—¿Se
puede? el estómago se me revuelve
—Sí,
pase por favor. La estaba esperando, qué arreglada se vino la petisa
—Qué
lindas tiene las plantas... pero la casa da asco
—Es
lo único que me daría lástima dejar, si me voy de Vallejos... ¿qué mirás
tanto los mosaicos rotos del piso? se vino impecable, la lana del tapado es
cara, el sombrero de fieltro
—Qué
frío hace ¿no? no tiene estufa, esta orillera
—Sí,
perdone que esta casa es tan fría, venga por acá que pasamos a la sala, vas
a encontrar mugre si sos bruja... fijáte qué limpieza
—Mire,
a mí no me importa ir a la cocina, si está más calentito... no tiene estufa,
ya se le cayó la papada, debe tener cuarenta y cinco, y los ojos bolsudos
—Bueno,
si no le importa vamos, está todo limpito, por suerte, te creías que me
agarrabas con todo sucio ¡enana sos! ¡enana! por más que te pongas sombrero
para alargarte
—¿Le
traga mucha leña esta cocina? la debe refregar todo el día, la orillera ésta
—Y,
bastante, pero como me la paso acá todo el día, no importa, sí, soy sencilla
¿y qué te importa?
—¿Recibió
carta de su hija? la gorda
—Sí,
está lo más bien, gracias, pescó marido, no como vos
—¿Dónde
es que se fue a vivir, a Charlone? cuatro ranchos perdidos entre la tierra
—Sí,
el muchacho tiene el negocio en Charlone. Tan chiquito Charlone, ¡no! pero
casada, casada, no solterita como quien sabés...
—Usted
hace bien en irse de Vallejos ¿qué va a hacer acá, sola? remanyada
—Sí,
la hija se me fue, qué voy a hacer acá sola, cuando se tiene un amor, a qué
perder el tiempo sola...
—¿Cuántos
años hace que se quedó viuda? ¿qué le habrá visto mi hermano? es ordinaria,
mal vestida
—Van
para doce años, ya. La nena tenía ocho años cuando él murió. Yo he sufrido
mucho en la vida, señorita Celina, me llegó la hora de pasarla bien, que te
pensás...
—¿Qué
edad tenía usted al morir su esposo? confesá
—¿
Qué le digo? La nena tenía ocho... no, no, no, no te voy a dar el gusto
—Mire,
señora, como le mandé decir, tengo algo que hablar con usted muy importante, tenés
un corte de pelo a la garçonne que da asco y esos aros de argolla no le faltan
a ninguna chusma
—Sí, hable con toda confianza, ayudame Dios mío,
que ésta es capaz de cualquier cosa
—Mire,
ante todo quiero que usted me prometa no contárselo a nadie, orillera chusma, vas a sufrir sin
contárselo a la vecina
—Se lo juro por lo más sagrado. ¿Dios
no me castigará que estoy jurando?
—¿Por quién? si jurás por mi hermano
te escupo
—por Juan Carlos no me animo Por
la felicidad de mi hija.
—Bueno. Mire, yo recibí carta de mi
hermano contándome lo que usted piensa hacer.
—¿Qué es lo que le cuenta? ¿con qué
se vendrá ésta? ¿me amenazará con contárselo a mi nena?
—¿Para qué quiere que se lo repita? te
embromé
—Y si por ahí le dice algo que no es
todo verdad, no quiero decir que él sea mentiroso, pero por las dudas que no
haya un malentendido, por las dudas
—Dice que usted supo que nosotras, mamá
y yo, no vos, atorranta no podíamos más mandar tanto dinero a Córdoba
para el tratamiento nuevo, y la pensión donde está no es buena, y la mejor
cuesta un ojo de la cara, bueno, que usted le escribió diciéndole que quería
vender esta casa y mudarse a Cosquín, para comprar una casita allá y tomarlo a
él de pensionista, cómo te puede tolerar mi hermano, cascajo, siempre de
taco alto y zoquetes
—Sí, es todo verdad, y si puedo voy a
tomar algún pensionista de veras para que ayude en los gastos.
—Mi mamá está muy molesta con todo esto,
de tratar con orilleras
—¿Por qué? ¿no es por el bien del hijo
acaso? todas las copetudas tienen el corazón de hielo
—Sí, pero sufre al no poder ayudarlo
como quisiera.
—mejor que le mandaras unos pesos, en
vez de tanto tapado y sombrero Y, pero no hay que ser tan orgullosa
tampoco, eso está mal.
—Mi mamá no es orgullosa, eso no está
bien que usted lo diga. Lo que pasa es que mi mamá fue educada para que nunca
le faltara nada, y ahora le duele, ¿es natural, no? ¡abarájate
ésa!¡abarajátela!
—cómo tenés coraje de ofenderme,
perra... Sí, las madres son así.
—Bueno, entonces mi mamá, y yo también,
le queremos pedir una cosa.
—Dígame, ¿me arruinarán todo?
¿perderé a mi amor?
—¿Usted va a vender los muebles, los va
a rematar?
—¿me salvé? No, porque no me dan
nada, y después si tengo que comprar muebles nuevos en Cosquín va a ser carísimo.
Para colmo que ahí no sé si habrá una mueblería ¿se imagina si los tengo que ir
a comprar a la ciudad de Córdoba?
—Mi mamá y yo nos imaginamos que los iba
a mandar de acá.
—Sí, los mando de acá. Y ya tengo oferta
para la casa ¿sabe? nada, nada me va aparar
—Bueno, mi mamá, y yo también, le
pedimos una cosa: usted no va a tener ninguna oposición de nuestra parte, pero
le pedimos que no diga a nadie que se va a Cosquín. caradura, a juntarse
con un muchacho más joven
—No se preocupe, yo tampoco pensaba
decirle a nadie, y a mi hija tampoco todo. Usted sabe la lengua que tienen acá.
Si no fíjese lo que dicen de la Mabel... toma aguantátela, que es amiga tuya
—¿qué querés insinuar vos y la papada
que tenés? Yo no lo creo. Una chica de familia como Mabel no se iba
a meter con ese negro.
—son todas unas atorrantas y vos peor
que ninguna Puede ser que sean inventos. Pero parece que en la declaración
se contradijo
—Estaría nerviosa... En fin, volviendo a
nosotras, aunque usted no diga de Cosquín, la gente se va a dar cuenta si no
anda con más cuidado. Por ejemplo los muebles, no los despache desde acá.
—¿Y cómo voy a hacer?
—Si usted los despacha por la compañía
de mudanzas de acá, enseguida lo va a saber todo el mundo. Mande los muebles de
acá a lo de su hija en Charlone, y de ahí a Cosquín. Y para todo tome las
mismas precauciones.
—a Juan Carlos no me lo quitás ¿Qué
más precauciones?
—Todo. Así nadie se entera de que usted
está allá con mi hermano. Usted tiene que comprender que para nuestra familia
es una vergüenza. te la dije
—no, vergüenza es robar Si Dios
le mandó esa enfermedad a su hermano fue la voluntad de Dios, no gana nada con
tener vergüenza.
—¿Pero me promete hacer eso con los
muebles y con la escritura de la casa? Tiene que dar para todos los trámites la
dirección de su hija en Charlone. ¿Me lo promete?
—Se lo prometo, y vos que te andás
subiendo al auto de los viajantes, enana ¿qué derecho tenés a hablarme en ese
tono?