1.2. Algunas características de la
oralidad
Oralidad y escritura
son, según Ong (1987) dos formas de producción del lenguaje que se distinguen
profundamente la una de la otra. La escritura es un sistema secundario en el
sentido de que la expresión oral existe sin la escritura, pero la segunda no lo
es sin la primera. Ong habla de la profunda diferencia que se deriva de la
formulareidad de la una y de la carencia de la misma en la otra. Barrera y
Fracca (1999) hacen una detallada descripción de las diferencias entre oralidad
y escritura en diversos campos, que resumimos a continuación:1
1. La relación
emisor-texto receptor varía entre los discursos orales y los escritos dado,
fundamentalmente a la ausencia física del emisor en la situación de lectura,
que le confiere entre otras cosas una autonomía al lector que no tiene el
oyente. El productor de un texto escrito puede planificar cuidadosamente la
construcción del mismo, una ventaja que no tiene quien produce un texto oral.
2. En cuanto al proceso
de adquisición y desarrollo en la lengua oral está sujeto a una serie de
factores de la maduración del individuo, o cognoscitivos, que exigen la
consolidación de todas las etapas del proceso, dentro de un lapso restringido
de la vida humana. En el caso de la lengua escrita parece limitado sólamente al
hecho de haberse alcanzado un estado neuro-lingüístico específico, entre los
cuatro y seis años, que queda abierto por un largo período. Si la oralidad es
específica de la especie humana, la escritura parece ser un sistema artificial
creado por el hombre para representar a la primera.
3. Hay una serie de
diferencias físico-formales entre ambos modos de codificación, que parten del
hecho de que las unidades segmentales mínimas de ambos son distintos. El texto
oral se percibe a partir de sonidos que operan como instancias concretas de un
sistema de unidades abstractas, los fonemas. El fonema /s/ se actualiza, en los
alófonos [s], [h] y [ø] Mientras que la unidad mínima distintiva de la lengua
escrita es el grafema <A> que se actualiza en las variantes, o letras
<A> ,<a>, <
>.

4. En la lengua oral
están presentes estrategias de carácter suprasegmental, que no se dan en la
escrita, salvo en la descripción explícita del escritor. En contrapartida, la
escritura neutraliza las diferencias dialectales.
5. En relación con las
diferencias contextuales, los autores señalan la mayor velocidad de percepción
del texto escrito, pero la pérdida de su contexto situacional de origen.
6. En lo operativo, la
escritura se ha convertido en soporte de la memoria, mientras que para
garantizar la permanencia de la oralidad hay que valerse de recurso
mnemotécnicos que le garanticen una trascendencia restringida.
1.5. ESCRITURA Y PODER
La escritura implica
poder. En Cumboto, la novela de Díaz
Sánchez sobre la vida en una hacienda venezolana, en una zona de población
negra, se marca la diferencia entre el mundo de la biblioteca, el de los
blancos, y el de los negros, fuera de ella. La puerta de la misma marca la
frontera entre el mundo de los amos y el de los esclavos. El personaje
principal, Natividad, describe a Federico, su amo blanco, en estos términos;
"Yo le miro desde la penumbra de la biblioteca y detallo una vez más sus
puros rasgos adelgazados por la intensa vida interior"; él mismo se
pregunta "¿A cuál de los dos mundos pertenecía yo? ¿Al del alegre sol que
dora los mangos y ennegrece la pulpa del coco haciéndole brotar el aceite, o al
de la blanca penumbra que resbala sobre los pisos brillantes y fríos?"
(Díaz Sánchez 1973:19).
Kress (1979) opina
que el analfabetismo estigmatiza y por ello, los analfabetos ocultan su
desconocimiento de la lengua escrita. Hace poco presencié una conversación
entre un ingeniero y una campesina cuyo dialecto me llamó la atención: la mujer
era de Los Nevados, un pueblo de la Sierra Nevada de Mérida, Venezuela en los
Andes venezolanos, de muy difícil acceso, ya que hay que caminar muchas horas,
o ir en mula, para llegar allá. Ella le pregunta a él si conocía algún trabajo
para su hijo, que cuidaba bestias. El ingeniero le comenta que había visto
varios avisos en el periódico "Frontera", de la zona, que podía
comprar en Tabay, una población que le queda en el camino y que ciertamente
llegaría a tiempo para adquirir un ejemplar, en un quiosco, ese mismo día. Ella
le responde "Cuando usted lo vea, entonces, dígale que mi hijo sabe cuidar
animales". El ingeniero le repite que él no conoce a la persona que ofrece
el trabajo, sino que ha visto un aviso clasificado en el diario. Al fin
intervengo, porque creo que la señora no ha oído bien o no entiende por
diferencias dialectales (él hablaba un dialecto urbano muy diferente
prosódicamente del de la anciana). Después de varios rodeos me responde:
"Le voy a decir a mi sobrino que compre el diario mañana, él sí sabe leer,
mi hijo, no". A lo que supuse que ella tampoco sabía leer y que, lejos de
ser ella la que no había comprendido, era yo quien no entendía que el diario no
le habría servido de nada.
Los que poseen el
código de la escritura, en las sociedades en donde subsiste el analfabetismo,
tienen más poder que los que no lo tienen, entre otras cosas porque no tienen
acceso a la información que se transmite por vía escrita. Según Kress, este
uso activo de la lengua
escrita -escribirla antes que leerla- sólamente la tienen los miembros de los
grupos socioeconómicos más altos. Es posible también que esos grupos lean
apreciablemente más que los grupos más bajos, y aún que lean más de lo que
escriben.
La distancia social
que existe entre oralidad y escritura podría entenderse como un tipo de
diglosia entre estas dos formas, de una situación de bilingüismo estable en la
que un mismo grupo comparte dos códigos, uno de los cuales tiene un estatus
sociopolítico inferior; el código alto cumple entonces las funciones de
gobierno, educación, religión, etc. y el bajo queda relegado al hogar, a la
familia y a los amigos.
La justicia se lleva
a cabo en la casi totalidad de sus instancias, de forma escrita -sólo recientemente
se comienza a instaurar el juicio oral- lo cual representa una clara desventaja
para todo aquel que no maneje hábilmente la escritura, y lo seguirá siendo a
pesar del cambio en la forma judicial, debido a que también para ese tipo de
oralidad formal se necesita una instrucción muy especial. Generalmente se da
una correlación entre el analfabetismo y la pertenencia o bien a una clase
social urbana no favorecida, o al campesinado. Esta correlación pareciera darse
solamente cuando en la misma sociedad coexisten los dos códigos, pero no ha
existido siempre en las sociedades orales. Ejemplo de esto es la alta estima
social que tiene la clase de los griots, en Ghana, los
narradores orales portadores de la historia y la tradición, y en los llanos
venezolanos, el prestigio del que gozan los copleros o versificadores.
El poema de
Florentino y el Diablo, de Arvelo-Torrealba, es un enfrentamiento fáustico
entre Florentino, un cantador y el diablo en un duelo cantado: el saber cantar
bien o hablar poéticamente es en el llano una forma del poder que pueden vencer
hasta a aquel "que no bebe agua nunca" (cf. Espar, 1998). Así, en un
duelo desigual, porque es Florentino, quien sabe de coplas y corríos, el
llanero muestra su superioridad ante las fuerzas de la naturaleza y el mismo
señor de los infiernos cuando dice:
El trueno y el desafío
me gusta escuchar el rayo
aunque me deje aturdío
me gusta correr chubasco
si el viento lleva tronío
Águila sobre la quema,
reto del toro bravío.
Cuando esas voces me llaman
siempre les he respondío.
¡Cómo me puede callar
coplero recién vestío!
(Arvelo- Torrealba citado en Espar, 1998:125)
me gusta escuchar el rayo
aunque me deje aturdío
me gusta correr chubasco
si el viento lleva tronío
Águila sobre la quema,
reto del toro bravío.
Cuando esas voces me llaman
siempre les he respondío.
¡Cómo me puede callar
coplero recién vestío!
(Arvelo- Torrealba citado en Espar, 1998:125)
La escritura conforma
también la capacidad de abstracción, la forma de pensar y la forma de
estructurar el discurso. Son conocidos los estudios de Luria sobre la capacidad
de abstracción que tienen quienes participan del código escrito, porque la
escritura conforma también la estructura del pensamiento (cf. Ong, 1987). Como
veremos más adelante en la sección sobre figuras discursivas, la oralidad configura
una cierta forma de contar, así como la escritura configura otra, diferente.
Veremos que los
hablantes más apegados a la oralidad poseen una mente más plástica, más
artística que quienes viven en la escritura. Sin embargo, si bien esto podría
verse como una ventaja de quienes manejan bien la oralidad, sobre quienes están
contaminados por la escritura, la sociedad no lo ve así. Según Roberts y Street
(1998), la estigmatización de la iliteralidad es parte de un discurso
ideológico más amplio que devalúa las literalidades vernáculas y las variedades
no estándares como prácticas orales. Estos autores consideran que la existencia
de un estándar, o una norma, implica la no-tolerancia de la variación
lingüística. Al imponerse un estándar éste es mantenido por los guardianes de
la lengua, que controlan y prescriben las reglas del juego también en la
economía política. (Roberts y Street 1998: 175). Algunas estructuras de la
oralidad, como el paralelismo, por ejemplo, son descartadas por la sociedad de
la escritura, quizás incluso inconscientemente. Tienen prestigio, en todo caso,
aquellas formas de hablar que se asemejan más a la escritura.