosa que echarme a llorar."
Tp 7
1.
¿cuál es la
conclusión del texto?
2.
Continúe el
texto. (dos carillas) o explique el texto en una carilla.
TEXTO 8
Utopía de un
hombre que está cansado, un cuento de
Un hombre camina por una llanura y se encuentra con una casa
habitada por una silueta enorme, un hombre lejano.
La magia prosística de Jorge Luis Borges se desboca en este relato que aplasta el tiempo, disloca el
pensamiento y nos envía a lugares insospechados. Un poema abatido sobre el
cansancio.
Utopía de un hombre que está cansado, un cuento de Jorge Luis Borges
«Llamola utopía, voz griega
cuyo significado es no hay tal lugar.»
Quevedo
No hay dos cerros iguales,
pero en cualquier lugar de la tierra la llanura es una y la misma. Yo iba por
un camino de la llanura. Me pregunté sin mucha curiosidad si estaba en Oklahoma
o en Texas o en la región que los literatos llaman la pampa. Ni a derecha ni a
izquierda vi un alambrado. Como otras veces repetí despacio estas líneas, de
Emilio Oribe:
En medio de la pánica llanura interminable
Y cerca del Brasil,
que van creciendo y agrandándose.
El camino era desparejo. Empezó a caer la lluvia. A
unos doscientos o trescientos metros vi la luz de una casa. Era baja y rectangular
y cercada de árboles. Me abrió la puerta un hombre tan alto que casi me dio
miedo. Estaba vestido de gris. Sentí que esperaba a alguien. No había
cerradura en la puerta. Entramos en una larga habitación con las paredes de
madera. Pendía del cielo raso una lámpara de luz amarillenta. La mesa,
por alguna razón, me extrañó. En la mesa había una clepsidra, la primera que he
visto, fuera de algún grabado en acero. El hombre me indicó una de las sillas.
Ensayé diversos idiomas y no nos entendimos. Cuando él habló
lo hizo en latín. Junté mis ya lejanas memorias de bachiller y me preparé para
el diálogo.
—Por la ropa —me dijo—, veo que llegas de otro siglo.
La diversidad de las lenguas favorecía la diversidad de los pueblos y aún de
las guerras; la tierra ha regresado al latín. Hay quienes temen que vuelva a
degenerar en francés, en lemosín o en papiamento, pero el riesgo no es
inmediato. Por lo demás, ni lo que ha sido ni lo que será me interesan.
No dije nada y agregó:
—Si no te desagrada ver comer a otro, ¿quieres acompañarme?
Comprendí que advertía mi zozobra y dije que sí.
Atravesamos un corredor con puertas laterales, que
daba a una pequeña cocina en la que todo era de metal. Volvimos con la
cena en una bandeja: boles con copos de maíz, un racimo de uvas, una fruta
desconocida cuyo sabor me recordó el del higo, y una gran jarra de agua. Creo
que no había pan. Los rasgos de mi anfitrión eran agudos y tenía algo singular
en los ojos. No olvidaré ese rostro severo y pálido que no
volveré a ver. No gesticulaba al hablar.
Me trababa la obligación del latín, pero finalmente le dije:
—¿No te asombra mi súbita aparición?
—No —me replicó—, tales visitas nos ocurren de siglo en
siglo. No duran mucho; a más tardar estarás mañana en tu casa.
La certidumbre de su voz me bastó. Juzgué prudente
presentarme:
—Soy Eudoro Acevedo. Nací en 1897, en la ciudad de Buenos
Aires. He cumplido ya setenta años. Soy profesor de letras inglesas y
americanas y escritor de cuentos fantásticos.
—Recuerdo haber leído sin desagrado —me contestó— dos
cuentos fantásticos. Los Viajes del Capitán Lemuel Gulliver, que muchos
consideran verídicos, y la Suma Teológica. Pero no hablemos de hechos.
Ya a nadie le importan los hechos. Son meros puntos de partida para la
invención y el razonamiento. En las escuelas nos enseñan la duda y el arte
del olvido. Ante todo el olvido de lo personal y local. Vivimos en el
tiempo, que es sucesivo, pero tratamos de vivir sub specie aeternitatis. Del
pasado nos quedan algunos nombres, que el lenguaje tiende a olvidar. Eludimos
las precisiones inútiles. No hay cronología ni historia. No hay
tampoco estadísticas. Me has dicho que te llamas Eudoro; yo no puedo decirte
cómo me llamo, porque me dicen alguien.
—¿Y cómo se llamaba tu padre?
—No se llamaba.
En una de las paredes vi un anaquel. Abrí un volumen al
azar; las letras eran claras e indescifrables y trazadas a mano.
Sus líneas angulares me recordaron el alfabeto rúnico, que, sin
embargo, solo se empleó para la escritura epigráfica. Pensé que los hombres del
porvenir no solo eran más altos sino más diestros.
Instintivamente miré los largos y finos dedos del hombre.
Este me dijo:
—Ahora vas a ver algo que nunca has visto.
Me tendió con cuidado un ejemplar de la Utopía de More, impreso en
Basilea en el año 1518 y en el que faltaban hojas y láminas.
No sin fatuidad repliqué:
—Es un libro impreso. En casa habrá más de dos mil, aunque
no tan antiguos ni tan preciosos.
Leí en voz alta el título.
El otro rió.
—Nadie puede leer dos mil libros. En los cuatro siglos que
vivo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer sino releer.
La imprenta, ahora abolida, ha sido uno de los peores males del hombre, ya que
tendió a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios.
—En mi curioso ayer —contesté—, prevalecía la superstición
de que entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es una vergüenza
ignorar. El planeta estaba poblado de espectros colectivos, el Canadá,
el Brasil, el Congo Suizo y el Mercado Común. Casi nadie sabía la historia
previa de esos entes platónicos, pero sí los más ínfimos
pormenores del último congreso de pedagogos, la inminente ruptura de relaciones
y los mensajes que los presidentes mandaban, elaborados por el secretario del
secretario con la prudente imprecisión que era propia del género.
Todo esto se leía para el olvido, porque a las pocas horas
lo borrarían otras trivialidades. De todas las funciones, la del político era
sin duda la más pública. Un embajador o un ministro era una suerte de lisiado
que era preciso trasladar en largos y ruidosos vehículos, cercado
de ciclistas y granaderos y aguardado por ansiosos fotógrafos. Parece que les
hubieran cortado los pies, solía decir mi madre. Las imágenes y la letra
impresa eran más reales que las cosas. Solo lo publicado era
verdadero. Esse est percipi (ser es ser retratado) era el principio, el medio y el
fin de nuestro singular concepto del mundo. En el ayer que me tocó, la
gente era ingenua; creía que una mercadería era buena porque así
lo afirmaba y lo repetía su propio fabricante. También eran frecuentes los
robos, aunque nadie ignoraba que la posesión de dinero no da mayor felicidad ni
mayor quietud.
—¿Dinero? —repitió—. Ya no hay quien adolezca de pobreza,
que habrá sido insufrible, ni de riqueza, que habrá sido la forma más
incómoda de la vulgaridad. Cada cual ejerce un oficio.
—Como los rabinos —le dije.
Pareció no entender y prosiguió.
—Tampoco hay ciudades. A juzgar por las ruinas de
Bahía Blanca, que tuve la curiosidad de explorar, no se ha perdido mucho. Ya
que no hay posesiones, no hay herencias. Cuando el hombre madura a los cien
años, está listo a enfrentarse consigo mismo y con su soledad. Ya ha engendrado
un hijo.
—¿Un hijo? —pregunté.
—Sí. Uno solo. No conviene fomentar el género humano. Hay
quienes piensan que es un órgano de la divinidad para tener conciencia del
universo, pero nadie sabe con certidumbre si hay tal divinidad. Creo que
ahora se discuten las ventajas y desventajas de un suicidio gradual o
simultáneo de todos los hombres del mundo. Pero volvamos a lo nuestro.
Asentí.
—Cumplidos los cien años, el individuo puede prescindir del
amor y de la amistad. Los males y la muerte involuntaria no lo amenazan.
Ejerce alguna de las artes, la filosofía, las matemáticas o juega a un ajedrez
solitario. Cuando quiere se mata. Dueño el hombre de su vida, lo es también de
su muerte.
—¿Se trata de una cita? —le pregunté.
—Seguramente. Ya no nos quedan más que citas. La lengua
es un sistema de citas.
—¿Y la gran aventura de mi tiempo, los viajes espaciales?
—le dije.
—Hace ya siglos que hemos renunciado a esas traslaciones,
que fueron ciertamente admirables. Nunca pudimos evadirnos de un aquí y de
un ahora.
Con una sonrisa agregó:
—Además, todo viaje es espacial. Ir de un planeta a otro es
como ir a la granja de enfrente. Cuando usted entró en este cuarto estaba
ejecutando un viaje espacial.
—Así es —repliqué—. También se hablaba de sustancias
químicas y de animales zoológicos.
El hombre ahora me daba la espalda y miraba por los
cristales. Afuera, la llanura estaba blanca de silenciosa nieve y
de luna.
Me atreví a preguntar:
—¿Todavía hay museos y bibliotecas?
—No. Queremos olvidar el ayer, salvo para la composición de
elegías. No hay conmemoraciones ni centenarios ni efigies de hombres muertos.
Cada cual debe producir por su cuenta las ciencias y las artes que necesita.
—En tal caso, cada cual debe ser su propio Bernard Shaw, su
propio Jesucristo y su propio Arquímedes.
Asintió sin una palabra. Inquirí:
—¿Qué sucedió con los gobiernos?
—Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso.
Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban
fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el
planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus
efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron
buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más
compleja que este resumen.
Cambió de tono y dijo:
—He construido esta casa, que es igual a todas las otras.
He labrado estos muebles y estos enseres. He trabajado el campo, que otros cuya
cara no he visto, trabajarán mejor que yo. Puedo mostrarte algunas cosas.
Lo seguí a una pieza contigua. Encendió una lámpara,
que también pendía del cielo raso. En un rincón vi un arpa de pocas
cuerdas. En las paredes había telas rectangulares en las que
predominaban los tonos del color amarillo. No parecían proceder de la misma
mano.
—Esta es mi obra —declaró.
Examiné las telas y me detuve ante la más pequeña,
que figuraba o sugería una puesta de sol y que encerraba algo infinito.
—Si te gusta puedes llevártela, como recuerdo de un amigo
futuro —dijo con palabra tranquila. Le agradecí, pero otras telas me
inquietaron. No diré que estaban en blanco, pero sí casi en blanco.
—Están pintadas con colores que tus antiguos ojos no pueden
ver.
Las delicadas manos tañeron las cuerdas del arpa y apenas
percibí uno que otro sonido. Fue entonces cuando se oyeron los golpes.
Una alta mujer y tres o cuatro hombres entraron en la
casa. Diríase que eran hermanos o que los había igualado el tiempo. Mi
anfitrión habló primero con la mujer.
—Sabía que esta noche no faltarías. ¿Lo has visto a Nils?
—De tarde en tarde. Sigue siempre entregado a la pintura.
—Esperemos que con mejor fortuna que su padre.
Manuscritos, cuadros, muebles, enseres; no dejamos nada en
la casa.
La mujer trabajó a la par de los hombres. Me avergoncé de mi
flaqueza que casi no me permitía ayudarlos. Nadie cerró la puerta y salimos,
cargados con las cosas. Noté que el techo era a dos aguas.
A los quince minutos de caminar, doblamos por la izquierda.
En el fondo divisé una suerte de torre, coronada por una cúpula.
—Es el crematorio —dijo alguien—. Adentro está la cámara letal.
Dicen que la inventó un filántropo cuyo nombre, creo, era Adolfo Hitler.
El cuidador, cuya estatura no me asombró, nos abrió la
verja.
Mi huésped susurró unas palabras. Antes de entrar en el
recinto se despidió con un ademán.
—La nieve seguirá —anunció la mujer.
En mi escritorio de la calle México guardo la tela que
alguien pintará, dentro de miles de años, con materiales hoy dispersos en el
planeta.
—————————————
TP 8
1.
En subrayado están marcados los adjetivos.
Transcriba los adjetivos con el sustantivo al que modifican. (recuerde que el adjetivo
coincide en género y número con el sustantivo)
2.
Escriba todas las palabras que no conozca y
búsquela en el diccionario. Luego realice un texto que contenga estas palabras.
3.
Realice un listado de elementos que le llamen
la atención, y a la lista póngale un nombre.
4.
¿Por qué en el texto hay partes escritas con
letra cursiva (inclinada)? Describa este uso especial del lenguaje.
5.
¿Quiénes dialogan? ¿cómo dialogan?
6.
¿cómo está planteado el tiempo en el texto?
7.
Extraiga citas del texto donde haya alusión a
un tiempo “extraño”.
8.
Escriba un relato de
ciencia-ficción, tomando frases del texto.
TEXTO 9
Aura -Carlos Fuentes, siglo XX, México,
LEES ESE ANUNCIO: UNA OFERTA DE ESA NATURALEZA
no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a
nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza
de té que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. Tú releerás. Se
solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua
francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de
secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en
Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recamara cómoda,
asoleada, apropiada estudio. Solo falta tu nombre. Solo falta que las letras más
negras y llamativas del aviso informen: Felipe Montero. Se solicita Felipe
Montero, antiguo becario en la Sorbona, historiador cargado de datos inútiles,
acostumbrado a exhumar papeles amarillentos, profesor auxiliar en escuelas
particulares, novecientos pesos mensuales. Pero si leyeras eso, sospecharías,
lo tomarías a broma. Donceles 815. Acuda en persona. No hay teléfono.
Recoges tu portafolio y dejas la propina. Piensas que otro historiador joven,
en condiciones semejantes a las tuyas, ya ha leído ese mismo aviso, tornado la
delantera, ocupado el puesto. Tratas de olvidar mientras caminas a la esquina.
Esperas el autobús, enciendes un cigarrillo, repites en silencio las fechas que
debes memorizar para que esos niños amodorrados te respeten. Tienes que
prepararte. El autobús se acerca y tú estás observando las puntas de tus
zapatos negros. Tienes que prepararte. Metes la mano en el bolsillo, juegas con
las monedas de cobre, por fin escoges treinta centavos, los aprietas con el puño
y alargas el brazo para tomar firmemente el barrote de fierro del camión que
nunca se detiene, saltar, abrirte paso, pagar los treinta centavos, acomodarte
difícilmente entre los pasajeros apretujados que viajan de pie, apoyar tu mano
derecha en el pasamanos, apretar el portafolio contra el costado y colocar
distraídamente la mano izquierda sobre la bolsa trasera del pantalón, donde
guardas los billetes.
Vivirás ese día, idéntico a los demás, y no volverás a recordarlo sino al día
siguiente, cuando te sientes de nuevo en la mesa del cafetín, pidas el desayuno
y abras el periódico. Al llegar a la página de anuncios, allí estarán, otra
vez, esas letras destacadas: historiador joven. Nadie acudió ayer. Leerás el
anuncio. Te detendrás en el último renglón: cuatro mil pesos.
Te sorprenderá imaginar que alguien vive en la calle de Donceles. Siempre has
creído que en el viejo centro de la ciudad no vive nadie. Caminas con lentitud,
tratando de distinguir el número 815 en este conglomerado de viejos palacios
coloniales convertidos en talleres de reparación, relojerías, tiendas de
zapatos y expendios de aguas frescas. Las nomenclaturas han sido revisadas,
superpuestas, confundidas. El 13 junto al 200, el antiguo azulejo numerado «47»
encima de la nueva advertencia pintada con tiza: ahora 924. Levantarás la
mirada a los segundos pisos: allí nada cambia. Las sinfonolas no perturban, las
luces de mercurio no iluminan, las baratijas expuestas no adornan ese segundo
rostro de los edificios. Unidad del tezontle, los nichos con sus santos truncos
coronados de palomas, la piedra labrada de barroco mexicano, los balcones de
celosía, las troneras y los canales de lámina, las gárgolas de arenisca. Las
ventanas ensombrecidas por largas cortinas verdosas: esa ventana de la cual se
retira alguien en cuanto tú la miras, miras la portada de vides caprichosas,
bajas la mirada al zaguán despintado y descubres 815, antes 69.
Tocas en vano con esa manija, esa cabeza de perro en cobre, gastada, sin
relieves: semejante a la cabeza de un feto canino en los museos de ciencias
naturales. Imaginas que el perro te sonríe y sueltas su contacto helado. La
puerta cede al empuje levísimo, de tus dedos, y antes de entrar miras por última
vez sobre tu hombro, frunces el ceño porque la larga fila detenida de camiones
y autos gruñe, pita, suelta el humo insano de su prisa. Tratas, inútilmente de
retener una sola imagen de ese mundo exterior indiferenciado.
Cierras el zaguán detrás de ti e intentas penetrar la oscuridad de ese callejón
techado — patio, porque puedes oler el musgo, la humedad de las plantas, las
raíces podridas, el perfume adormecedor y espeso—. Buscas en vano una luz que
te guíe. Buscas la caja de fósforos en la bolsa de tu saco pero esa voz aguda y
cascada te advierte desde lejos:
—No. . . no es necesario. Le ruego. Camine trece pasos hacia el frente y
encontrará la escalera a su derecha. Suba, por favor. Son veintidós escalones.
Cuéntelos. ahí
Trece. Derecha. Veintidós.
El olor de la humedad, de las plantas podridas, te envolverá mientras marcas
tus pasos, primero sobre las baldosas de piedra, enseguida sobre esa madera
crujiente, fofa por la humedad y el encierro. Cuentas en voz baja hasta
veintidós y te detienes, con la caja de fósforos entre las manos, el portafolio
apretado contra las costillas. Tocas esa puerta que huele a pino viejo y
húmedo; buscas una manija; terminas por empujar y sentir, ahora, un tapete bajo
tus pies. Un tapete delgado, mal extendido, que te hará tropezar y darte cuenta
de la nueva luz, grisácea y filtrada, que ilumina ciertos contornos.
—Señora —dices con una voz monótona, porque crees recordar una voz de mujer—
Señora. . .
—Ahora a su izquierda. La primera puerta. Tenga la amabilidad.
Empujas esa puerta —ya no esperas que alguna se cierre propiamente; ya sabes
que todas son puertas de golpe— y las luces dispersas se trenzan en tus
pestañas, como si atravesaras una tenue red de seda. Solo tienes ojos para esos
muros de reflejos desiguales, donde parpadean docenas de luces. Consigues, al
cabo, definirlas como veladoras, colocadas sobre repisas y entrepaños de
ubicación asimétrica. Levemente, iluminan otras luces que son corazones de plata,
frascos de cristal, vidrios enmarcados, y solo detrás de este brillo
intermitente veras, al fondo, la cama y el signo de una mano que parece
atraerte con su movimiento pausado.
Lograras verla cuando des la espalda a ese firmamento de luces devotas. Tropiezas
al pie de la cama; debes rodearla para acercarte a la cabecera. Allí, esa
figura pequeña se pierde en la inmensidad de la cama; al extender la mano no
tocas otra mano, sino la piel gruesa, afieltrada, las orejas de ese objeto que
roe con un silencio tenaz y te ofrece sus ojos rojos: sonríes y acaricias al
conejo que yace al lado de la mano que, por fin, toca la tuya con unos dedos
sin temperatura que se detienen largo tiempo sobre tu palma húmeda, la voltean
y acercan tus dedos abiertos a la almohada de encajes que tocas para alejar tu
mano de la otra.
—Felipe Montero. Leí su anuncio.
—Sí, ya sé. Perdón no hay asiento.
—Estoy bien. No se preocupe.
—Está bien. Por favor, póngase de perfil. No lo veo bien. Que le dé la luz.
Así. Claro.
—Leí su anuncio. . .
—Claro. Lo leyó. ¿Se siente calificado?— Avez vous fait des études?
—A Paris, madame.
—Ah, oui, ça
me fait plaisir, toujours, toujours, d'entendre. .. oui. .. vous savez... on
etait tellement habitué. . . et apres...
Te apartarás
para que la luz combinada de la plata, la cera y el vidrio dibuje esa cofia de
seda que debe recoger un pelo muy blanco y enmarcar un rostro casi infantil de
tan viejo. Los apretados botones del cuello blanco que sube hasta las orejas
ocultas por la cofia, las sábanas y los edredones velan todo el cuerpo con
excepción de los brazos envueltos en un chal de estambre, las manos pálidas que
descansan sobre el vientre: solo puedes fijarte en el rostro, hasta que un
movimiento del conejo te permite desviar la mirada y observar con disimulo esas
migajas, esas costras de pan regadas sobre los edredones de seda roja, raídos y
sin lustre.
—Voy al grano. No me quedan muchos años por delante, señor Montero, y por ello
he preferido violar la costumbre de toda una vida y colocar ese anuncio en el
periódico.
—Sí, por eso estoy aquí.
—Sí. Entonces acepta.
—Bueno, desearía saber algo más...
—Naturalmente. Es usted curioso.
Ella te sorprenderá observando la mesa de noche, los frascos de distinto color,
los vasos, las cucharas de aluminio, los cartuchos alineados de píldoras y
comprimidos, los demás vasos manchados de líquidos blancuzcos que están
dispuestos en el suelo, al alcance de la mano de la mujer recostada sobre esta
cama baja. Entonces te darás cuenta de que es una cama apenas elevada sobre el
ras del suelo, cuando el conejo salte y se pierda en la oscuridad.
—Le ofrezco cuatro mil pesos.
—Sí, eso dice el aviso de hoy.
—Ah, entonces ya salió.
—Sí, ya salió.
—Se trata de los papeles de mi marido, el general Llorente. Deben ser ordenados
antes de que muera. Deben ser publicados. Lo he decidido hace poco.
—Y el propio general, ¿no se encuentra capacitado para...?
—Murió hace sesenta años, señor. Son sus memorias inconclusas. Deben ser
completadas. Antes de que yo muera.
—Pero...
—Yo le informaré de todo. Usted aprenderá a redactar en el estilo de mi esposo.
Le bastará ordenar y leer los papeles para sentirse fascinado por esa prosa,
por esa transparencia, esa, esa. . .
—Sí, comprendo.
—Saga. Saga. ¿Dónde está? Ici, Saga...
—¿Quién?
—Mi compañía.
—¿El conejo?
—Si, volverá.
Levantarás los ojos, que habías mantenido bajos, y ella ya habrá cerrado los
labios, pero esa palabra. —volverá— vuelves a escucharla como si la anciana la
estuviese pronunciando en ese momento. Permanecen inmóviles. Tú miras hacia
atrás; te ciega el brillo de la corona parpadeante de objetos religiosos.
Cuando vuelves a mirar a la señora, sientes que sus ojos se han abierto
desmesuradamente y que son claros, líquidos, inmensos, casi del color de la córnea
amarillenta que los rodea, de manera que solo el punto negro de la pupila rompe
esa claridad perdida, minutos antes, en los pliegues gruesos de los párpados
caídos como para proteger esa mirada que ahora vuelve a esconderse —a
retraerse, piensas— en el fondo de su cueva seca.
—Entonces se quedara usted. Su cuarto esta arriba. Allí si entra la luz.
—Quizás, señora, sería mejor que no la importunara. Yo puedo seguir viviendo
donde siempre y revisar los papeles en mi propia casa...
—Mis condiciones son que viva aquí. No queda mucho tiempo.
—No sé...
—Aura...
La señora se moverá por la primera vez desde que tú entraste a su recamará; al
extender otra vez su mano, tú sientes esa respiración agitada a tu lado y entre
la mujer y tú se extiende otra mano que toca los dedos de la anciana. Miras a
un lado y la muchacha esta allí, esa muchacha que no alcanzas a ver de cuerpo
entero porque esta tan cerca de ti y su aparición fue imprevista, sin ningún
ruido —ni siquiera los ruidos que no se escuchan pero que son reales porque se
recuerdan inmediatamente, porque a pesar de todo son más fuertes que el
silencio que los acompañó—.
—Le dije que regresaría...
—¿Quién?
—Aura. Mi compañera. Mi sobrina.
—Buenas tardes.
La joven inclinará la cabeza y la anciana, al mismo tiempo que ella, remedará
el gesto.
—Es el señor Montero. Va a vivir con nosotras
Te moverás unos pasos para que la luz de las veladoras no te ciegue. La
muchacha mantiene los ojos cerrados, las manos cruzadas sobre un muslo: no te
mira. Abre los ojos poco a poco, como si temiera los fulgores de la recamara.
Al fin, podrás ver esos ojos de mar que fluyen, se hacen espuma, vuelven a la
calma verde, vuelven a inflamarse como una ola: tú los ves y te repites que no
es cierto, que son unos hermosos ojos verdes idénticos a todos los hermosos
ojos verdes que has conocido o podrás conocer. Sin embargo, no te engañas: esos
ojos fluyen, se transforman, como si te ofrecieran un paisaje que solo tú
puedes adivinar y desear.
—Sí. Voy a vivir con ustedes.
TP 9
1.
Con
los datos que brinda el texto realice el currículum del que cuenta la historia
(narrador)
2.
Subraye
todos los verbos que están conjugados en 2da. persona. (tú lees – relees)
3.
Subraye
en otro color o doble línea los verbos que están en tiempo futuro.
4.
Use
el traductor de Google para traducir la cita en francés.
5.
Realice
un resumen de este fragmento de la obra.
6.
Escriba
un texto siguiendo la misma forma. (una carilla).
TEXTO 10 FRAGMENTOS DEL ALEPH – JORGE LUIS BORGES
Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su
muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele
la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el
polvo".
"La casa de Asterión".
"Otálora comprende, antes de morir, que desde el principio lo han
traicionado, que ha sido condenado a muerte, que le han permitido el amor, el
mando y el triunfo, porque ya lo daban por muerto, porque para Bandeira ya
estaba muerto".
"El Muerto".
"Algunos temerarios durmieron con la cara expuesta a la luna; la
fiebre los ardió; en el agua depravada de las cisternas otros bebieron la
locura y la muerte".
"El Inmortal".
"Soy un hombre cobarde. Ahora lo digo, ahora que he llevado a
término un plan que nadie no calificará de arriesgado. Yo sé que fue terrible
su ejecución. No lo hice por Alemania, no. Nada me importa un país bárbaro, que
me ha obligado a la abyección de ser un espía.
"El jardín de senderos que se bifurcan".
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de
una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni
al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían
renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues
comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese
cambio era el primero de una serie infinita.
"El Aleph".
TP 10
1.
Explique cada
fragmento.
2.
Imagine un cuento
con uno de los títulos.
TEXTO 11
El novio en el palco AGUAFUERTES
PORTEÑAS – Roberto ARLT
El novio en el palco es un plato.
Por lo general, se acollarán dos familias para alquilar un palco. Las viejas
atrás, eructando una comida morfada a prisa. Las niñas en estado de merecer,
adelante, haciendo mojigaterías con el hocico. En un rincón del palco, los
novios. Unos novios eternos, esgunfios, secos, él con calvicie incipiente, ella
con este problema: “¿Cuándo se casará este gil?”.
Pasan los forajidos con narices
obscenas y haciendo cortes de manga a bordo de un birloche desencuadernado. La
pareja de novios se escandaliza. Los forajidos vomitan desvergüenzas. Las
viejas que eructaban, fruncen el hocico. Las niñas delanteras se ríen desfachatadamente.
Pasan unos turros a pie,
enfundados en unos metros de arpillera. Careta de diez guitas. Una zanahoria
gigante colgada de una soguita. Le dan con la zanahoria en la cabeza al novio y
rajan.
Pasan dos infelices. Dos
infelices que incitan al puntapié. Pantalón blanco, rancho en la mano, bien
untados en gomina y estupidez, con un bebé de celuloide en la mano y un
ramillete de flores. Le dicen a las zoncitas que desde el palco les enseñan un
canastito:
-¿Qué me das por este muñequito?
(¿Por qué no se podrá escribir
malas palabras en los periódicos? ¿Por qué… Dios mío? Yo soy un hombre honesto
y bien intencionado, pero de vez en cuando largaría una andanada)
Pasa una brigada de malandrines.
Ágiles de manos y ágiles de pies. Resoplan como ballenatos y ventosean como
mulos. Las personas decentes, al verlos avanzar, se retiran como si fueran
leprosos. Los malandrines llevan pantalón al revés, un pijama asqueroso, un
rancho cortado en estrella, bastones de ardua solidez, cadena de atar perros y
reloj despertador colgado del chaleco. Comen rajas de sandía, chupan naranjas y
con vertiginosos manotones, tratan de pellizcarles las piernas a las sirvientas
que miran con cara larga el corso eterno.
Los novios en el palco siguen
esgunfiándose. Las viejas continúan eructando y vigilando que los pilletes no
se roben los rollos de serpentina. Las niñas en estado de merecer siguen su
conferencia con los dos infelices que están todavía prendidos con la pregunta:
-¿Y qué me das por el muñequito?
Y esto es Carnaval. ¡Haga el
favor! Carnavales eran esos otros, aquellos en que con lo menos que le tiraban
era con huevos podridos y líquidos orgánicos en estado de descomposición… Carnavales
eran aquellos en que a media noche, como sobre en un mar de borrasca, se veía
la estampa de una fregona flotando sobre una multitud de brazos que soliviaban
las cocineras más gigantes del mundo. Esto no es Carnaval ni nada, esto es la
caza del novio, la caza del marido, a base de fácil romanticismo que en el
entendimiento de los giles despiertan unos metros de tarlatán y terciopelo
despegado de un marco antiguo.
TP 11:
1.
Realice un
listado de todos los personajes que se mencionan.
2.
¿qué palabras puede
marcar que sean de un uso más antiguo?
3.
Teniendo en
cuenta que ARLT era periodista ¿qué reflexión hace sobre el periodismo?
4.
Realice un
resumen de este texto.
TEXTO 12
La nona
ROBERTO COSSA
CARMELO.‑(Se encoge de hombros. Saca grapa y se sirve.) ¿Cómo me va a
ir?
MARIA.‑¿Pero te dieron la plata?
CARMELO.‑Al cincuenta por ciento de interés.
MARIA.‑Menos mal que es un amigo.
CARMELO.‑Según él, se tiene que cubrir. Yo no tengo más el puesto. No
tengo garantía. ¿Entendés? Soy un don nadie. Eso es lo que soy. ¡Un don nadie!
(Se dirige al armario, saca el cuaderno y se sienta a hacer cuentas y
a beber. María lo mira un instante mientras Carmelo bebe un largo trago.)
MARIA.‑Estás tomando mucho, Carmelo.
CARMELO.‑¿Y vos? ¿Cuánto vendiste?
MARIA.‑Tres pulóveres.
CARMELO.‑Que, de comisión, son...
MARIA.‑Noventa mil.
(Carmelo anota. Desde la calle llega Anyula, con evidentes signos de
cansancio. Se sienta en una silla.)
ANYULA.‑Ay, Dios... Dios...
CARMELO.‑¿Cómo le fue, tía?
(Anyula abre el monedero, saca unos billetes y se los tiende a
Carmelo. Carmelo cuenta.)
CARMELO.‑Ciento cincuenta mil... ¿Cuánto le pagaron la hora?
ANYULA.‑Quince mil.
CARMELO.‑Es muy poco, tía. Tiene que cobrar veinte mil, por lo menos.
ANYULA.‑Y, no sé... Me dijeron quince mil y...
MARIA.‑Se aprovechan porque es una vieja. ¡Son unos degenerados!
ANYULA.‑Encima tuve que lavar dos escaleras... ¡Ay, Dios santo!
MARIA.‑Venga, Anyula. Vaya a descansar.
(Anyula sale caminando lentamente y quejándose.)
CARMELO.‑Y mañana pídales veinte mil. Que no sean atorrantes.
(Carmelo anota en el cuaderno. Se pasa la mano por la frente y se sirve otro
trago de grapa.)
MARIA.‑¡Carmelo, no tomes más!
CARMELO.‑¡Por favor, María... por favor!
MARIA.‑Hacé como quieras. (Sale.)
(Ingresa Chicho, vestido de cafetero, con un bolso, donde lleva varios
termos.)
CHICHO.‑(Exagerando el cansancio.) Buenas.
CARMELO.‑(Agresivo.) ¿Qué hacés vos acá?
CHICHO.‑¿Cómo qué hago?
CARMELO.‑Son las ocho de la noche.
CHICHO.‑Ah, no... Una pasadita, nada más. Para descansar y comer algo.
Después sigo.
CARMELO.‑Oíme, Chicho... Tu horario es de las siete de la tarde hasta
la una. ¿Estamos?
CHICHO.‑Ya sé... Patié una hora seguida. Dejame descansar un rato.
CARMELO.‑Te aviso, nada más. (Mira la hora.) Quince minutos y después
te vas.
CHICHO.‑Está bien. (Lanza un quejido de cansancio.)
CARMELO.‑¿Cuánto vendiste?
CHICHO.-Poco.
CARMELO.‑(Agresivo.) ¿Cuánto?
CHICHO.‑Y bueno... a ver... (Carraspea.) Unos tres, más o menos.
CARMELO.‑Tres termos, no está mal.
CHICHO.‑¡Tres cafés l
CARMELO.‑¿Tres cafés, nada más?
CHICHO.‑¿Y qué querés? (Como si fuera una hazaña.) En una hora. Me
quedan cinco todavía.
(Carmelo se agarra la cabeza con las manos. Vuelve a servirse grapa.
Se hace una pausa.)
CHICHO.‑(A Carmelo.) ¿Querés un café? (Carmelo niega con la cabeza.) A
vos no te voy a cobrar.
CARMELO.‑¡Andá a la mierda! Pausa.
CHICHO.‑¿Cómo anduvo?
CARMELO.‑No llegamos... no llegamos...
CHICHO.‑¿Contaste lo del Francisco?
CARMELO.‑Ah, no. (Se pone de pie.) Ayudame a traerlo.
(Chicho y Carmelo salen hacia la calle y volverán un instante después
trayendo a Francisco, que está sentado en el sillón hamaca y con una gorra en
la mano.)
FRANCISCO.‑(Con tono de cansancio) Catanzaro... Catanzaro...
(Dejan a Francisco en un costado. Chicho te saca la gorra de la mano y
la vacía sobre la mesa. Caen monedas, algún billete y otros elementos.)
CARMELO.‑Y no... ¡Moneditas!
CHICHO.‑Pará. Aquí hay un billete de mil... Dos de quinientos...
(Chicho comienza a contar las monedas.)
CARMELO.‑No va, Chicho... No va.
CHICHO.‑¿A qué hora lo sacaron?
CARMELO.‑Y... según me dijo María, a las diez de la mañana.
CHICHO.‑¡Y bueno! ¿Por qué no lo sacaron a las seis? Se perdieron el
cambio de turno de la fábrica.
CARMELO.‑No, Chicho, no... ¡Esas ideas tuyas!
CHICHO.‑Pero, pará... Aquí hay por lo menos diez lucas. (Toma algo.)
Una chapita -*52- de cerveza. ¡Mirá que hay que ser hijo de puta! Lo que pasa
es que éste es un barrio de mierda.
CARMELO.‑No va, Chicho, no va.
CHICHO.‑La idea no es mala, Carmelo. Ahí te equivocás. Pero aquí en la
puerta... ¿Qué querés? Esta es una calle muerta. Estuve pensando,
justamente... ¿Por qué no lo llevamos a la estación?
CARMELO.‑¿Y cuánto más puede sacar?
CHICHO.‑¡Qué te parece! Está la iglesia enfrente, el mercado... la
parada de colectivos. Como ubicación, es excepcional. (Carmelo piensa.) Y,
además, bien tempranito... (Breve pausa.) Y de noche, al café. (Carmelo lo
mira.) Hablé con el gallego... El dueño. No hay problema. Hay un rinconcito al
lado de los billares... Ahí no molesta. (Se hace la pausa.) Probemos esta
noche...
CARMELO.‑En ese café de atorrantes...
CHICHO.‑Son buenos muchachos. Algunos mangos le van a tirar. Además,
a las doce y media está la salida del cine... Se llena. Y a esa hora lo pasamos
al salón familiar. En serio, Carmelo, puede andar. Pensalo.
(Carmelo se queda un instante pensativo, mirando a Francisco.
Finalmente, se pone de pie.)
CARMELO.‑Vamos a probar.
(Chicho también se levanta. Ambos toman el sillón. Chicho le pone la
gorra en la mano a Francisco.)
FRANCISCO.‑¿Catanzaro, Catanzaro?
(Se encaminan hacia la salida.)
CARMELO.‑¿Y para traerlo de vuelta?
CHICHO.-No hay problema. El café está abierto toda la noche.
FRANCISCO.‑(Al advertir que
lo llevan hacia la calle, se queja) ¡Catanzaro, Catanzaro... Catanzaro! (Sale
agitando las piernas.)
Tp 12
1.
Explique la
situación que se ve en el texto.
2.
Averigüe las
características del teatro.
3.
¿cómo se escribe
una obra de teatro? ¿qué elementos son necesarios? ¿qué marcas de escritura están
presentes?
4.
Escriba una
pequeña obra de teatro. (tres carillas)
TEXTO 13
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la
tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía
seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un
instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose
en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo
la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron.
El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del
porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras
de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera
alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en
la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los
ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del
hombre en el sillón leyendo una novela.
CORTÁZAR,
Julio. Cuentos completos/1. Final del juego. Madrid: Santiago de Chile:
Montevideo: La Paz: Lima: Alfaguara, 1998.
TP 13
1.
Escriba dos
interpretaciones posibles de este microcuento.
2.
¿Cómo es el
tiempo y el espacio que se describen?
TEXTO 14
Fragmentos de un
evangelio apócrifo
Jorge Luis Borges
3. Desdichado
el pobre en espíritu porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.
4. Desdichado
el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.
5. Dichosos
los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.
6. No basta
ser el último para ser alguna vez el primero.
7. Feliz el
que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.
8. Feliz el
que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo.
9. Bienaventurados
los mansos, porque no condescienden a la discordia.
10.
Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra
suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.
11.
Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la
misericordia y no en la esperanza de un premio.
12.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.
13.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque
les importa más la justicia que su destino humano.
14. Nadie es
la sal de la tierra; nadie, en algún momento de su vida, no lo es.
15. Que la luz
de la lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.
16. No hay
mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los
profetas dijeron.
17. El que
matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene
culpa.
18. Los actos
de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
19. No odies a
tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca
será mejor que tu paz.
20. Si te
ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo,
o imposible, fijar la frontera que los divide…
24. No
exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya
mentido con razón muchas veces.
25. No jures,
porque todo juramento es un énfasis.
26. Resiste al
mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha,
puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.
27. Yo no
hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único
perdón.
28. Hacer el
bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de
ángeles y no de hombres.
29. Hacer el
bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.
30. No
acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la
tristeza y del tedio.
31. Piensa que
los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.
32. Dios es
más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.
33. Da lo
santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.
39. Busca por
el agrado de buscar, no por el de encontrar…
40. La puerta
es la que elige, no el hombre.
41. No juzgues
al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o
mejores.
47. Nada se
edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar
como si fuera piedra la arena…
48. Feliz el
pobre sin amargura o el rico sin soberbia.
49. Felices
los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota y las palmas.
50. Felices
los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas
darán luz a sus días.
51. Felices
los amados, los amantes, y los que pueden prescindir del amor.
52. Felices
los felices.
TP 14
1.
¿cuál es el
texto que retoma Borges y le da una perspectiva literaria?
2.
¿qué es el
libro de autoayuda? Este texto ¿tiene alguna relación con la autoayuda? ¿por
qué?
3.
Subraye las
frases que ud. considere más
importantes.
4.
Escriba un
texto parecido al de Borges.
TEXTO 15
Trafalgar ANGELICA GORODISCHER
TRAFALGAR Y YO —Porque hay cosas que no
se pueden contar —dijo Trafalgar ese día de tormenta—. ¿Cómo las decís? ¿Qué
nombre les pones? ¿Qué verbos usás? ¿Habrá un idioma apropiado para eso? No más
rico, no más florido ¿sino que tenga en cuenta otras cosas? Estuve en un mundo
sin nombre, cubierto de selvas y de pantanos, lleno de animales monstruosos que
no me llevaban el apunte, y en un claro de la selva, en una casa de madera
blanca con tela metálica en las ventanas y una veleta en la cumbrera, había un
hombre sentado en la galería frente a una mesa tomando té. Me senté con él y
sirvió té para mí. Después volví a casa. Eso es todo. Empezó a llover. Un
cascarudo se metió bajo una hoja de magnolia y una gota fría me golpeó en la
frente.
TP 15
1.
¿Qué reflexión a
sobre el lenguaje?
2.
¿Qué se cuenta en
este fragmento?
3.
El texto hace
alusión a “un mundo sin nombre”: proponga 5 nombres posibles de ese mundo.
4.
Continúe el
relato. ( una carilla)
TEXTO 16
Pilar Quintana
Los abismos (fragmento)
"En nuestro apartamento había tantas plantas que lo llamábamos la
selva.
El edificio parecía salido de una vieja película futurista. Formas
planas, volados, mucho gris, grandes espacios abiertos, ventanales. Nuestro
apartamento era dúplex y el ventanal de la sala se alzaba desde el suelo
hasta el cielo raso, que allí́ era del alto de las dos plantas. Abajo tenía
piso de granito negro con vetas blancas. Arriba, de granito blanco con vetas
negras. La escalera era de tubos de acero negro y gradas de tablas pulidas. Una
escalera desnuda, llena de huecos. Arriba el corredor era abierto, como un balcón
a la sala, con barandas de tubos iguales a los de la escalera. Desde allí
se contemplaba la selva, abajo, esparcida por todas partes.
Había plantas en el suelo, en las mesas, encima del equipo de sonido y
el bifé, entre los muebles, en plataformas de hierro forjado y materas de barro,
colgadas de las paredes y el techo, en las primeras gradas y en los sitios que
no se alcanzaban a ver desde el segundo piso: la cocina, el patio de ropas y el
baño de las visitas. Había de todos los tipos. De sol, de sombra y de
agua. Unas pocas, los anturios rojos y las garzas blancas, tenían
flores. Las demás eran verdes. Helechos lisos y rizados, matas con
hojas rayadas, manchadas, coloridas, palmeras, arbustos, árboles
enormes que se daban bien en materas y delicadas hierbas que me cabían
en la mano.
A veces, al caminar por el apartamento, me daba la impresión de que las
plantas se estiraban para tocarme con sus hojas como dedos y que a las más
grandes, en un bosque detrás del sofá de tres puestos, les
gustaba envolver a las personas que allí se sentaban o asustarlas con
un roce.
En la calle había dos guayacanes que cubrían la vista del balcón
y la sala.
En las temporadas de lluvia perdían las hojas y se cargaban de flores
rosadas. Los pájaros saltaban de los guayacanes al balcón. Los
picaflores y los sirirís, los más atrevidos, se asomaban a
curiosear al comedor. Las mariposas iban sin miedo del comedor a la sala. A
veces, por la noche, se metía un murciélago que volaba bajo y
como si no supiera para dónde. Mi mamá y yo gritábamos. Mi
papá agarraba una escoba y se quedaba en la mitad de la selva, quieto, hasta
que el murciélago salía por donde había entrado.
Por las tardes un viento fresco bajaba de las montañas y atravesaba la ciudad.
Despertaba a los guayacanes, entraba por las ventanas abiertas y sacudía
también a las plantas de adentro. El alboroto que se armaba era igual
al de la gente en un concierto. Al atardecer mi mamá las regaba. El agua
llenaba las materas, se filtraba por la tierra, salía por los huecos y caía
en los platos de barro con el sonido de un riachuelo.
Me encantaba correr por la selva, que las plantas me acariciaran, quedarme en
el medio, cerrar los ojos y escucharlas. El hilo del agua, los susurros del aire,
las ramas nerviosas y agitadas. Me encantaba subir corriendo la escalera y
mirarla desde el segundo piso, lo mismo que desde el borde de un precipicio,
las gradas como si fueran el barranco fracturado. Nuestra selva, rica y
salvaje, allá abajo. "
TP 16
8. Divida las palabras marcadas en negrita en
AGUDAS |
GRAVES |
ESDRÚJULAS |
|
|
|
9. ¿A qué cosmovisión pertenece este texto?
10. ¿En dónde podría encontrarse el protagonista según
lo que refiere?
11. Realice una descripción de lugar “extraño”(puede
ser un lugar utópico.
TEXTO 17
Apocalipsis I, Marco Denevi
La extinción de la raza de los
hombres se sitúa aproximadamente a fines del siglo XXXII. La cosa ocurrió así:
las máquinas habían alcanzado tal perfección que los hombres ya no necesitaban
comer, ni dormir, ni hablar, ni leer, ni pensar, ni hacer nada. Les bastaba
apretar un botón y las máquinas lo hacían todo por ellos. Gradualmente fueron
desapareciendo las mesas, las sillas, las rosas, los discos con las nueve
sinfonías de Beethoven, las tiendas de antigüedades, los vinos de Burdeos, las
golondrinas, los tapices flamencos, todo Verdi, el ajedrez, los telescopios,
las catedrales góticas, los estadios de fútbol, la Piedad de Miguel
Ángel, los mapas de las ruinas del Foro Trajano, los automóviles, el arroz, las
sequoias gigantes, el Partenón. Sólo había máquinas. Después, los hombres
empezaron a notar que ellos mismos iban desapareciendo paulatinamente y que en
cambio las máquinas se multiplicaban. Bastó poco tiempo para que el número de
máquinas se duplicase. Las máquinas terminaron por ocupar todos los sitios
disponibles. No se podía dar un paso ni hacer un ademán sin tropezarse con una
de ellas. Finalmente los hombres fueron eliminados. Como el último se olvidó de
desconectar las máquinas, desde entonces seguimos funcionando.
TP 17
1.
Realice un
análisis de este texto. ¿qué plantea? ¿cómo lo plantea?
2.
Escriba un relato
situado en un futuro lejano.
3.
Relacione este
texto con una película.
TEXTO 18
Las líneas de la mano de Cortázar, J.
en Pida la palabra, pero tenga cuidado.
En Manual de Cronopios. Publicación del club de Cronopios de Suecia , 1986
De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de
pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa
por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un
cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por
fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del
pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero
con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la
esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la
pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta
y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas
la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las
planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla
mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de
partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se
desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la
mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una
pistola.
TP. 18
1.
¿qué describe Julio Cortázar?
2.
¿A qué cosmovisión pertenece? Fundamente.
3.
Escriba dos posibles interpretaciones del texto.
TEXTO 19
Tú ME
QUIERES BLANCA de
Alfonsina Storni
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.
TP. 19
1.
¿Qué plantea este texto?
2.
Transforme
este texto en un diálogo entre dos personas. (mínimo una carilla)
TEXTO 20
20
poemas de amor y una canción desesperada
Poema
XV de PABLO NERUDA
Me
gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me
oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece
que los ojos se te hubieran volado
y
parece que un beso te cerrara la boca.
Como
todas las cosas están llenas de mi alma
emerges
de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa
de sueño, te pareces a mi alma,
y te
pareces a la palabra melancolía.
Me
gustas cuando callas y estás como distante.
Y
estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me
oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame
que me calle con el silencio tuyo.
Déjame
que te hable también con tu silencio
claro
como una lámpara, simple como un anillo.
Eres
como la noche, callada y constelada.
Tu
silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me
gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante
y dolorosa como si hubieras muerto.
Una
palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y
estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
TP
20
1.
¿Cómo
es la mujer que se describe?
2.
Escriba
una carta de amor con expresiones sacadas del texto.
Actividades de
integración
1.
Realice un listado de 50 palabras que son nuevas
para ud. y dé su/s significado/s.
2.
Transcriba de los textos (indicando el título y
autor):
a. Dos descripciones de lugar.
b. Dos descripciones de personajes.
c. Dos descripciones de tiempo.
d. Indique en cada texto qué tema aparece:
El Amor, la
pobreza, la duda, la explotación, el desamor, el desprecio, la muerte, la
envidia, la marginalidad, el futuro, lo extraño, el consejo, el trabajo, el
terror, el maltrato, la alegría, la libertad, l incertidumbre, lo nuevo.
3.
Relacione los textos por sus semejanzas.
4.
Elija frases de los textos y construya uno
personal, con su impronta. (dos carillas).
5.
Elija un texto y transfórmelo en una obra de teatro
respetando la idea del texto. (una carilla).
6.
Dé una explicación de los siguientes términos: a.
REALIDAD, b.VEROSIMILITUD, c. NO REALIDAD, d. UTOPÍA, e. FANTASÍA,
f. CIENCIA, g. CIENCIA-FICCIÓN, h. TIEMPO, i.
PERSONAJE. (La explicación debe ser personal, no copiada de internet; puede
leer lo que está en la red, pero la producción textual debe ser suya)