AMBROSÍA
Y NAZARITO
Hoy volví a
verla desde la ventana “de este rincón
donde ahora escondo mi temor a contraer el virus, el que siendo real, según
algunos, no provoca más muertes que las otras pandemias que hemos vivido, pero
que frente a la insistente información de los medios y redes, infunde en todos
un terror casi incapacitante; aunque, tampoco el tal virus es virus, sino
bacteria, a decir de científicos”.
Sí, le digo, tía
Clara, que hoy volví a ver a la engreída de AMBROSÍA “¡vaya nombrecito el que le pusieron!... A la final, pues sí, le hace
honor, sin embargo, hay quienes despectiva o envidiosamente le dicen Ambrosia.
En cambio los hombres…¡ay Dios!”.
Bueno Mireya, y
qué, vos qué ganás con tanta vigilancia.
Que uno creería
que este encierro pudiera haber desmejorado en apariencia a todos, como lo ha
hecho conmigo, que ya no encuentro motivación para emperifollarme como en otros
días, pues como no se puede salir ni a la esquina, donde queda el salón al que
de costumbre acudía para cortarme el cabello y hacerme las uñas; cerrado, y no
se sabe hasta cuándo. Tal vez lo abran cuando ya nuestra apariencia y nuestra
situación física y psicológica estén tan afectadas, que ya ni nos importe
volver a ocuparnos de nosotras mismas. Pero no, de qué te hablo tía Clara, ¿acaso
no se dice que en el mundo nuevo, el que tendremos después de esta cuarentena,
que ya va en setentena, que conforme al
Nuevo Orden Mundial, se escucha en videos de YouTube, importará más el “yo” que
ninguna otra cosa, y que en esa idealización el ego y el narcicismo serán “el
rey” ¡Como si tal cosa, no hubiera comenzado a manifestarse desde pasadas
décadas, así como otras situaciones no menos sorprendentes en la conducta de
los seres humanos.
A propósito de
la palabra narcicismo, tía, me recuerda al Nazarito, el querido de La AMBROSIA,
ese “muñequeburro” como lo llama el costeño del restaurante de abajo, o “el Doriandós” como le dice don Pedro el de
la tienda a ese muchachón; “en realidad es
muy…pero muy bello. Muy competente; ¡Quién
tuviera veinte años menos!”. Nazarito… hace rato, que no se ve. O usted lo
ha visto, tía.
Bueno, no me
responda, volvamos a la tal AMBROSÍA, le
cuento. .. Salió de su casa como a las diez de la mañana, ¡hasta mejor y más
bien puesta que antes de que comenzara este encierro! Yo no alcancé a llamarla
a usted para que la viera. Con su cabello como una llamarada que crece con la
alegría del viento, para ocasionar el peor de los incendios a su paso. Y con ese
vestido tan preciso para su talla, que todo lo pone a la vista, para la
imaginación de los fantasiosos, y con ese descote que sólo la Ambrosia luce en
cualquier momento y lugar. El tic tac tic tac de su paso, castigando la senda
con sus sandalias, de puntillas… número veinte, le pongo “qué será de La Ambrosia y su arrogante paso, de llegar a sorprenderla
en su brillo de Afrodita un problema de salud que le impida llevar esa clase de
tacones… pobrecilla, y cuando vea acercarse el otoño, con sus inevitables
grises”; y ni qué le cuento, tía, de
los accesorios, abalorios les llaman en España. Como las gitanas, los cargaba
todos. A dónde iba AMBROSÍA? Seguramente
a matar ilusiones y a dejar a su paso el rastro de mentes calenturientas y excitadas. Y me lanzó una mirada e hizo un gesto, despectivo, sí, antes de llegar a voltear en
la esquina. Qué pensaría al verme en la ventana… porque eso sí, algo pensaba
cuando me dirigió esa mirada.
“Pobre anciana, me mira como si yo fuera el
bicho más extraño. O ¿acaso le provoco desconsolado evocar de sus días y noches
de verano? Que piense lo que quiera. La
he visto también lanzándole miradas a Nazarito; ahí sí, ¡que ni sueñe! Son tantas las que quisieran tenerlo para
ellas. Pero si para otras está prohibido, a esa pobre sí le está es proscrita cualquier posibilidad”. Que
siga mirando…¡Mireya!
Ay, Mireyaaa, no
es la primera vez que te ve
fisgoneándola. Eso ya se te volvió costumbre, Mireya. Dejá ya la bobada con AMBROSÍA. A vos qué te
importa lo que haga o deje de hacer.
No tía Clara, es
que ella se cree la última cocacola del desierto, y saber que ya va llegando
como a los treinta, nooo, y además, con
ese tongoneo que se gasta, pues me saca la piedra.
Usted ha visto
al Nazarito, tía Clara.
Yo acaso soy
como vos, que te la pasas en esa ventana de mirona. Luego no se te haga raro
que te digan “la chismosa del barrio”.
Ah, que digan lo
que quieran.
Pero dígame si
ha visto hoy a Nazarito, tíaaa.
Y qué te ganas
vos con saber, que AMBROSÍA que sale y él que se va a hacer sus cositas con la
patisuelta de la vecina, ésa, que hace poquito llegó a vivir al apartaestudio
de abajo. ¿Cómo es que llama la patisuelta?.
Creo que es SARA
que se llama la muy bandida. Pues ojalá que pronto los encuentre la Ambrosia esa, para que se dé
cuenta quién es el mosquita muerta que cuida con tanto celo.
Mire tía Clara
quién, viene ya en la esquina. Será que ya sabe lo que pasa cuando ella no
está. Es que no se demoró mayor cosa. Hizo como el marido celoso que tiende la
trampa para cazar la presa.
¡Ayyy, Mireya, qué
irá a pasar ahora!
Pues que pase,
lo que tenga que pasar. Vea como se está
poniendo el día, ¡después de que estaba tan bonito!
Amali